Hace veintisiete años, España era un clamor contra la banda terrorista ETA. Un 10 de julio del año 1997, los terroristas secuestraron al político del Partido Popular, Miguel Ángel Blanco.
Los asesinos pusieron precio a su vida y los españoles nos manifestamos en masa para pedir que soltasen al joven. Ni los gritos, ni las pancartas, ni las fotografías de Miguel Ángel Blanco sirvieron para ablandar el corazón de los terroristas que dos días más tarde dejaron a un joven agonizante en un descampado. Horas más tarde, moría.
El asesinato de Blanco supuso un antes y un después en nuestro país con el nacimiento del denominado Espíritu de Ermua del que poco, o nada, queda ya.
Este jueves, Melilla rindió homenaje a la víctima número 778 de ETA con la inauguración de una placa en el Pasadizo Comandante Emperador, justo al lado del Casino Militar.
Tras descubrir la placa, el Gobierno de la Ciudad, con su presidente a la cabeza, escucharon atentamente la lectura del manifiesto facilitado por la Fundación Miguel Ángel Blanco y leído por la portavoz del Gobierno, Fadela Mohatar.
A lo largo de este escrito se ensalzó la figura de Miguel Ángel Blanco como abanderado del Espíritu de Ermua: “Miguel Ángel Blanco tu legado es muy importante. La tortura a cámara lenta a la que te sometió ETA hizo comprender a la inmensa mayoría social, que el terrorismo era profundamente dañino no sólo para sus víctimas, sino para toda la sociedad que tenía que responder ante tanto horror e intimidación acumulados. Había que exigir la aplicación de la ley, sólo la ley, pero toda la ley sin que lo buscaras. Tu mirada melancólica se convirtió en la mirada inocente de todas las víctimas del terrorismo. Aquellos días de julio de 1997, que conmemoramos han construido la conciencia colectiva de una generación. Es una obligación moral no pervertirla, ni ocultarla. La respuesta social a tu martirio fue ejemplar, nos mantuvimos unidos, firmes convencidos de que había que parar a ETA y también a sus cómplices, que debíamos protegernos ante tanta humillación y crueldad sin límites, que debíamos marcar una línea roja aislando al entramado social y político de ETA”.
En este escrito, la Fundación Miguel Ángel Blanco lamenta que, en la actualidad, el terrorismo esté legitimado en comunidades, tales como el País Vasco o Navarra: “años después sigue habiendo legitimación del terrorismo en el País Vasco, en Navarra. Siguen organizando homenajes a terroristas y existe una gran impunidad con los más de 300 asesinatos que siguen sin resolverse. Las marcas política, herederas de ET, siguen sin condenar tu asesinato, ni ningún otro y tiene más poder que nunca en un proceso de blanqueamiento y olvido sobre décadas de complicidad con el terrorismo. Nos comprometemos también desde Melilla con los valores que representan las víctimas del terrorismo y que son principios éticos y políticos que deben cimentar la democracia constitucional. No podemos hurtar a las nuevas generaciones esta parte de su historia reciente. Gracias Miguel Ángel, a ti y a todas las víctimas que sois referentes sociales. Vuestro reconocimiento y homenaje permanentes nos hacen mejores individual y colectivamente”.
Por su parte, el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda recordó el asesinato “a cámara lenta" de Miguel Ángel Blanco: “lo secuestraron y dieron un ultimátum para asesinarlo y estos canallas de ETA le dispararon a sangre fría y con la maldad suficiente para dejarlo en un descampado moribundo. Son animales. Por eso es muy justo que recordemos la figura de Miguel Ángel Blanco”.
Imbroda apeló además porque los jóvenes sean conscientes de esta realidad tan cercana en el tiempo: “me parece muy bien que la Fundación Miguel Ángel Blanco esté impulsando en toda España la conciencia colectiva para que no se olvide y es una pena y, en cierto modo, un acto de traición que se intente blanquea el terrorismo. Están hablando siempre de la Ley de Memoria Histórica, de la Guerra Civil que sucedió hace noventa años y la historia del terrorismo que sucedió antes de ayer quieren ocultarla”. En ese sentido, Imbroda no pasó por alto que “el Gobierno de España es socio de los herederos de aquella sangre derramada vilmente. Es una pena”.
Desde este jueves, el recuerdo de Miguel Ángel Blanco permanecerá para siempre en un enclave privilegiado de la ciudad de Melilla.
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