Opinión

Historia del sionismo (iii)

El aspecto más brutal del conflicto en la ex Yugoslavia fue la limpieza étnica, concebida para forzar a los grupos minoritarios a abandonar las áreas ocupadas por una mayoría diferente. Antes de ello, pueblos distintos habían vivido juntos en la misma aldea sin dividirse en grupos étnicos y sin casos de limpieza étnica. Por tanto, resulta claro que las causas de la situación fueron políticas. ‘Acta resumida del Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial, 6 de marzo de 1995, en relación a los hechos ocurridos en la Ex Yugoslavia’

Cuando el movimiento sionista empezó sus operaciones de limpieza étnica en Palestina, a comienzos de diciembre de 1947, el país tenía una población mezclada de palestinos y judíos. Los palestinos nativos conformaban dos tercios del total, después de haber sido el 90 por 100 de la población al comienzo del Mandato británico. El otro tercio eran inmigrantes judíos, esto es, colonos sionistas y refugiados de guerra procedentes de Europa, que en su mayoría habían llegado al país a partir de la década de 1920. Desde finales del siglo XIX, los palestinos habían estado buscando que se reconociera su derecho a la autodeterminación, primero dentro de su identidad pan-árabe, pero luego, poco después de la primera guerra mundial, a través del sistema del Mandato británico para Palestina en cuyos estatutos se incorporaba, en su totalidad la declaración Balfour de 1917, y con ella, la promesa de un hogar para los judíos en el país hecha por Gran Bretaña al movimiento sionista.

A pesar de las políticas pro- sionistas de Gran Bretaña y la presencia de una minoría sionista creciente, Palestina seguía siendo en su mayor parte un país árabe al final del Mandato. Casi toda la tierra cultivada estaba en manos de la población nativa: el hecho de que sólo un 5,8 por 100 perteneciera a los judíos en 1947 hace que hablar de un país mezclado sea un tanto engañoso, por no decir más. Desde que el movimiento sionista había puesto sus pies en Palestina, sus lideres habían intentado sin éxito convencer a los inmigrantes judíos que se asentasen en el campo; una abrumadora mayoría de los judíos recién llegados prefería establecerse en las ciudades y pueblo. Una de las consecuencias de ello era que las colonias sionistas de las áreas rurales estaban por lo general muy alejadas las unas de las otras, en ciertas áreas, como Galilea, al norte, y Naqab (el Nérguev), al sur, eran de hecho islas solitarias en el mar formado por el campo palestino que las rodeaba.

Este aislamiento hizo que estas colonias se construyeran más como plazas militares que como aldeas. Que los sionistas asentados en el campo palestino fueran tan pocos, resultaba problemático para aquellos que querían buscar su solución al creciente conflicto entre ambas comunidades en el principio de la partición. Por un lado, la lógica y el sentido común exigían que los palestinos conservaran el campo en su totalidad (más de tres cuartas partes del territorio). La partición de Palestina fue originalmente una idea británica, pero se convirtió en una prioridad de la política sionista desde 1937. Antes de esa fecha, los británicos habían propuesto varias alternativas, en particular la creación de un Estado binacional, que los judíos habían rechazado, y una Palestina dividida en cantones (de acuerdo al modelo suizo), que ambos bandos se habían negado a considerar. Al final, Londres renunció al interno de hallar una solución al conflicto inminente y en febrero de 1947 trasladó la cuestión de Palestina a Naciones Unidas. La partición, la solución preferida por la directiva sionista, se convirtió con el respaldo de Gran Bretaña en la única alternativa. El proceso prescindió prácticamente por completo de los intereses de los palestinos.

Para finales de 1946 David Ben Gurion ya se había dado cuenta de que los británicos estaban de salida, y con sus ayudantes de confianza empezó a trabajar en una estrategia general contra la población palestina que pudiera implementarse una vez que los británicos se hubieran ido. Esta estrategia se convirtió en el Plan C, o Gimel en hebreo.

El plan C era una versión revisada de dos planes anteriores, el A y el B. Al plan A se le conocía también como ‘plan Elimelech’, por Elimelech Avnir, el comandante de la Haganá en Tel- Aviv qué en 1937, por solicitud de Ben Gurion, había esbozado posibles directrices de una toma de Palestina en caso de una retirada de los británicos. El plan B había sido concebido en 1946 y ahora ambos se fundieron en uno para formar el Plan C.

Al igual que los planes A y B, el objetivo del Plan C era preparar a las fuerzas militares de la comunidad sionista para las campañas ofensivas que se emprenderían contra la Palestina rural y urbana en el momento en que los británicos se hubieran ido. El propósito de tales acciones seria ‘disuadir’ a la población palestina. En el informe del Plan C, se detallaba con claridad las acciones que se llevarían a cabo contra la población Palestina.

