Opinión

Los incómodos dilemas políticos de China tras su última visita a Moscú

A pesar de las diversas suposiciones en la mente de los expertos, el viaje reciente del presidente chino a Moscú, más bien se ha centrado en redoblar los intereses genéricos de China y Rusia, y menos en un pequeño resquicio para al menos finiquitar la guerra que no cesa en Ucrania. Mientras que en una declaración conjunta se sostenía que Rusia aspira a restablecer las negociaciones de paz lo antes posible, el presidente ruso, Vladímir Putin (1952-70 años), expuso que la solución del conflicto únicamente se promoverá “cuando Occidente y Kiev estén preparados para ello”.

De hecho, aunque Rusia tomó la debida anotación del plan de paz chino de doce puntos y reconoció el gran esfuerzo realizado por Pekín, en las conversaciones bilaterales no se ha alumbrado un nuevo ofrecimiento para acabar con la guerra en sí. Toda vez, que ambas partes reprocharon las sanciones occidentales y optaron por continuar fortaleciendo su “asociación estratégica integral de coordinación en la nueva era”.

La cooperación económica ha prevalecido en el encuentro: la República Popular China ha conseguido significativas ganancias económicas, mientras que la Federación de Rusia sigue haciendo frente a las duras sanciones. Moscú ofrece el parabién a las empresas chinas para desbancar a las occidentales que han desatendido su mercado. Igualmente, las dos partes incrementarán su aportación en el sector financiero y en Eurasia. Sin duda, la recalada de Xi Jinping (1953-69 años) en tierras soviéticas adquiere un sentido alegórico: es el décimo cumpleaños de su primera visita a Rusia tras adjudicarse el puesto de presidente en el año 2013, y la primera desde que se afianzara un tercer mandato tras ser reelegido como jefe del Estado.

Por lo demás, los lazos habidos entre China y Rusia han aumentado en las últimas tres décadas hasta erigirse en una confabulación estratégica sin precedentes. Los vínculos de ambos estados están sólidamente aferrados en su antítesis a la hegemonía norteamericana del sistema internacional.

En definitiva, ambos impulsan la multipolaridad y el principio de múltiples superpotencias conllevando el poder en el tablero mundial, en contraste a una sola. Y fogosamente se resisten al unilateralismo, pero, sobre todo, al concepto que una nación se desenvuelva en solitario sin consultar lo más mínimo a la Comunidad Internacional.

Frecuentemente conjugan sus políticas en cuestiones que se dirimen desde la interposición humanitaria a contradecir las sanciones encaminadas a Corea del Norte. El contrafuerte esencial de su buena sintonía es el concurso en seguridad y defensa, acentuado por las cesiones de tecnología y las maniobras militares conjuntas. Rusia ha sido y es un importante abastecedor de armas y tecnología militar para el gigante asiático. Sus afinidades económicas han avanzado vertiginosamente en los últimos años, con un comercio bilateral que adquirirá los 190.000 millones de dólares americanos. Conjuntamente, diversos elementos lo revelan. Uno de ellos es la naturaleza adicional de sus nexos económicos: China importa petróleo y gas natural de Rusia, mientras que Rusia hace lo mismo con muchos de sus bienes de consumo de China.

Ni que decir tiene, que las sanciones occidentales desde la toma de Crimea por Rusia en 2014, empeoradas todavía más desde la invasión de Ucrania (24/II/2022), han apremiado a Rusia a acogerse a China para enmendar los cimientos de su economía y las finanzas públicas. Digamos, que este cuerpo vago se ve robustecido por el afecto particular entre Xi y Putin que se han reunido en más de cuarenta ocasiones. Amén, que el laberinto de la incursión rusa de Ucrania sugiere a China alternativas políticas embarazosas. Aunque comparte el descontento ruso por la influencia estadounidense, a China para nada le interesa enturbiar a las claras el sistema internacional.

Ha de tenerse en cuenta, que está mucho más integrada en la base de la estructura comercial y financiera mundial. China se lanzaría a hipotéticas sanciones si procurara ayuda económica y militar expresa a Rusia. Simultáneamente, Pekín continúa manifestándose remiso a condenar los pasos rusos y no puede permitirse desbastar las conexiones, dada su paulatina competencia estratégica con Estados Unidos.

