Jesús Romero Imbroda tiene 40 años y dirige la clínica de Neurociencias Imbrain, ubicada en uno de los edificios modernistas más imponentes de Melilla, en el número 2 de la Avenida Juan Carlos I. El Faro ha conversado con él para saber qué lleva a un profesional joven y con una brillante carrera dentro y fuera de España a dar el paso de invertir a lo grande en la ciudad donde nació.
Miembro de la Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental, el doctor Romero Imbroda habla bajo y pausado, como acariciando las palabras, pero a la vez transmite mucha fuerza, en una simbiosis perfecta entre poder y querer: tiene ganas de ir a más y también, quién sabe, de regresar en algún momento a los escenarios a hacer música: una pasión aparcada.
En su despacho, entre prestigiosos títulos, el doctor Romero Imbroda exhibe un disco de su banda de la juventud, Dique Sur, con la que estuvo a punto de grabar un disco para Sony Music. Al final el contrato se lo llevó la Oreja de Van Gogh y la Neurología lo agradecerá siempre.
Hoy, además de dirigir la Clínica Imbrain de Melilla, pasa consulta en el Hospital Regional Universitario de Málaga y ha sido profesor asociado de la Facultad de Medicina de la UGR.
–Usted ha hecho una brillante carrera fuera de Melilla. ¿Por qué regresar?
–Obligatoriamente para hacer la carrera de Medicina tienes que marcharte. Aquí no tenemos Facultad de Medicina y en Andalucía hay cuatro o cinco facultades. Había que marchar sí o sí. Para los melillenses es una ventaja porque te obliga a emanciparte con 18 años, cosa que en otras localizaciones es mucho más difícil. Te da mucha madurez.
Yo soy de Melilla. Me gusta mucho Melilla. Soy muy familiar y mi familia está aquí. Me gusta la ciudad y me gusta disfrutar. Después de estar por un montón de sitios en el mundo, yo creo que volver a casa es muy agradable.
Cuando he estado en otras ciudades ejerciendo la Medicina, siempre me ha resultado atractivo y me ha dado un poco de envidia ver que compañeros míos veían a gente cercana, a familiares y para mí todos los pacientes eran desconocidos porque no estaba mi ciudad. El poder estar en tu ciudad, ayudando o aportando salud y soluciones a tus amigos o vecinos o ciudadanos es una sensación muy agradable para desarrollar este oficio.
–Y ha vuelto a lo grande...
–Bueno, volví en 2009, una vez finalizada mi formación como neurólogo y después de haber estado en varios hospitales. Cuando volví, vi que mi especialidad no estaba representada en la Medicina privada, que asume parte pública porque en Melilla hacer sanidad privada es una manera de hacer sanidad pública; de desarrollar ciertos conceptos que en la Facultad no te enseñan como la de gestión. Porque no es sólo trabajar la Medicina. Tienes que ver cuánto cuesta pagar la luz, contratar una enfermera, generar recursos, empleo... Eso te da nuevas habilidades que resultan atractivas como es la autogestión.
A diferencia del dinero público, tú eres tu propio inversor. Es muy atractivo jugártela y es muy satisfactorio ver que si haces bien las cosas, las cosas funcionan.
–¿Qué tipo de paciente acude a su clínica?
–Nuestra especialidad afecta a todas las edades de la vida, desde recién nacidos hasta gente muy anciana. Las enfermedades neurológicas, lamentablemente, están presentes en cualquier momento de la vida, tanto niños a nivel de desarrollo y retraso en la adquisición de habilidades. Epilepsia, por ejemplo, son un conjunto de enfermedades que vienen vinculadas a crisis epilépticas, que son episodios de pérdida de conciencia habitualmente, con convulsiones o no.
–¿Cuál es el motivo más frecuente de consulta?
