En campaña electoral se reactivan, no sólo en Melilla, las manifestaciones, las protestas y, por qué no, también los actos vandálicos.
Esta semana hemos tenido en la ciudad dos concentraciones de trabajadores. Por un lado, los celadores del Hospital Comarcal reclamando un refuerzo de la plantilla.
Según explican, en la ciudad hay treinta trabajadores menos que en Ceuta, una autonomía con la que no es descabellado que nos comparemos. ¿Falta personal sólo desde que empezó la campaña? No. Pero los trabajadores saben que en estas elecciones son determinantes y por eso están jugando sus cartas.
La gestión del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) en Melilla ha sido muy cuestionada la pasada legislatura y quien siembra vientos, cosecha tempestades.
Los trabajadores transfronterizos volvieron ayer a manifestarse ante la Delegación del Gobierno para protestar por una situación que les afecta desde hace tres años. A nadie se le escapa que la foto frente al despacho de Abdelmalik El Barkani es incómoda para el Gobierno y más ahora, a escasos cuatro días de que los electores depositen su voto en las urnas.
Cuando creíamos que íbamos a tener una campaña electoral sin escándalos de corrupción, salen unas supuestas escuchas (hechas en 2014) al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en las que presuntamente éste pide trapos sucios de ERC al director de la Oficina Antifraude de Cataluña. Si le ponen micrófonos al propio ministro, que no quedará para el común de los mortales.
Y por si fuera poco, en este escenario electoral entran en acción los vándalos que lo mismo queman dos contenedores en Melilla, que calcinan el parque infantil del Monte María Cristina.
Igual les da pegar un ‘perdigonazo’ a una ambulancia en Reina Regente, que asaltar con un machete un autobús de la COA en la zona de Los Pinares.
Probablemente los vándalos buscan publicidad. Quieren titulares. Están hambrientos del protagonismo que no pueden tener en su vida diaria.
No les interesa dejar a las familias del Monte sin jardín infantil para sus niños. Les da igual que los ‘peques’ del barrio no tengan las mismas oportunidades que los del centro. Tampoco les importa que la COA corte la línea a Mariguari ni que los vecinos de la zona se queden sin transporte público. No es su problema. Lo que de verdad les importa es crear interferencias.
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