¿Hay dos varas o tres de medir a la hora de cerrar las instalaciones del Parque de Hernández cuando hace viento?, se preguntan los usuarios de la zona. Ayer arremetía un poniente de padre y muy señor mío pero todas las entradas estaban habilitadas a las 11.30 horas, cuando el ponientón le echaba un pulso mortal a las especies arbóreas, pero el parque estaba abierto. Qué cosa, hace unos días, antes de su inauguración oficial, con 25 kilómetros a la hora, el guardia jurado de turno corría a echar pestillos; ayer, nada de eso, todo abierto y que corra el viento como le dé la gana. Bueno, a la hora que comentamos soplaba el eolo a una velocidad de 40 kilómetros a la hora y caían sobre el piso de la superficie ajardinada hermosas palmas de palmera que si pillan a cualquiera le abren la cabeza, textualmente.
Dicen los expertos que hay formas de averiguar la fuerza y velocidad del viento desde hace siglos; aquí no debe haber forma humana de saber en qué se va a convertir el efecto del viento y qué puede causar su intensidad. Lástima. Menos mal que hay personas responsables que se preocupan de cualquier aspecto que afecte al parque y sus circunstancias meteorológicas, son esos señores y señoras vestidas de azul que miran y miran a ver qué detectan. Un trabajador de la limpieza municipal se acerca a un controlador de la Ciudad Autónoma y le advierte de la caída de una palma cerca de un ciudadano que pasaba por allá y al controlador le falta tiempo para llamar al correspondiente ¿responsable? del servicio.
'Oiga, mire, aquí se caen las palmas y todo está abierto'. 'Espere que consulto' –creo que respondió el ¿responsable'. Más tarde, segunda llamada, el controlador escucha ?, ‘cierre, cierre, a ver si va a pasar algo'. Efectivamente, minutos antes de las 12.00 horas, el Parque Hernández queda cerrado, por sus laterales, que no por el paseo central, al tránsito de personas. Pedro, el quiosquero, se queda de piedra porque cuando él y su señora estaban en el interior, el parque se cerraba con 20 kilómetros a la hora de viento cuanto menos, no se lo cree. Es casi imposible creérselo. El parque abierto, como si nada. 'Cuando estábamos nosotros dentro lo cerraban por nada'.
Bueno, sí que es posible. Las radios y las televisiones suelen dar las previsiones cada mañana a partir de las cinco o las seis de la mañana -claro, hay que levantarse a esa hora- y suelen anunciar lo que va a ocurrir a lo largo de la jornada. Hombre, reaccionar a mediodía sobre lo que está anunciado seis o siete horas antes, tiene mengues, merengue. El riesgo -comprobado- de caída de ramas o palmas estuvo campando por sus respetos desde las nueva de la mañana de ayer y tuvo que ser un controlador de la Ciudad Autónoma, comprometido con su trabajo, quien avisara a las 11.30 horas que caían cosas del cielo. Qué barbaridad, ¿para qué trabajan los especialistas consagrados de Medio Ambiente?.