–El motivo más frecuente de consulta de neurología es la cefalea, los dolores de cabeza. ¿Quién no ha padecido dolores de cabeza en algún momento de su vida? Sólo hay un 5% de la población que nunca ha padecido un dolor de cabeza. El resto sí. Pueden ser migrañas, cefaleas tensionales... No son dolores de cabeza que amenacen la vida. Pero hay otros dolores de cabeza que tienen debajo algún peligro para la salud, que hay que atender o que tratar para identificar. Es el caso de la meningitis, los tumores cerebrales y malformaciones vasculares cerebrales. También enfermedades neurodegenerativas que puede aparecer en gente joven como la esclerosis múltiple, que es una enfermedad donde se producen focos de inflamación. Un poco más mayor puede aparecer la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad muscular neurodegenerativa, que produce parálisis progresiva o ya a partir de los 60 o 70 años empieza todo el abanico de enfermedades cerebrovasculares como los ictus o degenerativas como la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson y otros tipos de demencias que se asocian a la edad.
A lo largo de la vida de un ser humano, la patología neurológica puede impactar en él y es la Neurología clínica, la especialidad de Medicina que se encarga de atender, diagnosticar, tratar y restaurar la salud de los pacientes.
–Queda mucho por investigar todavía.
–Los atractivos de mi especialidad es que no todo está desarrollado y que la Neurología es una de las más jóvenes que existen. En los últimos años ha habido revoluciones, por ejemplo, en el tratamiento del ictus. Hace diez o quince años alguien con un ictus llegaba pronto al hospital y se le podía poner un fármaco intravenoso que disolvía el trombo. Pero ahora sabemos que incluso con cateterismo podemos navegar y llegar al trombo y quitarlo.
En epilepsias se han desarrollado un montón de fármacos en los últimos años. Para la migraña, también. Ahora vienen un montón de novedades para la migraña rebelde, refractaria o crónica. También hay nuevos tratamientos para la esclerosis múltiple, pero lamentablemente hay otras disciplinas como por ejemplo enfermedades neuromusculares como la ELA o la demencia tipo Alzheimer, donde todavía tiene que innovarse más y donde los ensayos clínicos no están dando los frutos necesarios. La sociedad científica se tiene que esforzar aún más en aportar nuevos tratamientos que mejoren la calidad de vida; que traten los síntomas; que intenten rehabilitar y que mejoren el pronóstico vital de los pacientes.
–Teniendo tanto trabajo aquí en la clínica ¿no se cierra la puerta a seguir investigando?
–Yo realizo investigación. Yo he vuelto a casa, pero estoy en varios lugares. Trabajo para la sanidad pública en el Hospital Regional Universitario de Málaga. En ese hospital, desde que nació mi hija pequeña, que se llama María, pedí una reducción de jornada y ahí estoy participando en la unidad de enfermedades neuromusculares y hacemos trabajos epidemiológicos...
–O sea, que sigue vinculado a la investigación.
–En la Medicina hay tres ejes fundamentales y a mí me gustan los tres. Uno es la clínica, que quiere decir el atender pacientes. Dos, la parte de investigación, que quiere decir, me retiro y me pongo a pensar, a analizar, a describir nuevas ideas, hipótesis, trabajos, que pueden ser clínicos, de investigación y de laboratorio y la tercera parte, la docencia, que es dar formación tanto a neurólogos como yo, como a otros médicos, e incluso a formación de pregrado.
Aquí en Melilla he participado en la formación de estudiantes de Fisioterapia, como profesor asociados durante un par de años.
A mí me gustan mucho las tres vías porque la docencia, enseñar, te ayuda a aprender a organizar tus ideas. Investigar genera nuevos focos de interés; nuevas ilusiones y expectativas y la práctica clínica es nuestro día a día. Caso por caso, atender las necesidades y expectativas, miedos y temores de cada paciente que sufre.
–¿Cree usted que sería posible abrir una Facultad de Medicina en Melilla que diera servicio a todo el norte de África?
