Hace unos días leía un artículo muy interesante publicado en El Faro por el presidente de la Asociación Andaluza de la Empresa Familiar, el melillense José Luis Martínez Lázaro, que explica los motivos por los que compañías que son competidoras entre sí deciden y hacen bien en agruparse. La respuesta es sencilla: la unidad da fuerzas para buscar soluciones a problemas comunes.
Y casi siempre, en aras de conseguir y preservar esa unidad, es necesario renunciar a intereses propios para, como decía el empresario, mantener a flote la nave en la que navegamos todos.
La reflexión la hacía Martínez Lázaro basándose en su experiencia empresarial, pero yo creo que vale para casi todo en la vida. Juntos, somos más fuertes. Por eso me cuesta tanto entender por qué desde hace algunos años, la patronal melillense no consigue hablar con una voz única. Antes del tripartito teníamos la Confederación de Empresarios de Melilla y la Plataforma de Empresarios. Después del tripartito seguimos teniendo la CEME y acabamos de ver nacer Pymes Melilla.
No creo que sea un problema de nombres sino de la existencia de una percepción que invita a pensar que, con ideologías dispares, es imposible que haya intereses comunes.
Personalmente no creo que eso sea así. ¿Qué puede tener en común un bar con un promotora de viviendas? Otra vez la respuesta es simple: Melilla es lo que todos tenemos en común. Está ahí, delante de nuestras narices, y no lo vemos.
En ese contexto de división interna, cinco empresarios de la hostelería han decidido echar un pulso al presidente del sector, Chakib Mohamed, del restaurante La Traviata. Un hombre con las ideas muy claras, que llegó a presidir la asociación tras el mandato del histórico Amaruch Hassan, de Casa Sadia y Caracol Moderno.
A Chakib Mohamed le han enviado un burofax conminándolo a celebrar una Asamblea, a presentar las cuentas de la Asociación de Hostelería y a convocar elecciones.
He visto en redes sociales que quienes le critican le achacan el terrible mérito de haber hundido el sector, de haber hecho una pésima gestión... Puede ser. Ni lo afirmo, ni lo desmiento. Pero me parece que en sus argumentos obvian un inmenso detalle: la pandemia.
Hablan como si en el mundo entero no hubiera habido coronavirus; como si los bares no hubieran pasado meses cerrados en toda España; como si Melilla no hubiera salido a la calle en 2018 (dos años antes del covid) a protestar porque la ciudad se estaba muriendo. Hablan como si todavía no estuviera vigente la distancia social dentro de los establecimientos de restauración de la ciudad.
La crisis de la hostelería local previa a la pandemia, por cierto, es uno de los motivos por el que las ayudas del Gobierno al sector sólo han llegado al 50-60% de los empresarios. A muchos el covid los pilló con deudas con la Seguridad Social y para recibir subvenciones ya se sabe que hay que estar al día con esas cosas.
Revisando los estatutos de la Asociación de Hostelería, Chakib Mohamed ha comprobado que datan de 1977. O sea, son preconstitucionales y nadie los ha tocado hasta ahora que el presidente los ha revisado para ver cómo hace frente a esta especie de moción de censura que le han presentado y que seguramente tiene detrás motivos de peso y argumentos potentes.
Esos empresarios que quieren renovación en la Hostelería de Melilla tienen todo el derecho del mundo a querer cambiar las cosas, pero sigo defendiendo que ese cambio debe hacerse no sólo pensando en qué es lo que me conviene a mí o a mi empresa sino qué es lo que conviene a todos. O lo que es lo mismo: qué es lo mejor para el sector.
Chakib Mohamed no entiende por qué hasta ahora, dice, los mandatos en la Asociación de Hostelería eran de cuatro años y ahora se aspira a que sean de dos. Si hay votos suficientes, como marcan los estatutos vigentes, los empresarios del sector de los bares, restaurantes y cafeterías están abocados a celebrar unas elecciones a las que no tiene previsto presentarse a la reelección el dueño de La Traviata.
Quienes saben de política, de traición y de unidad suelen aconsejar en estos casos dosificar fuerzas, imponer respeto por lo que puedes llegar a hacer y no por lo que haces y, sobre todo, hacer equipo por muy seguro que se esté de poder hacerlo solo.
No corren tiempos para hacer la guerra por cuenta propia. El sentido común dice que si hay un interlocutor válido con la Administración, lo más sensato es aprovechar los mimbres que se tienen para tejer un cesto. Seguramente se puede hacer mejor. Todo se puede mejorar, pero si a menos de un año de las elecciones, ya tenemos a los políticos en modo avión y cambiamos el interlocutor, entre que se genera la confianza mutua, celebramos reuniones y nos hacemos las fotos, nos metemos en elecciones y a esperar a que se forme un nuevo Gobierno.
Los empresarios son los que crean empleos. Unos con ayudas, otros sin ella. Ellos son el pilar de la economía. En medio de una inflación galopante que está poniendo en peligro el concepto de bares que conocemos y nos gusta, la bronca no es la solución sino parte del problema.
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