Carlos Catañeda recibirá el 3 de septiembre el galardón Melillense del Año l Este empresario dedicado al sector del papel y cofrade de El Pueblo asegura que se merece este reconocimiento.
“¿Soy Melillense del Año? ¿De qué año?”, se preguntó a sí mismo Carlos Castañeda cuando le dijeron que el miércoles 3 de septiembre recibirá este reconocimiento que otorga la Ciudad a las personas más representativas de Melilla. Castañeda asegura que se merece este premio. Para qué va a decir otra cosa si lo cree de verdad. Ha estado toda su vida dirigiendo una empresa que heredó de su padre y éste de su abuelo. Ha pasado miles de horas en la iglesia de El Pueblo cuidando del patrimonio religioso de este templo y además, resalta que lleva 74 años, más los nueve meses de embarazo de su madre, ejerciendo de melillense. De hecho, ya tiene redactado gran parte de su discurso. El ‘leiv motiv’ de este texto es la unión que debe haber entre los políticos de la ciudad.
Pero, ¿quién es Carlos Catañeda? Es una de esas personas a las que de tanto amar, se les ha gastado el corazón. El motor de su cuerpo no va muy bien y eso le impide seguir siendo el hombre activo de hace años. Aunque no se vayan a creer que es un abuelo sentado en un sofá que se dedica a ver la tele. Trabaja a diario en un libro. Se encierra en su ‘capilla’ (un despacho en el que tiene las decenas de reconocimientos que le han hecho a lo largo de su vida). Con dos dedos, pues reconoce que no sabe escribir a máquina, va redactando la historia de la religión en Melilla.
Castañeda está uniendo los acontecimientos históricos escritos por expertos con sus propias experiencias. Espera que Dios le dé salud para terminar esta obra y que no se pierdan todas las anécdotas y curiosidades que sabe sobre La Purísima.
Este melillense es la segunda generación de una familia de empresarios que se ha dedicado a la venta de papel. Su abuelo llegó a la ciudad en 1908 y ahora dos de sus hijos continúan con la empresa tanto del almacén de papel como de la librería que tiene en el centro de la ciudad. Su familia es muy conocida porque sus ascendentes estuvieron en los gobiernos de Álvarez Claro y Manuel Carmona Mir, cuando la política era un servicio casi “altruista”.
Castañeda, que tiene tres hijos, tres nueras que son como sus hijas, y seis nietos, afirma que su mujer es un ángel. Explica que cumple a rajatabla con el Evangelio, en el sentido, en el que se dedica a cuidar de él ahora que le está fallando el corazón. De este órgano le han operado tres veces. Este melillense indica que le tienen puesto un resincronizador, es decir, un aparato que funciona a base de informática y del que prefiere no conocer más detalles.
Ministro extraordinario
De todos los trabajos que ha tenido lo único que le queda es el de ministro extraordinario de la Iglesia. El obispo de Málaga le concedió este honor en 2005 y desde entonces se dedicó a dar la comunión a los enfermos en sus casas. Afirma que durante el tiempo que podía hacer esta actividad recibió mucho más de lo que él daba, pues las mujeres mayores y los melillenses que estaban en la cama le recibía con gran alegría.
De sus años dedicados al mundo de las cofradías, pues fue hermano mayor de la del Nazareno e incluso presentador del cartel de Semana Santa, ha extraído una enseñanza. “La fe no es sólo creer en lo que no se ve, sino creer a pesar de lo que se ve”, apunta.
Ahora, algún domingo que otro se dedica a recibir a los grupos que visitan La Purísima dentro de la Ruta de los Templos.
De esta iglesia no sabe más que alabanza. Afirma que muchos melillenses desconocen el patrimonio que hay entre estos muros. Se siente “el juglar” que canta las historias del templo cuando recibe a los visitantes, añade.
Castañeda destaca que las imágenes de La Purísima no huelen a incienso ni a rosas como las de otras iglesias de la península. El Cristo del Socorro, la Virgen de la Victoria y el Nazareno tienen olor a lluvia, pólvora, ceniza, tierra y llantos. Explica que el pueblo los sacaba de la iglesia y los dejaba durante días en las almenas de las murallas para que les protegiera de los asedios.
Este melillense relata que cuando en 1998 vino de Burgos un grupo de expertos para embellecer la imagen de la Patrona, la restauradora le preguntó si ponían bien el pie de la Señora, que estaba gastado al ser tocado tantas veces por los fieles. Pero él se negó. Afirma que ese pie rozado es la muestra de las decenas de ruegos y plegarias que ha recibido la Virgen durante años y por ello, debía de conservarse.
Castañeda anima a los políticos a estar unidos
Carlos Castañeda explica que en el discurso del Melillense del Año hará una petición a los políticos: Que eliminen las banderías que cada uno tiene y se unan bajo una sola, la bandera azul de Melilla.
Castañeda resalta que el único símbolo que deben tener los políticos es el ánfora, este objeto que guardaba en su interior un ungüento que cura las heridas de la sociedad. Afirma que ellos deben actuar como los hermanos cofrades. Cada uno puede celebrar el día de su Virgen, pues se puede ser del Rocío o de La Soledad, pero añade que todos están unidos cuando llega el día de la Virgen de la Victoria.
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