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Kemel y Farid Mohamedi: "Dicen que somos la Coca Cola en Melilla, pero de especias"

Kemel y Farid Mohamedi son dos empresarios melillenses que a sus 39 años y 44 años respectivamente son propietarios de las marcas centenarias Kif Kif, de especias, y Viuda de Gallego, de café, que forman parte de la historia de Melilla.

Kif Kif ha fijado su fábrica en Murcia y Viuda de Gallego, en Valencia, pero ambas, a pesar de todos los obstáculos siguen funcionando desde Melilla, donde además los empresarios acaban de abrir un centro de ocio en las naves del Real (calle Veleta, 8), con pistas de pádel indoor, gimnasio crossfit, parque de bolas e hinchables para niños y terraza con cafetería. Es lo que comentábamos hace algún tiempo que no existía en Melilla, un sitio pensado para que los padres desconectemos mientras los niños juegan.

En cualquier otra ciudad española Padel Sport 365 sería una inversión pública de gestión privada. Sin embargo, aquí, es 100% privada y lejos de recibir apoyo de la Administración, el  proyecto de Kemel y Farid Mohamedi optó en diciembre a ayudas públicas para crear 10 puestos de trabajo, pero finalmente no recibieron la subvención porque uno de los trabajadores a los que iba a dar de alta estaba contratado dos horas en otro sitio y las bases de la convocatoria exigían que todos los empleados estuvieran en paro. No le permitieron enmendar el fallo.

Quedó eliminado automáticamente pese al esfuerzo y el valor que lleva en estos tiempos una inversión como la que han hecho Kemel y Farid Mohamedi. No les dieron la oportunidad de cambiar ese trabajador por otro, como si estar dado de alta dos horas al día se pudiera considerar estar empleado. Tampoco le ofrecieron la posibilidad de conseguir la subvención para los otros 9 puestos de trabajo.

En fin, el empresario se quedó sin la subvención que le habría permitido crear diez nuevos empleos en Melilla y darle un empujoncito a su centro de ocio de 1.500 metros cuadrados en estos momentos tan difíciles para quedarse en la ciudad.

Kemel y Farid Mohamedi no se quejan, solo recurren a los hechos: no les dieron la subvención, pero ellos siguieron adelante. Ahora echan horas como camareros o lo que haga falta en su propio negocio, hasta que despunte, que seguro despuntará, y entonces podrán respirar un poco.

Ellos saben lo que es trabajar porque llevan haciéndolo toda su vida. Desde que tienen uso de razón, ambos ayudaban a su padre, Marzok Mohamedi, a mezclar las especias de Kif Kif con la receta heredada de su abuelo Mohamedi Tahar, el primero de la saga familiar que abrió una pequeña tienda en 1905 en la calle García Cabrelles, del Rastro.

Kemel y Farid crecieron y tropezaron con la realidad con la que tropiezan muchos jóvenes melillenses: no había trabajo para ellos en la ciudad. Uno se fue a Madrid y el otro a Málaga. Al jubilarse su padre, regresaron a Melilla para hacerse cargo del negocio familiar, que ha resistido un siglo vendiendo especias. Durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus les fue bien, porque al estar la frontera cerrada desde marzo de 2020, el mercado local era suyo.

Pero en cuanto reabrió el paso fronterizo de Beni Enzar, el 17 de mayo de 2022, las ventas de especias cayeron porque la gente que sale a Marruecos compra las mezclas allí, pese a que Kemel y Farid están convencidos de que su producto, Kif Kif, que en Melilla puede comprarse en supermercados como Mercadona, Carreforur o Suma, tiene mejor calidad que lo que se vende en los zocos y tiendecillas de Nador y Beni Enzar.

Ahora mismo, en Kif Kif triunfa la mezcla artesanal de nueve especias entre las que destacan la cúrcuma y el comino, en una combinación que Kemel y Farid aprendieron de niños. Ellos dos son los únicos que saben cómo se hace 'la mezcla moruna' que les ha llevado a triunfar en el mercado.