En la otra cara, Washington prosigue aplicando limitaciones a las exportaciones de tecnología a China y cimienta acuerdos de seguridad regional, desde AUKUS con Australia y Reino Unido hasta Quad con Australia, India y Japón. De este modo, Pekín optaría por conservar a Moscú de su lado, antes que hacer frente en solitario a Estados Unidos y Occidente. Esto aclara por qué existe poco margen de error para que China haga de mediador arrojadizo entre Ucrania y Rusia.

La tregua diplomática entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita terciada por Pekín, hizo agrandar las perspectivas sobre la visita de Xi y su tendencia por representar un protagonismo de ‘pacificador’. Pero el entresijo de Ucrania es totalmente distinto y es mucho más complicado alcanzar una mínima vía de escape. La intuida próxima reunión virtual de Xi con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski (1978-45 años) brindará otra posibilidad, pero no es de más convicción para que China exteriorice su tarjeta de identidad como pacificadora.

“Xi Jinping pone punto y final a su discutido viaje que ha dado para más de un titular en los diversos medios y que ha dejado visible el espléndido momento por el que transitan las relaciones diplomáticas sino-rusas”

Con estas connotaciones preliminares, el desplazamiento de Xi a Moscú no es algo que resulte novedoso, porque Rusia ha sido la nación que más veces ha visitado desde su llegada al poder. Lo que sí resulta llamativo es el momento en que lo hace, en pleno conflicto en Ucrania, ya que desde Occidente es una manera de justificar a Putin y un ejemplo perceptible de que China lo respalda. Sin embargo, la alocución oficial china ha objetado estas aseveraciones, porque Beijing entiende que son ellos los primeros en desplegar una oferta para un alto el fuego en el conflicto y que ante todo son imparciales en lo que acontezca en esa guerra.

Una neutralidad que para Washington no posee recorrido alguno, como consecuencia de que la administración china no ha condenado en ningún instante la invasión y, aunque haya hecho señalamientos a amortiguar el conflicto, ha demostrado una actitud más acorde a preservar los intereses rusos. Un argumento es que hasta ahora no ha intercambiado ninguna palabra con Zelenski.

Por otra parte, el documento mostrado por Xi a Putin no se refiere a la retirada rusa de los territorios ocupados, aunque sí que alude que es imprescindible que se descarten las sanciones rusas o que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) deje de aumentar su zona de influencia en las periferias del espacio geopolítico ruso. Asuntos que desde Estados Unidos no contemplan imparciales.

Estados Unidos y otros territorios han seguido formulando su enorme desasosiego por la coyuntura de que China facilite equipamiento militar para mejorar sus adquisiciones de recursos energéticos rusos y la dotación de chips informáticos para conservar a flote la su economía.

Para ser más preciso en lo fundamentado, el diario estadounidense ‘The New York Times’ apuntó que el pasado 21 de marzo Rusia había gastado más de 12 millones de dólares en aviones no tripulados y piezas de aviones no tripulados a China desde que se iniciase la irrupción, enumerando reseñas oficiales de aduanas rusas proporcionadas por una fuente que no reconoció.

Volviendo a la reunión y no más lejos de la materia diplomática, ésta se ha centrado en las relaciones económicas y comerciales. China se ha convertido en el mayor cliente de gas y petróleo ruso desde la guerra y las sanciones de los aliados de la OTAN. Algo que ha valido al Kremlin como bálsamo. Recuérdese al respecto, que en 2022 los suministros a través del gasoducto ‘Fuerza de Siberia 2’ obtuvieron la marca de 15.500 millones de metros cúbicos, lo que constituye a diferencia de 2021, un aumento del 49%, y se aguarda que para 2025 la suma toque los 38.000 millones anuales.

Asimismo, entre los acuerdos establecidos en este encuentro se halla la obra del gasoducto ‘Fuerza de Siberia 2’, con el que Moscú confía que las importaciones chinas puedan duplicarse. Esta transacción de combustibles fósiles es esencial para mantener cotas elevadas en el desarrollo de la economía.

Igualmente, además del gas y el petróleo ruso, a China le atañen los géneros agrícolas, la madera, los mariscos o fertilizantes, entre otros, de Rusia. Y a cambio, a Moscú le interesa importar productos enteramente electrónicos y electrodomésticos de Beijing. Se considera que el comercio entre los dos puede sobrepasar los 200.000 millones de dólares.

