No ha pasado ni un año desde que Pedro Sánchez llegara a la Presidencia del Gobierno para que el cambio en su discurso respecto a la inmigración haya sido tan notorio como errática su política en el mismo ámbito.
En Melilla, sus correligionarios y afines también han seguido sus pasos, y así la candidata socialista Gloria Rojas que hace unos años se revolvía contra los rechazos en frontera, mal llamados devoluciones en caliente, ahora calla y silencia sus anteriores consideraciones, según las cuales un inmigrante que ya hubiese logrado traspasar la verja exterior de nuestra doble valla, tendría que considerarse en suelo español aunque no hubiera rebasado al completo todos los elementos anti-intrusión o, lo que es lo mismo, la verja interior de la susodicha valla fronteriza.
Como decía el socorrido verso de Góngora, “lo que va de ayer a hoy”. Ha bastado el retorno a La Moncloa para que los socialistas, al igual que hicieran durante la etapa de Gobierno de Zapatero, vuelvan a considerar la inmigración como una Cuestión de Estado que no debe prestarse a los tejemanejes oportunistas de la política cainita tan en boga en estos días de campaña electoral.
Este último domingo, como todos ustedes sabrán, volvió a producirse un nuevo salto masivo a la valla de Melilla, tras un intento de entrada de un centenar de migrantes de origen subsahariano asentados en Marruecos.
“No ha pasado ni un año desde que Pedro Sánchez llegara a la Presidencia del Gobierno para que el cambio en su discurso respecto a la inmigración haya sido tan notorio como errática su política en el mismo ámbito”
Poco menos de la mitad del grupo no logró acceder a Melilla, frenado por las fuerzas marroquíes; el resto sí lo consiguió aunque algunos de ellos (al parecer unos diez) quedaron encaramados en la valla y, posteriormente, rechazados a Marruecos.
El salto que, según la Asociación Unificada de la Guardia Civil, no fue especialmente violento, se saldó con cuatro guardias heridos por contusiones leves, un inmigrante detenido por atentado a agente de la autoridad, y otro inmigrante trasladado al Hospital por cortes en las extremidades.
Salvo entradas más o menos aisladas por parte de grupos muy pequeños, desde octubre del pasado año, en que lograron acceder a Melilla 209 inmigrantes, no se registraban saltos de estas características.
Afortunadamente, las medidas que adoptó el Gobierno de Mariano Rajoy no sólo lograron frenar la extrema presión fronteriza que sufrió la ciudad en 2014, con más de 70 saltos consumados a lo largo de aquel año, sino que pusieron los mimbres para contrarrestar un fenómeno de asalto continuo que parecía no tener fin tras una larga casuística de conflicto y tensión superior incluso a la etapa de crisis de 2005. En esta otra y primera crisis, sucedida en tiempos de Gobierno de Zapatero, fue cuando se procedió a la ampliación de la altura de la valla hasta un total de seis metros y a la colocación de las polémicas concertinas que aún se mantienen en el perímetro a pesar de la campaña en contra y promesas socialistas posteriores de proceder a retirarlas.
Describo la situación porque es preciso refrescar la memoria para llegar al punto actual, en el que curiosamente lo sucedido este último domingo apenas provoca reacción entre aquellos que hasta no hace mucho se rasgaban las vestiduras contra el PP.
El PSOE, en su actual momento de partido en el Gobierno de la Nación, ejemplifica la pugna dialéctica entre el yo y las circunstancias y evita hablar ahora de lo que antaño abordaba con vehemencia desdeñando abiertamente el carácter supranacional, conflictivo y delicado de nuestra valla, así como la triple obligación de salvaguardarla como frontera sur de Europa, frontera nacional y frontera también de extrema importancia para los intereses particulares de Melilla.
La candidata Rojas que otrora decía que “la primera y segunda valla son España” y que con tal idea defendía que los inmigrantes que llegaran a las mismas debían considerarse en suelo español aunque no lograran rebasarlas al completo, ahora no dice nada de los rechazos en frontera que se practicaron este último domingo, posiblemente porque antes de decir digo donde dije Diego prefiere el mutis por el foro. Además, si tampoco se ve impelida a pronunciarse, pues mejor callar que entrar en un fango que no le conviene.
Pero los melillenses, algunos al menos, no olvidamos cómo esa pugna dialéctica y vital entre el yo y nuestras circunstancias, se vuelve cinismo e hipocresía pura en el proceder político, en algunos casos con tanto descaro y de forma tan grotesca que el cambio de actitud es tan ofensivo como clamoroso.
Los silencios también son reveladores y, como el de Rojas y el PSOE local, lo es igualmente el de CpM que, recuerden, hasta llegó a denunciar judicialmente al anterior coronel de la Guardia Civil por la devolución a Marruecos de 21 inmigrantes que llegaron violentando la frontera vía coches ‘kamikazes’ y que ahora, igualmente, calla ante lo que antaño ocupaba gran parte de su discurso político, sobre todo en forma de ariete contra el PP y su entonces Delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani.
Como decía al principio, “lo que va de ayer a hoy” cuando las circunstancias cambian, en función de quienes sean los que gobiernan y cuáles son las afinidades políticas o las expectativas de pacto ante unas posibles elecciones como las del próximo día 26.
Pero en este asunto no es cuestión nunca de hacer demagogia, porque el drama de la inmigración es demasiado penoso como para convertirlo en un circo con el que arredrar a la población, como ayer hizo VOX, ni con el que jugar al progresismo de salón según el momento y las circunstancias.
La inmigración requiere de una política común europea y de una Europa fuerte para afrontarla. El PSOE, con sus vaivenes en este ámbito, ha demostrado su poco juicio a la hora de promoverla y lo que digo no es nada subjetivo sino la consecuencia de sus bandazos, desde la acogida inicial del Open Arms hasta los posteriores prohibiciones al mismo barco, no ya para atracar en puertos españoles sino para salir a auxiliar a inmigrantes a la deriva. Otro tanto podríamos decir de su distinto proceder para los rechazos en frontera que, durante los años de Gobierno de Rajoy, condenaba y tildaba como devoluciones en caliente, pero que ahora en cambio practica como ya lo hizo aunque de forma aun más controvertida, taimada y subrepticia durante la etapa del Gobierno Zapatero.
La inmigración requiere de políticas más sensatas, de más humanidad pero también de más claridad. Nuestra valla es una frontera exterior que debe protegerse por duro o conflictivo que resulte la obligación de contener la desesperación de los que intentan entrar a la fuerza. Por eso, necesitamos de Europa y, sobre todo, de una política comunitaria coherente y capaz de actuar de verdad en los países de origen de los migrantes.
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