La Infantería es la fuerza de combate a pie –dice el códice, hoy es distinto-, utiliza todo tipo de armas portátiles y semiportátiles y para su desplazamiento puede emplear todo tipo de medios de transporte; además, puede combatir por sí sola con posibilidades limitadas o en combinación con algún que otro arma, siempre y cuando ésta esté actuando en su apoyo para así aumentar sus posibilidades logísticas. En las primeras filas se sitúan los soldados de la infantería ligera, que apenas llevan protección. Bueno, una cosa es el teorema y otra bien distinta es la solución del problema.
Lo que no admite duda alguna es que hoy es el Día de la Inmaculada Concepción, el día de la Infantería que en este pueblo melillense está personificada en dos unidades: Regulares de Melilla 52 y Tercio Gran Capitán de la Legión, unas 1.300 almas que están al servicio casi secular de España y de Melilla.
Carlos Santos, ya jubilado el coronel, fue el militar que propuso al mando que Regulares pasara a denominarse Regulares de Melilla 52. Gran militar, serio y escueto, que, pese a no ser nacido en esta tierra, quiso fundir el nombre de una ciudad con las laureadas colectivas e individuales de la más condecorada unidad de todo el Ejército de España.
Bueno, en la lectura del códice hay algo cierto: la Infantería rompe el fuego y está más expuesta que otros Cuerpos y Armas. La primera pólvora, el primer plomo es para los de la Infantería. Por eso el lema de los infantes es ‘Me atrevo’ y, a buena fe, que han dado la cara y el pecho tanto en España como en otras zonas. Saben que, en caso de conflicto, ellos están en primera fila de butacas.
La Infantería de Melilla también se llama ‘Legión’. Los predecesores del Tercio Gran Capitán de La Legión, todavía –esperemos que por muchos años- sentando sus reales en el antiguo cuartel de Regulares, allá por Cabrerizas Altas, esos predecesores, llegaron a bordo del ‘Ciudad de Cádiz’ para salvar a Melilla de un suceso que pudo ser espantoso: su caída como ciudad española a manos de las harcas de Albdelkrim El Jatabi. Desembarcaron desfilando pero no para dar espectáculo, sino para salvar a una ciudad llegando cuanto antes al frente.
Su decálogo de espíritus se condensa en una exaltación tipo aserto: ‘Legionarios a luchar, legionarios a morir’. Siempre lo han tenido en la perpetua reflexión del legionario y es que enarbolan el estandarte de la posibilidad de caer. Constituyen una modalidad de soldados infantes que se ríen, si hace falta, de lo peor. También, como sus compañeros regulares, saben qué es una misión de paz y cómo se puede morir lejos de España.
Bendito día de la Inmaculada. Alguno se queja del sentido sentimental de esta celebración. Para algunos ‘modernistas’, no tiene sentido esta fiesta castrense pero quienes conocen la reciente historia de España se sienten orgullosos con la evocación de gestas históricas que rinden homenaje al trabajo de los infantes…desde Flandes hasta nuestros días.
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