Hace poco más de una semana la cuenta de Twitter del Partido Popular Nacional compartió una foto de los líderes autonómicos que forman parte de "un equipo a la altura de un gran país con un objetivo claro: el 28M", señalaban desde la formación política, en referencia a las elecciones autonómicas que se celebrarán el último domingo de mayo de 2023. Eso es dentro de cinco meses.
Está a la vuelta de la esquina por más que el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, haya criticado en su mensaje navideño a quienes dan por finiquitada la legislatura. Me temo que estamos en tiempo de descuento. En cinco meses se pueden hacer muchas cosas, pero han de ser muchas y muy grandes para opacar los andares de los tres últimos años.
Volviendo al PP, en la imagen compartida por la Dirección Nacional del partido aparecía la foto del líder popular de Melilla, Juan José Imbroda, junto a quienes son ya cabeza indiscutible de cartel para el 28 de mayo. Me refiero a los presidentes de Murcia, Fernando López Miras; de Madrid, Isabel Ayuso o de Ceuta, Juan Jesús Vivas, que son los únicos tres en torno a los cuales desde Génova aseguran que no albergan dudas sobre su reelección como jefes de gobiernos autonómicos.
Aunque aún es pronto para hablar abiertamente de listas electorales, está claro que en los partidos, a nivel interno, hay expectación por saber quién va y quién no va y en qué posición va éste o aquel.
En el caso de Melilla esa expectación deriva abiertamente en preocupación especialmente entre el sector que apoyó la candidatura alternativa a Imbroda en las primarias. Es lógico que alberguen dudas sobre qué decisión tomará el presidente regional en torno al futuro político que les espera.
Imbroda tiene ante sí muchos caminos, pero dos muy fáciles: ignorar a quienes querían reemplazarlo o integrarlos y hacer caso a la recomendación de Feijóo de ser generoso con los perdedores.
El reelecto presidente del PP de Melilla ganó esas primarias con números solventes. Cualquier decisión que tome está legitimada por ese resultado en las urnas. A estas alturas no tiene nada que demostrar. Ya demostró que fue capaz de integrar a PPL en su partido y recibir de vuelta en el PP a militantes díscolos que hicieron mella en la imagen de su Gobierno. No es de extrañar que vuelva a integrar a quienes le han peleado el liderazgo.
El caso es que en Madrid no tienen claro qué pasará el 28M en Melilla. Según publica El Español, dan por asegurada la continuidad con mayoría en Ceuta, donde nadie pone en duda la victoria contundente de un Vivas que se consagró como hombre de Estado durante el amago de Marcha Verde que Marruecos orquestó en mayo de 2021 contra la ciudad autónoma. Pero de Melilla no hablan. Sí mencionan, en cambio, que los socialistas Page, Lambán y Vara pueden perder el trono en Castilla-Mancha, Aragón y Extremadura.
Que no hablen de ti también es buena noticia porque te abre las puertas a convertirte en la gran revelación. El CIS de Tezanos le da la victoria a Imbroda en Melilla y con un porcentaje de votos mayor que el que sacó en 2019. Pero no hay que fiarse y menos de este CIS. No lo digo por las sospechas que habitualmente despierta su cocina sino porque en la ciudad solo se han sondeado a 20 personas y el margen de error supera el 20%.
Desde la Dirección Nacional del PP han enviado mensajes claros a la parroquia: cada candidato tendrá tres oportunidades y "si a la tercera no es la vencida", hay que abrir procesos de renovación de equipos. Puede que ésta sea la última oportunidad para Imbroda, pero eso siempre depende de qué lectura se haga.
En 2015 ganó las elecciones, pero necesitó a PPL para gobernar. En 2019 ganó las elecciones, pero necesitó a De Castro y éste se quedó con la silla de presidente. En 2023 tiene que ganar sí o sí y en el PP local la gente tiene la corazonada de que en mayo volverán a gobernar con solvencia.
No hay euforia, pero se respira confianza serena a pesar de lo que insinúan las pocas encuestas con datos locales que han salido antes del CIS y que otorgan buenos resultados a CpM.
Lejos de apuntarse al estilo bronco del Congreso, el PP de Melilla mantiene a día de hoy el tono y el perfil bajos. Lo vimos en el pleno de la semana pasada que consiguió tener un verdadero espíritu navideño.
Imbroda sabe de qué va esta historia porque él la ha vivido ya. Quiere que la gente vuelva a ver al PP como un partido de mayorías, sin estridencias y abierto a muchas sensibilidades. Saben que para ganar hacen falta votos de todos los rincones y en estos momentos tienen claro cuál es el objetivo: conseguir la presidencia de la Ciudad y el diputado al Congreso a finales de año, en las generales.
El presidente tiene ante sí un reto enorme: hacer una lista renovadora y seguir contando con quienes no le dieron la espalda en su travesía por el desierto.
Él dijo que se iría y no se fue. A toro pasado y viendo lo que pasó con Albert Rivera, en Ciudadanos, lo fácil habría sido irse y ver cómo el partido que él llevó a la cima se rompía en pedazos en una lucha de poder interna sin precedentes.
Lo realmente difícil es haber gobernado; pasar a hacer oposición, soportar una cura de humildad sin manual de instrucciones y mantener un círculo prieto en medio de una situación de debilidad que le puso al borde del abismo, sobre todo, en tiempos de Pablo Casado.
Pero ese es el pasado. El futuro está en sus manos. Imbroda tiene que elegir quién sirve para empujar, quién es bueno para sostener y quién le puede ayudar a integrar.
El PP ha de llegar a mayo con la serenidad de hoy y una lista que dé seguridad a todos los que han contestado al CIS de Tezanos que hoy estamos peor que en 2019. Sólo así se consigue una victoria como la Juanma Moreno en Andalucía. Ese debe ser el objetivo: unir, sumar y ganar.
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