Pero atisbada la visita de Xi desde el prisma de Estados Unidos, el Secretario Antony Blinken (1962-60 años), califica del plan chino que podría ser un artificio que consienta a Rusia ganar algo de tiempo de cara a una circunstancial contraofensiva ucraniana, y “detener la guerra en sus propios términos”. En palabras literales de Blinken, la salida a Moscú de Xi otorga “cobertura diplomática” a los quebrantamientos de Rusia: “no esperamos mucho de esta reunión, lo que sí que creemos es que sería importante para el liderazgo chino que tendiera la mano a Zelenski y a Ucrania”.

El croquis de paz y la intermediación china están acreditados por el encargo de bróker que Pekín ha practicado entre los iraníes y saudíes, hasta hoy irreconciliados en guerras enquistadas, como la República de Yemen o la República Árabe Siria. Según el compromiso alcanzado, la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita rehabilitarán sus engarces diplomáticos y Teherán no ayudará a los rebeldes hutíes en Yemen contra las fuerzas oficialistas que defienden los saudíes.

En Moscú, Xi ha hecho notorio que China está dispuesta “para salvaguardar, junto con Rusia, el orden mundial basado en la legalidad internacional”. No es, evidentemente, la validez que rotula Occidente, pues ha hecho caso omiso a las tentativas llevadas a cabo por Occidente de excluir a Rusia y de convertir a Putin en un paria.

No olvidemos que la Corte Penal Internacional (CPI) con sede en La Haya, ha lanzado una orden de arresto contra el presidente ruso por la deportación ilícita a Rusia de menores afincados en los territorios ocupados por el ejército del Kremlin en Ucrania, delito que es tipificado por este tribunal como crimen de guerra.

Pero ni tanto China como Rusia han respetado las disposiciones de la CPI y Xi se ha presentado en Moscú en un incuestionable desafío. Si bien, el mandatario chino ha sacado a la palestra que Estados Unidos hizo algo similar cuando se le intentó encausar en la guerra descargada por Washington en Irak sin la aprobación explícita de la Alianza Atlántica. Afirmación que ha reportado al Kremlin a seguir la pista de los fiscales de la CPI que han instruido el caso contra Putin.

Y con sus acostumbradas salidas de tono arrogantes, Dmitri Medvédev (1965-57 años), presidente ruso entre los años 2008 y 2012, respectivamente, y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, ha declarado al pie de la letra que es “completamente imaginable el lanzamiento con precisión de un misil hipersónico Ónix por un buque ruso desde el mar del Norte contra la Sede del Tribunal de La Haya”. Medvédev, no titubeó en hacer denotar que el dictamen de la CPI encaminado contra Putin es “miserable” y provocativo para un jefe de Estado que goza de inmunidad en cualquier estado del mundo. En la misma línea, el portavoz chino del Ministerio de Relaciones Exteriores, Wang Wenbin (1971-51 años), ha hecho ostensible su susceptibilidad con la medida tomada, recalcando que la CPI debería adoptar “una posición justa y evitar su politización y los dobles raseros”, cuya misión es juzgar a las personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad.

Obviamente, no solo Putin sale reforzado de la visita de Xi, porque esta surge en un momento en que se intensifican las críticas sobre China por parte de Estados Unidos y algunos países europeos, ante las conjeturas de que Pekín estaría distribuyendo material de guerra a Rusia, susceptible de ser empleado en Ucrania.

El aluvión de recriminaciones no dan el brazo a torcer que esas armas letales de origen chino podrían volcar el peso en el conflicto hacia la posición rusa. Con todo, hasta el momento no se han revelado certezas sobre ningún material bélico chino remitido a Rusia. Nada, excepto algunas informaciones puntuales derivadas de la revista ‘Político’ sobre la probable remesa de un millar de fusiles de asalto chinos clasificados como fusiles de caza, o diversas partidas de chalecos antibala, así como una docena de elementos dispuestos en el ensamblaje de drones.

