Sociedad

La discriminación de la transexualidad

  • Un joven afirma haber sufrido el acoso de un profesor que se negó a aceptar su nuevo nombre al hacer pública su intención de cambiarse de sexo. Familia y amigos apoyan al alumno

Javier Martínez es un melillense de 19 años que ha vivido en primera persona la discriminación por ser transexual. El joven explica que cuando se habla de acoso escolar se suele asociar al abuso o discriminación que se da entre estudiantes, pero en ocasiones va más allá y la desigualdad es superior cuando se produce entre profesor y alumno. Éste es el caso de Martínez, que el curso pasado se sintió discriminado por uno de sus profesores cuando hizo pública su transexualidad y solicitó que en lugar de llamarle por su nombre femenino, Beatriz, se le llamara por su actual nombre, Javier.

Javier cursaba segundo de Bachiller en un instituto local y decidió explicar a sus compañeros de clase y al profesorado de dicho centro que era transexual y que había tomado la decisión de comenzar el tratamiento hormonal para pasar de chica a chico. Nadie le puso ninguna pega, salvo un profesor. Todos los profesores y compañeros comenzaron a llamarle por su nombre masculino, pero uno de ellos se negó rotundamente desde el principio.

“Falta de empatía”

Javier Martínez asegura a El Faro que este profesor no aceptaba su cambio de sexo. “Le expliqué mi situación, pero me dijo que no la entendía. Por eso me trataba en femenino, se negaba a hacerlo en masculino”, explica el joven. “Y yo no me sentía como una chica, porque soy un chico y eso me dolía”.

Según este estudiante, a pesar de haberle dejado clara su situación y lo molesto que era para él, el profesor continuaba llamándole “Beatriz” cuando pasaba lista. Así que Martínez decidió hablar con la dirección del centro pero la única respuesta que recibió fue que “dependía de la empatía del profesor” y que el instituto “no podía hacer nada”.

Por ello, este estudiante solicitó formalmente el cambio de nombre en los listados del centro educativo, pero el mismo instituto se negó, ya que para ello debe presentar el DNI donde figure formalmente su nombre actual y su cambio de sexo.

Por aquel entonces, Martínez todavía no había empezado el tratamiento hormonal, por lo que aún no había comenzado su transición de sexo. “El tratamiento hormonal es lento y se necesita tiempo para que haga efecto. En cuanto empiece con él y esté en un punto avanzado me haré la operación integral”, explica.

“Las clases con este profesor se me hicieron difíciles por el trato que me daba, que no se correspondía con mi identidad”, lamenta. “Nunca llegué a pensar en abandonar los estudios, porque el trato de profesores y compañeros era bueno, pero esta situación que negaba mi forma de ser me cansaba mucho”, detalla el joven.

Identidad

Javier comenzó a descubrir su identidad sexual y de género desde bastante pequeño. “Siempre jugaba a juegos en los que interpretaba personajes masculinos a los que llamaba Javier”, relata el joven y continúa: “No sé por qué, pero me gustaba ese nombre y en cuanto admití quién era realmente supe sin duda que ese era mi nombre de verdad”.

Sin embargo, reconoce que era un chico atrapado en un cuerpo de chica con los consecuentes roles de género asignados no fue nada fácil y menos en el instituto. “Al principio fue muy difícil y recurría a la autonegación. Empecé a vestirme mucho más femenina para autoreafirmarme en lo que se suponía que era, hasta que me cansé de pasarlo mal y tener miedo”, se sincera sin dudar.

Durante los primeros años en el instituto, Martínez sí que sufrió acoso por parte de algunos de sus compañeros de clase, ya que le “tachaban de lesbiana”. Este melillense asegura que le gustan las mujeres y aunque fuera lesbiana sin ser un hombre transexual no habría ningún problema, pero esos comentarios “dolían” y “acrecentaban” sus dudas.

“Un día me sentí tan mal conmigo mismo que dije “basta”, soy lo que soy y no debo tener miedo”, explica. Martínez dice que en cuanto asumió su transexualidad sintió un gran alivio. El siguiente paso fue anunciar a su familia y amigos su situación, algo que hizo hace año y medio. “Al principio les chocó un poco, pero en cuanto lo asumieron me dieron todo su apoyo y me están ayudando mucho”, concluye feliz.

Martínez cuenta con el apoyo de Chrysallis, la Asociación de Familias de Menores Transexuales de Melilla, y de Amlega, la Asociación Melillense de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. Estas entidades esperan reunirse próximamente con el director provincial del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, José Manuel Calzado, para tratar numerosos temas, entre ellos, este trato discriminatorio.

Ahora Martínez espera acabar segundo de Bachiller, ya que está repitiendo curso porque le quedaron dos asignaturas. En cuanto acabe, le gustaría estudiar Psicología en la UNED para especializarse en temas de transexualidad, porque cree que hay pocos profesionales formados en este campo.

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