La albarrana (Drimia maritima), una planta común en Rostrogordo y en el barranco del Nano, es un miembro de la familia de las Liliáceas, y, por tanto, está emparentada con los ajos y las cebollas.
Además, es fácil confundirla con los gamones o varitas de San José (género Asphodelus), pues al igual que éstos su flor es una larga vara que surge de la planta cuando ya se han secado sus hojas. Otras cosas que tienen en común, son su toxicidad o el hecho de salir en suelos pobres y erosionados.
De ahí que la abundancia de estas dos especies confirma que estamos ante un suelo muy pobre. Si solo son gamones y albarranas los que ocupan una zona determinada, sin la presencia de otras especies acompañantes, se puede asegurar que ha perdido todo su suelo fértil, ya sea por ser un cultivo abandonado y erosionado o porque se haya sobrepastoreado.
Mientras, la diferencia principal entre gamones y albarranas estriba en que las hojas de la albarrana son mucho más anchas, además del peculiar color verde de los estambres de sus flores.
Asimismo, el bulbo de la albarrana es muy parecido al de la cebolla común, y al igual que ésta, suele asomar parte de él fuera de la tierra. En esto último también se distingue de las varitas de San José, cuya raíz en vez de ser un bulbo, está compuesta por una serie de tubérculos estrechos.
Otra peculiaridad de las cebollas albarranas, al menos en nuestro entorno, es que sus hojas suelen estar plagadas de orugas de la curiosa polilla Ocnogyna baetica.
Un estudio sobre estas orugas ha descubierto que tienen la facultad de automedicarse, absorbiendo las toxinas de su planta huésped, para luchar contra uno de sus peores enemigos: un género de avispas que inoculan sus huevos en el interior de las orugas.
Así, cuando las orugas no están protegidas por estas toxinas, los huevos de las avispas eclosionan en su interior, y se convierten en larvas que devoran a las orugas por dentro hasta que emergen de su cuerpo como adultas.
La novedad de esta investigación es que las orugas usen estas toxinas contra las avispas, pues ya era conocido que muchas especies de mariposas usaban el recurso de poner sus huevos en una especie de planta concreta para que sus orugas, inmunes a los principios tóxicos de estas plantas, no pudieran ser comidas para aves y otros depredadores más grandes.
La cebolla albarrana era ya conocida y utilizada antiguamente en la medicina tradicional mediterránea. Incluso sus propiedades se mencionan en escritos del antiguo Egipto, y era reconocida por los célebres médicos de la Grecia clásica.
Como muchas plantas medicinales, la cebolla albarrana es tóxica, y su consumo es peligroso si no es administrado por alguien que conozca la dosificación correcta.
En tanto, sus usos son múltiples: desde tónico cardíaco hasta cicatrizante de las grietas de los pies, además de sanar mordeduras de víbora, problemas intestinales y pulmonares, y curar las verrugas.
En el Rif, se utiliza asimismo para curar infecciones internas, como las de oído. Para estos casos se suele cocer el bulbo y se vierte el caldo resultante a través del conducto auditivo hasta que llega al foco de la infección.
Conocer los usos tradicionales de las muchas plantas medicinales que viven en nuestros campos ayuda a valorar en su justa medida la rica diversidad vegetal que albergan, y nos enseña que la más sencilla de nuestras plantas puede tener un valor insospechado.
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