Desde luego, no sería éste el mosaico de material indispensable para atajar una contraofensiva ucraniana de estas peculiaridades. Como tampoco para abatir los aviones de combate que la República Eslovaca y la República de Polonia han ofrecido a Ucrania y que significan un paso sin retorno en la contribución occidental en la guerra.

Más alarmante resulta el acuerdo conseguido por los ministros de Defensa y Exteriores de la Unión Europea (UE) para conceder a Ucrania hasta un millón de proyectiles de artillería de 155 mm en los próximos doce meses. Será munición proveniente de sus depósitos y se impulsará la adquisición conjunta de más proyectiles de este tipo, primordialmente producido en Europa, aunque sin desechar otros mercados. El importe de esta adjudicación corresponderá a 2.000 millones de euros para las arcas comunitarias.

Entretanto, los fabricantes de armas norteamericanos han acogido con enorme satisfacción dicho acuerdo, cuyo promotor es el alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell (1947-75 años), que no ha tenido recato para solicitar a los estados de la Unión que cuanto antes desocupen sus depósitos, al objeto de facilitar la munición a Ucrania, y que al mismo tiempo se apresten a costear los miles de millones de euros para reponerlos y adquirir más munición. Sin inmiscuir, la reciente decisión de Estados Unidos de conceder otros 350 millones de dólares en munición para sus sistemas de misiles HIMARS, obuses y tanques ligeros Bradley.

También se transportarán misiles HARM, armas antitanque y embarcaciones fluviales. En el anterior envío se incluyeron barcazas y puentes preparados para atravesar trincheras y canales, justo el material como el que ahora se ha destinado y que podría hacerse servir en una contraofensiva.

Las últimas referencias sobre el incremento del apoyo militar occidental al ejército ucraniano, llegan en una situación bastante complicada para la campaña rusa en el este de Ucrania, donde la progresión se topa con la resistencia ucraniana en Bakhmut, ciudad en escombros y convertida en emblema de la guerra.

El último en sacar a colación el contragolpe ucraniano ha sido el jefe del grupo paramilitar Wagner, Yevgueni Prigozhin (1961-61 años), quien ha prevenido al ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú (1955-67 años), de que Ucrania se apresta a una contraofensiva a gran escala en las postrimerías de marzo e inicios de abril. Prigozhin, cuyas unidades de mercenarios capitanean la acometida a Bakhmut, de igual forma ha distinguido que el 70% de esta ciudad está controlada por sus fuerzas. No obstante, la firmeza ucraniana no desiste, obstaculizando la marcha rusa en dirección al oeste del Donbás.

Después de conmemorar en Crimea el aniversario de la anexión de esta península ucraniana en 2014, Putin se trasladó por sorpresa al enclave portuario de Mariupol, puerto vital para el Donbás y paso de obligado cumplimiento hacia la región de Zaporiyia, también anexionada por Rusia.

Mientras la toma de Bakhmut parece por momentos posponerse, los embates rusos se concentran sobre Pervomayskoye, Marinka, Avdivka y Nevelske, hacia el sur del Donbás. Las fuerzas armadas ucranianas han puesto en conocimiento los bombardeos efectuados en diversas demarcaciones de la región de Jersón. Estos son las últimas variaciones que podrían aguardarse ante un cambio anticipado de las tropas por parte del contendiente. La primavera ya está aquí y la contraofensiva ucraniana puede estar a las puertas de desencadenarse.

“Sea como fuere, China ha prescindido reprobar la invasión y no se ha ensamblado a las sanciones internacionales, pero en su ofrecimiento por zanjar el conflicto ha resaltado el menester de respetar la soberanía de las naciones, así como los límites fronterizos y la integridad territorial”

En consecuencia, tras más de un año con un porte indiferente en el conflicto entre el Kremlin y Kiev y el empeño de reproducir su papel de mediador, Xi, circula por la cuerda floja diplomática explorando mostrar a China como un intermediario global a su antojo, mientras tonifica las conexiones con su aliado más próximo, quien se enfrenta a cargos penales. Parece como si China desease dar a entender a la vista de todos, que es una parte interesada diplomática objetiva e imparcial, pero realmente es lo contrario.

