Educación

Jorge Vera: “Las enseñanzas artísticas están en un limbo normativo que ofrece unas enseñanzas desfasadas”

Las Escuelas de Artes y Oficios fueron unas instituciones educativas nacidas en España en el siglo XIX que estaban dirigidas a la formación de los obreros con la finalidad de “mejorar su posición social”, como dijo, en su momento, el ministro de Fomento liberal, José Luis Albareda en 1882.

El primer centro de estas características fue la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, creada en 1871, en los inicios del Sexenio Democrático.

Sin embargo, con el paso de los años, la finalidad para la que nacieron se fue diluyendo hasta convertirse en instalaciones con un destino más recreativo que formativo.

El director provincial del SEPE en Melilla, Jorge Vera, acaba de editar la publicación, titulada Origen y Evolución de las Escuelas de Artes y Oficios en la España Contemporánea con la que además se ha doctorado Cum laude por la Facultad de Historia del Arte. En ella se hace un repaso por el origen de unas escuelas que con la nueva ley de educación cobrarán la relevancia de antaño.

“Esta publicación es parte de mi trabajo del doctorado en Historia del Arte. En él hago un estudio sobre el origen y la evolución de las escuelas de artes y oficios en la España contemporánea. El próximo libro se centrará en Melilla  y saldrá, si Dios quiere, en 2025. Se trata de un compendio que nunca se ha abordado en su totalidad y que persigue acercar a los lectores, investigadores y curiosos la historia de la enseñanza artística, reglada en nuestro país, y que ha sido defenestrada a lo largo de los años".

Sin embargo, apunta Vera, "la nueva ley de enseñanza artística, que se acaba de aprobar, permitirá desarrollar con todos los medios las formaciones adecuadas y necesarias que demanda un país en el ámbito del diseño y de lo que, actualmente, se denominan industrias creativas”.

Con esta idea en mente, Vera ofrece “una respuesta a un vacío sin cubrir en la investigación. En este texto, podemos conocer los fines con los que se construyeron, a qué tipo de industrias se enfrentaron y cómo evolucionaron desde el primer tercio del siglo XIX hasta la actualidad, tanto en el ámbito normativo como en el pedagógico”.

La primera escuela de estas características surgió en Madrid “con la Revolución Industrial a mediados del siglo XIX. En aquel momento, Alemania, Inglaterra y Francia estaban a la cabeza de España, ya que la historia moderna de nuestro país pasaba de una crisis a otra”.

En Madrid, en 1824 se inauguró el denominado Conservatorio de Arte: “posteriormente, este conservatorio no daba respuesta a la demanda de las empresas, ya que casi todas las enseñanzas se dirigían a la artesanía y faltaba el desarrollo industrial. Entonces, surgió el Real Instituto Industrial".

Conocedores de que otros países cercanos nos llevaban ventaja, “desde España se enviaban a los alumnos aventajados, por decirlo de alguna manera, como “espías” a escuelas de París, Berlín o Londres y poder importar esos avances a nuestro país e ir remontando”.

Sin embargo, esta idea tampoco dio sus frutos, ya que “el problema de las escuelas de artes y oficios era que estaban centradas en el mundo de la artesanía y no se adentraban en el desarrollo de la maquinaria del trabajo y la producción. Entonces nacieron las escuelas industriales que evolucionaron hasta lo que hoy conocemos como Formación Profesional”.

La Formación Profesional “devaluó las escuelas porque siendo prácticamente lo mismo las usaron para formar a obreros y artesanos que eran lo más bajo del escalafón. Por el contrario, los alumnos de las escuelas industriales serían peritos industriales, contramaestros, un nivel intermedio entre el ingeniero industrial y el obrero artesano".

"Desde el siglo XIX hasta hoy, la escuela de artesanía fue relegada a la posición más baja dentro del organigrama estructural de Instrucción Pública de Educación hasta 1970 cuando entró en vigor la Ley General de Educación. Dese el siglo XIX hasta 1970, estas escuelas estaban fuera de la normativa de la educación, no tenían títulos homologados, ni verificados”.

“Por primera vez en 1990 con la entrada en vigor de la LOGSE, la escuela de artes y oficios entra en el sistema educativo”.

Melilla también tuvo su escuela de artes y oficios: “la primera se construyó en Melilla la Vieja en 1907. En ese momento, en Melilla se estaba proyectando el Ensanche y fue cuando se ideó instalar la escuela en la Plaza de Armas. El teniente coronel, Alejandro Rodríguez-Bórdalo y Álvarez y el general Chacel llevaron a cabo un proyecto para edificar una escuela con el objetivo de “formar a carpinteros, herreros de modelado y vaciado de esculturas para elaborar la zona ornamental de los edificios del Ensanche Modernista”.

La escuela se cerró en el año 1909, debido a las campañas del Riff y no volvió a abrir hasta 1921 “justo cuando se inauguró la Escuela General y Técnica de la calle García Cabrelles. Después se pasó a denominar Instituto General y Técnico y más tarde Instituto Hispano Marroquí. Hasta 1966 sufrió diversas transformaciones y la última etapa fue el Colegio Mediterráneo que era la Escuela de Artes y Oficios de la República del 33 dónde estarán hasta finales de la década de los 80”.

Las enseñanzas de estas escuelas, como manifiesta Vera, pese a estar homologadas desde 1988 y ser oficiales “tenemos normativas obsoletas. Ahora mismo no se puede competir con la Formación Profesional que ofrece los mismos títulos de Técnico y Técnico Superior y disponen del Fondo Social Europeo. Ellos son capaces de crear títulos adaptados a la realidad del mercado laboral. Las enseñanzas artísticas están en un limbo arcaico con una enseñanza que no tiene acogida en el mercado laboral en comparación con el resto de Europa dónde sí tienen prestigio. Hay que hacerlas más utilitarias, más reales y adaptadas al mercado laboral”.

Las escuelas de artes y oficios en la práctica diseñan. Ahora son centros utilitarios, no industrias creativas, pero la enseñanza en estas escuelas no es la de Bellas Artes. Se trata de enseñanzas pensadas para tener utilidad en la industria y que sea productiva: “por ejemplo, en Sevilla hay mercado para este mundo profesional, debido a la cantidad de tallas que alberga la ciudad. En Melilla tendría que centrarse en industrias que requiera la ciudad”.

El primero de los libros de Jorge Vera estará en preventa hasta los días 4 ó 5 de diciembre y la presentación se estudia para mediados de diciembre, un evento que a Vera le gustaría fuese en Melilla, aunque está por determinar.

Con esta publicación, fruto de su tesis doctoral, Vera hace un recorrido por las entrañables escuelas de artes y oficios que tan olvidadas están en nuestro país y, de alguna manera, rescata unos estudios muy concretos y necesarios.

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