–Es una buena pregunta. Yo estoy en contra de que haya muchas facultades de Medicina. Podría ser políticamente atractivo decir: “Vamos a poner en Jaén una Facultad de Medicina”, pero eso es caro y quita calidad y nivel a los departamentos y a los profesores. Hay que ir a los focos de conocimiento: tanto la formación de pregrado como la formación especializada tiene que ser en sitios muy, muy potentes; que haya mucha exigencia y mucha calidad. Otra cosa es hacer una Facultad Internacional de Medicina. Tendría que haber una universidad internacional aquí, donde pudieran venir estudiantes de otros países. Estamos hablando de Marruecos, un país que está fuera de la Unión Europea. Desde el punto de vista legal y académico no es una cosa sencilla aunque sería una cosa espectacular.
–Aprovechando que hablamos de Marruecos, ¿vienen pacientes del país vecino?
–El 18% de los pacientes de esta clínica proceden de todo Marruecos; no sólo de la zona del Rif. Tenemos gente que viene de Tetuán, Fez, Casablanca y hasta de Rabat. Viene gente de muy lejos. Nosotros solemos preguntarles de dónde vienen y cuánto tardan en llegar. A veces tardan ocho horas, a veces es gente que viene en avión desde Rabat hasta Nador; gente que viene en tren. Ellos buscan en esta clínica unas expectativas que a lo mejor no les da Marruecos aunque allí hay buenos profesionales, formados en Bélgica o en Francia... Bueno, es como una segunda opinión. Como el de Melilla va a Málaga, el de Málaga a Madrid, el de Madrid a Pamplona y el de Pamplona a Nueva York. Realmente no está mal. Es un derecho del paciente tener una segunda o tercera opinión para contrastar. Aquí Intentamos dar un servicio completo, global al paciente no sólo en lo que podemos hipotetizar en cuanto a su enfermedad, sino que son pruebas complementarias que aportamos. Por eso decidí crecer. Empecé como cualquier consultorio de cualquier ciudad, yo con mi nombre y ésta es mi placa y ésta es mi especialidad. La consulta estaba llena, pero yo quería dar el siguiente paso, y vincular a más profesionales y quitar mi nombre de la portada. Por eso creé el concepto Imbrain. Es como ser cantante o tener una banda. Es más chulo tener una banda, que no tiene el nombre del cantante, pero es un concepto, donde aquellos que participan le dan brillo a la idea. Pues ahora crecimos y para eso necesitamos más metros cuadrados y más profesionales. Y es difícil.
El problema de Melilla es atraer profesionales motivados y eso está bien porque al final propones a la sociedad que durante más horas al día va a haber especialistas atendiendo a problemas que puedan surgir.
La enfermedad no entiende de horarios. No entiende de leyes ni entiende de normas. Por eso, cuanto más servicio de atención especializad, primaria o de urgencia haya disponible, más segura es una sociedad, más confortable y más se puede identificar con la profesión sanitaria. Soy melillense y sé cómo piensa el melillense. Aquí la percepción de la Medicina es muy controvertida.
–¿Qué profesionales ha traído para su clínica?
–Inicialmente amplié el servicio de la Neurofisiología y hay dos neurofisiólogos que colaboran conmigo: Luis Pardo, que viene de Córdoba, y María José Montiel, que viene de Málaga. Después tenemos profesionales locales, todos vinculados con enfermedades del sistema nervioso. Las disciplinas que atienden estas esferas son Neurología, Neurofisiología, Psiquiatría y Neurocirugía. En Psiquiatría colaboran en la clínica Silvia Cano y Patricia González, dos excelentes psiquiatras que trabajan en el hospital de Melilla. Tenemos también a Clementina del Canto, neuróloga que trabaja también para el Comarcal y se va a incorporar como neurocirujano Bernardo Mosquera, que es un neurocirujano, que trabaja en el Carlos Haya de Málaga. Tenemos una logopeda que rehabilita el lenguaje en español, francés, en árabe y en tamazight.
–¿Tiene pensado ir a más?
–Sí. La idea es seguir creciendo. Cuando creces no debes dejar de crecer. En Ceuta nos presentamos a un concurso público y ahora mismo hacemos las pruebas de Neurocirugía del hospital de allí. Yo paso consulta en Málaga, pero en el futuro no muy lejano abriremos un Imbrain allí. Creceremos y creceremos. Poco a poco hemos crecido en los últimos años y nos hace mucha ilusión.
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