A pesar de todo, el presidente chino no esconde su agrado por esta tormentosa visita a Moscú en intervalos de máximas rigideces. Xi y su Gobierno remarcan que China es neutral en el conflicto y que ha hecho todo lo posible para influir con su acuerdo de alto el fuego, algo profundamente reprochado por los aliados occidentales. Y es que, China es el aliado todopoderoso de Putin y ambos hacen frente común a los designios innegables de Occidente de reducir a las dos potencias nucleares.

De este modo, Xi, pone punto y final a su discutido viaje que ha dado para más de un titular en los diversos medios y que ha dejado visible el espléndido momento por el que transitan las relaciones diplomáticas sino-rusas, algo a tener muy en cuenta tal y como se desarrolla el conflicto en Ucrania y las sanciones a modo de castigo con las que Occidente lleva procurando acorralar a Rusia desde la apertura de la conflagración.

El balance en líneas generales para los líderes es positivo. China asegura que “la visita del presidente Xi Jinping a Rusia es un encuentro de amistad, cooperación y paz, que ha suscitado respuestas positivas en la comunidad internacional”, según ha podido ratificar el portavoz del Gobierno asiático Wang.

Durante las dos últimas jornadas, China ha insistido en su proposición de alto el fuego en Ucrania como “un inicio” para alcanzar la paz. Estos puntos han sido acogidos con buen agrado por Putin, quien ha mantenido que ahora “solo hace falta que Ucrania los acepte”. Si bien, esta invitación ha sido considerablemente reprobada por Occidente, debido a que es “parcial” y va “contra los intereses de Ucrania”.

Lo cierto es, que hasta el momento, sea como sea, China ha prescindido reprobar la invasión y no se ha ensamblado a las sanciones internacionales, pero en su ofrecimiento por zanjar el conflicto ha resaltado el menester de respetar la soberanía de las naciones, así como los límites fronterizos y la integridad territorial. Pese a ello, un acuerdo creíble se entrevé complejo, ya que el Kremlin ha venido insinuando reiteradamente que los territorios de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia forman parte de Rusia.

A resultas de este serio impedimento, el Ministerio de Exteriores chino afirmó que Pekín desempeñará un papel favorable en el fomento de un diálogo de paz entre los dos bandos. Los estadounidenses no admiten un cese del fuego en las circunstancias existentes que ayudarían a Rusia a la ofensiva y Putin objeta una tregua cercana. Los choques dialécticos se hacen más agresivos y esto no vaticina buenas sensaciones. Para Putin, la aparición de Xi en el Kremlin es una victoria diplomática que le permite dar un puñetazo sobre la mesa y darle a entender a los líderes occidentales aliados de Ucrania, que sus conatos por recluirlo no han llegado a buen puerto. Al igual que ha mencionado de manera tajante que el encuentro mantenido mandaba un recado a Washington de que Rusia y China no están dispuestos a someterse para debilitarles.

En otras palabras: la política americana de reprimir de modo sincrónico a Rusia y China, así como a aquellos que no se arremangan a los mandatos estadounidenses, se vuelve cada vez más implacable y punzante.

Pero, por encima de los muchos cumplidos y del fausto en exceso con la que Putin ha recibido a Xi, éste recoge el testigo de iniciativa de paz de China con cautela y moderación. No olvidemos que Pekín ha mantenido durante el año y los días que llevamos de conflicto, una posición indeterminada al preconizar la integridad territorial de Ucrania, a la par que intercede por respetar las perturbaciones de seguridad de Moscú. Precisamente, es el primero de estos puntos el que no convence para nada a Rusia, ya que entrañaría entregar los territorios ocupados a Kiev.

Finalmente, además del conflicto que se purga en el campo de batalla, Putin y Xi han alcanzado diversos acuerdos comerciales que quieren confortar las relaciones de sus dos países. Ambos han agigantado y ampliado las alianzas que mantienen en curso Rusia y China, por otro lado, cardinales para el Kremlin, si es que quiere perpetuarse en el peldaño que ocupa con las sanciones estrechándole cada vez más y la salida de capital y de empresas.

No cabe duda, que en esta relación de pura conveniencia, Xi demanda el combustible y los recursos energéticos rusos para que su economía siga prosperando, mientras que a Putin le concierne conservar el capital ingresado por las exportaciones y que las empresas y multinacionales chinas conquisten el escalón de las occidentales que gradualmente le han cerrados las puertas.

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