Kemel y Farid Mohamedi explican que fue su padre, Marzok, quien ideó el nombre de la marca: Kif Kif aunque al principio quiso llamarle Danone. Luego comprobaron que esa marca, aunque no estaba en el mercado funcionando en ese momento, ya estaba registrada. Así que el padre de Kemel  y Farid dijo: "Vamos a ponerle Kif Kif".  Nadie podía imaginarse que muchos años después la mezcla de especias de Melilla iba a recibir pedidos de toda España y de países como México, Argentina, Kenia, Bélgica, Holanda, Alemania o la República Dominicana.

Las trabas de aduana

Pero fue en ese proceso de internacionalización en el que Kif Kif chocó con las innumerables trabas de aduana que tenemos en Melilla y que probablemente están detrás del cierre o la marcha de 600 empresas de la ciudad o de que el mes pasado no se haya registrado ni un solo negocio en Melilla. Somos la única autonomía con cero inversión en enero de 2023.

Ahí está la explicación de por qué Kemel y Farid Mohamedi quitaron la fábrica de especias que tenían en la ciudad y la trasladaron a Murcia, después de 34 años en funcionamiento en las naves.

"¿Tú sabes lo que cuesta sacar la mercancía de Melilla?" , pregunta Kemel.

Según explica, no es lo mismo meter la mercancía en la ciudad, que sacarla. Y pone un ejemplo fácil de entender: traer un palet de Málaga a Melilla por ejemplo, sale por una media de unos 60 euros, pero llevar el mismo palet de Melilla a Málaga se sube a entre 300 y 400 euros.

Ojalá ese palet costara solo 300-400 euros. A eso hay que sumarle el 12% de aranceles y el 10% de IVA, más lo que cuesta el porte y el despacho. En resumidas cuentas, un palet de mercancía valorado en 1.000 euros, tiene unos 500 euros de gastos.

En números, estamos hablando de que si un madrileño pide un kilo de especias desde Murcia, le sale por 10 euros, pero si lo tienes que enviar desde Melilla a esos 10 euros tienes que sumarle 50 de despacho, 8 de porte... y la gente deja de comprar porque sale caro.

Y en este punto, Kemel Mohamedi cuenta que le contactó un comercial que quería llevar sus especias a Santo Domingo (República Dominicana) y para hacer el envío tuvo que hacerlo en un camión común desde Valencia. Lo mismo le pasó con un encargo de 50 kilos de especias, hecho desde Kenia y solo los portes desde Melilla sumaban 300 euros en gastos adicionales.

Todo esto va apretando la cuerda alrededor del cuello de los empresarios de la ciudad. Por eso, Kemel y Farid Mohamedi han pasado de los 10 empleados que tenían hasta el confinamiento a los 4 que les quedan ahora.

A pesar de esta barrera de obstáculos, Kemel y Farid Mohamedi han hecho crecer el negocio familiar. Su abuelo tenía una pequeña tiendecita en García Cabrelles y sus nietos abrieron una en la Avenida de Duquesa de la Victoria y además han continuado con el negocio online, vendiendo a toda la península, aunque sus puntos fuertes son Málaga y Melilla.

La actividad comercial en Internet les permite quitarse el 'stock' y también ahorrar puestos de trabajo y problemas. Ahora puede trabajar con toda la península sin trabas ni aranceles.

Viuda de Gallego, el café de Melilla

Kemel y Farid Mohamedi compraron la marca Viuda de Gallego, una empresa con 100 años en Melilla, cuyo propietario se había jubilado y la empresa llevaba ya dos años cerrada. Ahora, la fábrica de tostar café la tienen en Valencia.

En este caso, como en el de Kif Kif, los problemas empezaron en cuanto la maquinaria empezó a fallar y comprobaron que no hay servicio técnico en la ciudad para arreglar los tostadores de café. Traer un técnico desde la península, con los gastos que acarrean los billetes de avión a los no residentes no les salía rentable. Pero aún así, Kemel y Farid Mohamedi mantienen su intención de quedarse en Melilla.

¿Por qué? "Yo soy de Melilla y tengo que seguir aquí porque aquí tengo mis clientes y mi empresa", contesta Kemel Mohamedi a El Faro, convencido de que la ciudad tiene futuro y su apuesta también. "Dicen que somos la Coca Cola en Melilla, pero con las especias".

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