Al delegado del Gobierno se le escapa de las manos la situación de la inmigración en nuestra ciudad. La política pasiva, la no política en realidad ante la presión migratoria sobre Melilla, se ha saldado con la brutal injusticia para los bengalíes y no sólo ha puesto de manifiesto que este Gobierno del PSOE es incapaz de gestionar de algún modo el hecho de la inmigración, sino que ha desvelado también como los tintes ‘progresistas’ del socialismo no pasan de la simple verborrea y la falsa declaración de intenciones.
Además, se ha desatado otra consecuencia: la proliferación de chabolas a instancias en gran medida de exresidentes del CETI que temen, de persistir en el centro de inmigrantes, redadas sorpresa que acaben, como ocurrió con los bengalíes, con su repentina repatriación.
Melilla, en este asunto, vuelve a ser una patata caliente para el Gobierno central de turno. Ocurrió en tiempos de Aznar y se repite con Zapatero. La falta de conciencia local ante la necesidad de forzar una política de Estado favorable a los intereses de nuestra ciudad contribuye a esta triste casuística tan dañina para el progreso de nuestra tierra.