Desde épocas muy remotas, que el estrecho de Gibraltar separa África de Europa, las aves que quieren cruzar de un continente a otro por el extremo occidental del Mediterráneo tienen que hacerlo de forma ineludible atravesando el mar de Alborán.
La migración de las aves es uno de los acontecimientos más importantes de la naturaleza. Por eso, el hecho de que una de las dos rutas migratorias principales de las aves de Europa pase por este mar, hace que la zona cobre un protagonismo excepcional cuando dichas aves se desplazan.
Muchas de ellas, desde el pequeño ruiseñor a la enorme grulla, viajarán sobre el mar durante los muchos kilómetros que separan nuestras costas de las del continente europeo en primavera, y a la inversa en otoño.
No obstante, es un viaje ciertamente arriesgado, que pondrá a prueba el estado físico de las aves y las dejará exhaustas cuando, en el mejor de los casos, lleguen a tierra firme. Algunas de ellas incluso tendrán que pararse a descansar en las embarcaciones que navegan por la zona, las veces en las que el agotamiento sea más fuerte que el miedo a los humanos.
En tanto, las más grandes recurren a estrategias de grupo como las formaciones en “uve” y los relevos para vencer la resistencia del viento y ahorrar energías para el viaje.
Las migraciones de las rapaces, dentro del fenómeno migratorio, ocupan un lugar especial. Estas aves, cuando se encuentran en tierra firme, buscan las corrientes ascendentes de aire caliente que se elevan desde el suelo y se 'montan' en ellas para coger altura sobre el terreno.
Esta genial estrategia hace que aves enormes como el buitre leonado (Gyps fulvus), con una envergadura alar superior a los dos metros y medio y un peso que ronda los diez kilogramos, se muevan en el aire con la ligereza de una pluma.
Así, los buitres basan toda su estrategia vital en el aprovechamiento de estos 'ascensores' o columnas de aire caliente. Es tanta su adaptación a ellas que se les llama aves 'veleras', un nombre que resume muy bien lo que las diferencia del resto. Mientras la mayoría de las aves confía en el batir de sus alas para desplazarse, los buitres se mantienen casi todo el tiempo en el aire gracias al viento, precisamente porque usan sus alas como velas.
Sin embargo, este hecho impide que las rapaces puedan realizar trayectos entre costas que no estén muy próximas. Como estas columnas de aire no existen en el mar ya que son producidas por el calentamiento de la superficie terrestre, coger altura y volar sin estos ascensores les resulta un esfuerzo titánico.
Por eso, a la vez que los puntos de entrada del resto de aves migratorias están diseminados por toda la costa del mar de Alborán, las rapaces se concentran sólo en un punto: el estrecho de Gibraltar, justo donde la separación entre los continentes es menor y el brazo de mar que los separa es un obstáculo superable para estas aves.
Aun así, el esfuerzo que les supone volar sin la ayuda de sus ascensores hace a las rapaces vulnerables al ataque de gaviotas y cualquier otro obstáculo. Lamentablemente, muchas de ellas no sobreviven al viaje.
Es la búsqueda del tramo de costa más cercano a Europa lo que con toda seguridad motiva las grandes concentraciones de rapaces que se producen en los cielos del cabo Tres Forcas cada primavera.
La península de Tres Forcas es la prolongación de tierra con más penetración en el mar de todo el Mediterráneo occidental, y esto motiva que en primavera cientos e incluso miles de rapaces en migración vuelen hasta el extremo del cabo con la creencia de estar aproximándose a la costa europea.
En el extremo allí vuelan en círculos, a los que se van uniendo los grupos de recién llegados y al mismo tiempo van abandonando los desengañados porque, al llegar a la punta de la península, descubren que el brazo de mar que hay entre Tres Forcas y Europa es un obstáculo insuperable para ellas.
Aunque estos grupos de rapaces comprenden distintas especies, el grueso lo constituyen los milanos negros (Milvus migrans). Se pueden observar también águilas culebreras (Circaetus gallicus), aguiluchos cenizos (Circus pygargus) o alimoches (Neophron percnopterus).
Entre ellas destacan por su gran tamaño los buitres leonados, que tienen además la particularidad de no estar migrando en el sentido en el que lo hacen las demás especies, visto que son más bien jóvenes en dispersión que abandonaron Europa en busca de nuevos territorios y que regresan nuevamente siguiendo la columna que forman las demás especies.
Los días que estas grandes aves pasan en Tres Forcas hasta que deciden continuar hacia el Estrecho, son cruciales para culminar con éxito su periplo, si se tiene en cuenta el enorme esfuerzo que realizan y la inexperiencia propia de su juventud. Ésta es una razón más para preservar un espacio natural que debe seguir siendo un observatorio privilegiado de estas rapaces y no convertirse en el escenario de su trágico final.
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