En la madrugada de este lunes dio comienzo la ‘Operación Feriante’, un dispositivo coordinado por la Delegación del Gobierno para detectar a los menores y adultos migrantes que ven en las atracciones y los camiones un posible pase hacia Europa. Aprovechan la marcha de los feriantes para ‘hacer riski’, es decir, para tratar de colarse en los buques como polizones y alcanzar la península. Esta práctica es diaria en nuestra ciudad, pese al riesgo que conlleva, pero el número de personas que lo intentan se multiplica al concluir las fiestas patronales. Según el primer balance del dispositivo, sobre las 14:00 horas de ayer se habían detectado un total de 69 migrantes ocultos en los transportes. De ellos, 38 eran menores de edad.
En esta primera fase de la operación se registraron tres camiones y nueve atracciones que partieron a las 9:30 horas en el barco con destino a Almería. También se inspeccionaron otras seis plataformas, 16 vehículos y 26 cacharros de Feria que regresaron a la península en el buque que salió a las 14:00 horas rumbo a Málaga.
El arranque de esta ‘Operación Feriante’ se saldó con menos intercepciones que en otras ocasiones, como apuntaron fuentes de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía. El año pasado, sobre las 12:00 horas, se habían hallado a 81 personas ocultas en los camiones y las atracciones. “El dispositivo de esta mañana ha sido relativamente tranquilo, aunque sabemos que hay muchas personas en las inmediaciones del recinto ferial y del puerto tratando de acceder a su interior”, apuntó el portavoz de prensa de la Comandancia de Melilla, Juan Antonio Rivera.
Para embarcar a los buques, los feriantes tenían que superar varios controles para comprobar que no trasladaban a migrantes ocultos en el interior de los camiones o atracciones. La Policía Nacional se encargaba de realizar un primer filtro antes del acceso a la zona de seguridad del puerto. Para ello, los agentes de la unidad canina contaban con la ayuda de perros especializados en la detección de personas. Si el animal ladraba tras rodear los vehículos, los policías iniciaban un registro exhaustivo que, en muchas ocasiones, terminaba con migrantes interceptados.
El siguiente control se situaba junto al embarque. En esta ocasión, intervenía la Guardia Civil, que también disponían de agentes caninos especializados en la localización de personas y otros medios tecnológicos, como el detector de latidos. Además, este despliegue abarcaba otros espacios, como el acceso al puerto o la vigilancia del mar, para evitar que ningún migrante, en su desesperación, tratase de colarse en un buque a nado.
Los registros, que continuaron por la noche, seguirán prácticándose durante el día de hoy.
El dispositivo que ayer dio comienzo deja al descubierto dos realidades paralelas que se cruzan año tras año al concluir la fiestas patronales. Los feriantes viven su partida con una mezcla de sentimientos: tensión, hastío, enfado, miedo, aburrimiento... Temen que ocurra cualquier desgracia el trayecto entre Melilla y la península. “Llevo tres años viniendo a esta Feria y siempre ocurre lo mismo, y nos toca aguantar”, decía ayer Pedro con resignación, después de que agentes de la Policía Nacional localizasen a ocho jóvenes migrantes ocultos en su vehículo.
Muchos feriantes pasan la noche en vela antes de poner rumbo al puerto para vigilar sus atracciones y camiones. Pero aún así, muchos migrantes consiguen escapar de sus miradas y ocultarse en huecos ‘imposibles’ para intentar por todos los medios llegar a la península. “Anoche saqué a dos del camión en el recinto ferial y esta mañana a otros cinco, que más tarde los he vuelto a tener que sacar”, exponía Pedro.
En muchas ocasiones, los migrantes acaban provocando daños en las atracciones al esconderse en ellas, lo que enfada mucho a los feriantes. “El año pasado me rompieron una bocina de una moto, este habrá que esperar a la próxima feria a la que vayamos para comprobar si hay destrozos”, señaló Pedro antes de ponerse en marcha para ir hacia el embarque.
La realidad es bien distinta para los jóvenes y menores que tratan de escapar de la ciudad de forma clandestina. Lo intentan por todos los medios: escondiéndose en los bajos de los transportes, en dobles fondos, en habitáculos reducidos... Aprovechar cualquier hueco como intento de pase hacia la península. Aunque no siempre lo consiguen.
Los perros ayudaron a los policías a detectar a varios migrantes. Ellos eran incapaces de ocultar la decepción y la pena en sus rostros tras ser interceptados. Salían de sus escondites con lentitud, manchados de grasa y cabizbajos. Algunos tenían dificultades al andar mientras eran conducidos al furgón policial.
“Venga, sal de ahí”, repetían los policías cuando localizaban a los migrantes. Algunos chicos actuaban con lentitud, intentando convencerse de que la cosa no iba con ellos. Un par de migrantes, descubiertos en un habitáculo sobre la cabina de un camión, subieron al techo del vehículo tras ser interceptados. Estaban nerviosos y frustrados. Finalmente, hicieron caso a los policías y bajaron por las escaleras del vehículo. Abatido, uno de ellos aseguró a uno de los funcionarios que algún día conseguiría llegar a Europa. Pero no esta vez.
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