La trasformación de La Cañada y Reina Regente que el Gobierno local se ha marcado como objetivo aún no es visible. Ambas barriadas están todavía a la espera del anunciado cambio que acercará a sus residentes al resto de los melillenses. Los cambios en estas zonas son necesarios en todos los ámbitos, desde el social al urbanístico, pasando por el económico, educativo, cultural... Y la empresa no es fácil porque la transformación hay que conseguir hacerla con el beneplácito, el apoyo y el convencimiento de los vecinos.
No lo tiene fácil el consejero encargado del desarrollo de estos dos distritos. Se puede decir que Javier González lo tiene casi todo en contra. En primer lugar, su departamento es una área de coordinación que carece de presupuesto propio, por lo que no cuenta con capacidad ejecutiva. Su labor está enfocada hacia el asesoramiento al resto de consejerías y hacia la interlocución del Gobierno con los vecinos.
Por otra parte, los problemas que afectan a estos distritos y a sus residentes vienen de largo. El paso del tiempo, la falta de atención o la desidia de los gobernantes de turno han provocado que los asuntos a solucionar ahora hayan alcanzado características parecidas al nudo del legendario rey Gordio, aquél tan complicado que nadie era capaz de soltar. La Cañada y Reina Regente necesitan la intervención de un político con dotes de cirujano: Pulso firme, decisión, paciencia y conocimiento meticuloso del entramado social, político, cultural y económico para evitar que la futura solución que se vaya aplicando en esas barriadas sea peor que los actuales problemas.
Por otra parte, el tiempo tampoco corre a favor de Javier González. Los vecinos necesitan empezar a palpar algunas de las medidas prometidas hace poco más de dos años, con el inicio de la legislatura. El paso de Rafael Marín por esta consejería y la posterior sustitución por su actual titular ha servido para plantear la necesidad de estudios que ofrezcan un panorama lo más realista de la situación. También ha habido acercamientos con los vecinos para conocer sus inquietudes. Pero hasta ahora la transformación de estos distritos no ha alcanzado el ritmo que desearían sus residentes y el resto de ciudadanos de Melilla.
Nadie niega la dificultad de la empresa. Ni siquiera los partidos de la oposición pueden reprochar al Ejecutivo local que la situación no haya registrado una trasformación inmediata. El cambio que necesitan esos barrios es de tal magnitud y tan complicado que no contaría con ninguna credibilidad quien prometiera un giro en el corto plazo. Sin embargo, sí es preciso contar cuanto antes con un calendario u ‘hoja de ruta’ para saber cuál es el proyecto exacto que se va a poner finalmente encima de la mesa, para poder debatirlo y establecer los plazos de tiempo para su ejecución.
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