La biblioteca pública de Melilla, de titularidad estatal, pero gestionada por la Consejería de Cultura, sigue dando quebraderos de cabeza. En la etapa de Fadela Mohatar los problemas venían por unos horarios de oficina (9:30 a 13:30 y de 16:30 a 19:30 horas) que no se ajustaban a las necesidades de los estudiantes y opositores. A eso hay que sumar el retraso tecnológico que impide entrar con el bolso o mochila a las salas de estudio. Aquí todavía funciona el sistema de taquillas como única alternativa para entrar a estudiar.
Ahora las quejas vienen porque, a pesar de las altas temperaturas en la biblioteca pública de Melilla no encienden el aire acondicionado, es obligatorio el uso de mascarillas y para combatir el calor, abren las ventanas, dejando entrar así en la única sala de estudios que depende de la ciudad todo el ruido de la Plaza de España, una de las arterias con más tráfico y obras.
Si la situación ya era difícil, ahora es desesperada para quienes aspiran a prepararse la Selectividad (EBAU), unas oposiciones o estudios de Máster o Doctorado en esta ciudad. Eso nos mantiene en franca desventaja con el resto de España. Cualquier municipio del interior de Málaga tiene una biblioteca pública en condiciones. Nosotros tenemos que enfrentarnos a problemas de vivienda en un territorio, donde abundan las familias numerosas y las casas pequeñas. A eso, añadimos la falta de inversiones en salas de estudio.
Aprovechando que la nueva redistribución del fondo no reembolsable de 16.000 millones que el Estado destinó a las comunidades autónomas (de ellos, 2.000 millones para Educación) Melilla ha conseguido un pellizco de 25 millones podríamos empezar a invertir en una sala de estudio en condiciones o, como mínimo, en la modernización y ampliación de la biblioteca pública de la Ciudad.
No es de recibo que los estudiantes melillenses tengan que afrontar los exámenes con un nivel de estrés superior al del resto de españoles ante la imposibilidad de estudiar en una sala sin permanecer codo con codo con otras personas que no respetan el silencio, pero que tampoco tienen un sitio donde estudiar en grupo.
Luego nos quejamos de la alta tasa de fracaso escolar de nuestra ciudad. Algo de responsabilidad tienen los políticos en ello. Su falta de gestión se lo pone muy difícil a quienes quieren estudiar, pero no tienen dónde.
Ahora que la Consejería de Educación y Cultura comparte signo político con la Dirección Provincial de Educación y el Ministerio de Educación sería un buen momento para sacar adelante inversiones que doten a esta ciudad de una sala de estudios o biblioteca en condiciones. Estamos a falta de saber cuánto y cuándo nos llegarán las partidas presupuestarias del Plan Marshall de Bruselas, pero deberíamos estar preparados para saber en qué invertir el dinero. No podemos mantener una biblioteca pública en las condiciones en las que está la nuestra.
En mi opinión, hay infraestructuras que no tienen sentido sin aire acondicionado: bibliotecas, cines, teatros… La Cultura necesita de un ambiente acogedor para florecer. Eso es indiscutible. A quién se le ocurre, con los calores que tenemos, apagar el aire acondicionado de la biblioteca pública. ¿De verdad os creéis que esto puede estar pasando en la Biblioteca Nacional de Madrid? Pues lo que no es bueno para Madrid no puede ser bueno para Melilla.
No podemos seguir conformándonos con ser ciudadanos de segunda. Ya está bien de que tengamos que aceptar como normal la máxima de que siempre se puede estar peor. Deberíamos mejorar, pero aquí las cosas no funcionan atendiendo a la lógica.
¿Y saben qué? Con la piel tan fina que tienen los políticos del cambio que conforman el tripartito, me temo que se tomarán este artículo como un ataque y no como lo que es, una tribuna de las quejas de la ciudadanía.
Estamos a menos de tres días de la celebración de los exámenes de la EBAU. Poco podrán hacer desde la Consejería de Educación para solucionar el problema. No tenemos certezas en torno a la propagación del coronavirus, pero ante la duda, en lugar de apagar el aire acondicionado, lo suyo sería llamar al Ministerio de Sanidad y preguntar qué riesgos reales se corren con tenerlo encendido. Lo tienen encendido las administraciones públicas y todavía no tenemos un brote declarado en ningún edificio que dependa del Estado o de las corporaciones locales. Entonces, ¿a qué viene el miedo a encender el aire acondicionado en la biblioteca pública?
Espero que no sea para ahorrar en el recibo de la luz. Sería de juzgado de guardia.