1. Matar a los lideres políticos palestinos.

2. Matar a los palestinos agitadores y a quienes les proporcionan respaldo financiero.

3. Matar a los palestinos que “en legítima defensa” actuaran contra los sionistas.

4. Matar a los oficiales y funcionarios palestinos más importantes (en el sistema del Mandato)

5. Destruir los medios de transporte palestinos.

6. Destruir las fuentes de sustento de los palestinos: pozos de agua, molinos, etc.

7. Atacar las aldeas palestinas cercanas que tengan posibilidad de ayudar en ataques futuros.

8. Atacar los clubes, cafés y demás lugares de reunión palestinos.

El Plan C añadía que era posible encontrar toda la información necesaria para llevar a cabo estas acciones en los expedientes de las aldeas: listas de lideres, de activistas, ‘blancos humanos potenciales’, el trazado preciso de las aldeas, etc.

Sin embargo, al cabo de unos pocos meses, se trazó un nuevo plan: el plan D (Dalet). Fue éste el que selló el destino de los palestinos que vivían dentro del territorio en el que los líderes sionistas habían puesto los ojos para su futuro Estado judío. Independientemente de si estos palestinos decidían colaborar u oponerse a ese Estado judío, el Plan Dalet proponía que se los expulsara de forma sistemática y total de su patria.

Plan de partición de la ONU

Una ONU sin experiencia (en 1947 apenas tenía dos años) puso la cuestión del futuro de Palestina en manos de un Comité Especial para Palestina (UNSCOP, por sus siglas en inglés) cuyos miembros carecían de cualquier experiencia previa en resolución de conflictos y no tenían un gran conocimiento de la historia del país.

El UNSCOP también decidió patrocinar la partición como el principio rector de una solución futura. Es verdad que sus miembros deliberaron durante un tiempo la posibilidad de hacer de toda Palestina un único Estado democrático, cuyo futuro habría de decidir el voto mayoritario de la población, pero al final abandonaron la idea. En lugar de ello, el UNSCOP recomendó a la Asamblea General de la ONU la partición de Palestina en dos Estados, unidos en una especie de federación por la unidad económica. Además, recomendó que la ciudad de Jerusalén se convirtiera en corpus separatum bajo un régimen internacional administrado por la ONU. El informe final del UNSCOP preveía que los dos futuros Estados serian idénticos excepto por equilibrio demográfico interno, y por tanto subrayaba la necesidad de que ambas identidades de adhirieran a principios democráticos liberales. El 29 de noviembre de 1947 este informe de convertiría en la Resolución 181 de la Asamblea General.

Resulta claro qué al aceptar la Resolución de Partición, la ONU ignora por completo la composición étnica de la población del país. Si la ONU hubiera decidido hacer corresponder el tamaño del futuro Estado con el territorio en que los sionistas se habían asentado en Palestina, a éstos no se les habría otorgado más de un 10 por 100 del total del país. Pero la ONU acepto las exigencias nacionalistas del movimiento sionista.

En la historia de la pacificación de Palestina, los estadounidenses terminarían involucrándose en 1967; hasta la actualidad, “llevar la paz a Palestina” siempre ha significado acogerse a un proyecto desarrollado de forma exclusiva por Estados Unidos e Israel sin consultar seriamente a los palestinos y sin una autentica preocupación por ellos.

El movimiento sionista dominó de forma tan veloz el juego diplomático que en 1947 los lideres de la comunidad sionista se sintieron lo bastante seguros como para exigir al UNSCOP que les asignara un Estado que comprendía más del 80 por 100 del territorio. Los emisarios sionistas que participaron en las negociaciones con la ONU de hecho realizaron un mapa que recogía el Estado que querían, el cual abarcaba todo el territorio que Israel ocuparía un año más tarde. Sin embargo, la mayoría de los miembros de la UNSCOP consideraron que eso era demasiado, y convencieron a los sionistas de que debían sentirse satisfechos con un 56 por 100 del país. Además, los países católicos convencieron a la ONU de que hiciera de Jerusalén una ciudad internacional en vista de su importancia religiosa, razón por la cual el UNSCOP también rechazó la exigencia sionista de que la Ciudad Santa debía formar parte del futuro Estado sionista.

La división en dos partes iguales del país, abrumadoramente palestino, ha tenido consecuencias tan desastrosas porque se llevó a cabo contra la voluntad de la mayoría de la población nativa. Al hacer pública su intención de crear dos entidades políticas iguales, una sionista y otra árabe en Palestina, la ONU violó los derechos básicos de los palestinos e hizo caso omiso por completo de la preocupación que generaba el país en el mundo árabe en el apogeo de la lucha anticolonialista en Oriente Próximo.

Mientras no había sido claro cuál sería el camino de la ONU, la vida había continuado más o menos con cierta normalidad, pero en el momento en que la suerte estuvo echada y la población se entero de que la organización había votado por una mayoría abrumadora a favor de la partición del país, la ley y el orden se derrumbaron y un mal presentimiento respecto a la confrontación final que la partición suponía, se apoderó de sus habitantes. El caso que siguió a continuación condujo a la primera guerra árabe-israelí: “la limpieza étnica de Palestina había empezado”.

En el próximo articulo Dios mediante vamos a ver cuál fue la posición de los países árabes, la reacción sionista y el diseño de un plan maestro por parte de los lideres sionistas (PLAN D, DALET)

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