Junto a la playa y a la altura del El Real, el barrio El Hipódromo es un claro ejemplo de la evolución urbanística de Melilla en las últimas décadas. Las casas mata se alternan con los edificios de reciente construcción y en un día laboral solo se ve a personas paseando a su perro, a gente haciendo deporte o vecinos con sus quehaceres, como es el caso de Ana. Cuenta que ella se mudó al barrio sobre el 1992 o el 1993, por lo que su familia lleva ahí unos 30 años. Al principio, cuando se mudaron, la zona le parecía “un poco cutrecilla”. En aquellos años no había demasiadas casas a la venta en Melilla y tampoco se daban créditos hipotecarios por lo que muchas de las viviendas eran antiguas y las fachadas “estaban destrozadas”. “Luego ya la gente se fue animando, se fueron comprando casas, arreglaron las fachadas, que eso le ha dado otra vista al barrio, y se fue yendo la gente indeseable, como los drogatas”. Así pues, afirma que el barrio es tranquilo porque ahí viven principalmente familias y personas mayores que llevan ahí toda la vida. Su casa, por ejemplo, tenía vistas a la bahía, pero años más tarde construyeron un edificio delante. “Los levantes me hacían estragos en las plantas, en los cristales, se me ensuciaba y ahora no tengo vista al mar, pero por lo menos no se me ensucia ni se me queman las plantas”, señala sonriendo. Sus hijos han crecido ahí, recalcando que es un lugar estupendo para criar, la playa está al lado, algo que encuentra “muy cómodo”. Ella espera que “sigamos siendo muy buenos vecinos todos, que es lo más importante”. Turistas o melillenses de otros barrios también valoran la zona. Isabelle, una francesa que viene de la ciudad de Perpignan, tiene una casa en propiedad en el barrio y asegura que viene de visita siempre que puede. Macarena, una agente inmobiliaria, es de El Real, pero cree que El Hipódromo está muy bien. “Tiene a mano todo, supermercados, farmacias, tenemos nuestra playa de Melilla aquí al lado, a pocos metros. Es un barrio muy tranquilo y con casitas muy acogedoras y una vecindad con muy buena gente”. Explica que los inquilinos de las viviendas que alquila en dicho barrio están muy contentos, además señala que las casas tienen un buen precio. “En el hipódromo podemos coger pisos de muy buena calidad y con un precio asequible”. Juan Manuel, que aprovecha la mañana para pasear a sus dos perros, cuenta que se vive muy tranquilo en el barrio y que el trato entre los vecinos es cercano, además de poner en valor que la playa está cerca. “Yo creo que es el mejor barrio de Melilla”. Recuerda que antes en la zona solo había casas mata y ahora la mayoría de las viviendas son edificios. Cree que el cambio ha sido a mejor, pero estima que antes había más seguridad y que las puertas se dejaban abiertas; también había una relación más estrecha entre los vecinos. María del Carmen lleva 30 años viviendo ahí y cree que el barrio es más tranquilo ahora que antes. “Había más problemas de robo, de tirones de bolso. Ya parece que eso ha bajado bastante”, dice. Subraya que lo tiene todo a mano y que casi no va al centro de la ciudad. Mirando a su alrededor, María del Carmen empieza a señalar los edificios que antes no estaban allí. Cuando llegó no había playa y en su lugar había un dique y de pequeña en el mar veía los barcos pesqueros y a los pescadores arreglando las redes en la orilla. Fijando la vista en dos bloques de edificios que se encuentran delante de Minas del Rif, explica que ahí antes había una fábrica de salados donde se preparaban anchoas, sardinas, etc. Su marido fue el que se aventuró a construir ahí cuando todo el mundo pensaba que era una locura, ya que antes muchos melillenses optaban por comprar casas en la península con el pensamiento de irse. “Pero él se atrevió, le fue bien y empezaron a construir”. La playa que ahora conocemos la hicieron al año de instalarse en el barrio. Esta melillense recuerda que había muchos problemas porque cada vez que hacía levante, el mar arrastraba consigo la playa. La solución llegó del dique que pusieron en el mar separando las distintas zonas de baño. Ella cree que El Hipódromo ”es un buen sitio para vivir” y sobre todo para las personas “de cierta edad como yo, que ya soy mayor y aquí lo tienes todo a mano”.
Algo que cambiar
Si es verdad que todos los vecinos están contentos en general por el barrio. Ana, por ejemplo, mejoraría las aceras pues cree que están muy estropeadas. De todas formas, matiza que “tampoco hay mucho que cambiar porque no hay sitio”. María de Carmen, que tiene mascota y es de las que recoge los excrementos de su perro, cree que los dueños deberían ser más cívicos porque suele encontrarse con restos de deposiciones caninas y tiene que alejar al suyo para que no las huela por el riesgo de coger enfermedades que hay. Insiste en que las aceras necesitan una limpieza. “Hay veces que lo ves limpio y otras veces que la ves llena de papeles, de mascarillas, de todo. Lo mejoraría que la gente fuera un poco más cívica”.
Mayne, un comercio de familiar de toda la vida
Abierta desde hace más de 30 años, Mayne es una papelería que fue fundada por la melillense Ángeles López Fernández en el barrio de El Hipódromo en septiembre del 1987 y que ahora su hija Sandra es la que dirige el negocio. Ángeles era del Monte María Cristina y cuando se mudó a su nuevo barrio, al principio no quería vivir allí. Sin embargo, ahora asegura estar encantada. Cree que esta zona ha sido una de las que más lentamente ha cambiado, pero que hay una gran diferencia respecto a años anteriores. “Aquí antiguamente había una especie de ambulatorio donde traíamos a los niños para las vacunas y cosas similares. Luego se hizo una asociación de vecinos y al final pusieron el parque, pero el lugar antiguamente era de la Compañía”. Jubilada, su hija Sandra lleva la papelería desde hace dos años. La joven explica que desde pequeña siempre ha estado involucrada. “Yo me he criado aquí dentro de la tienda”, subraya. Además, nació a los nueve meses después de que su madre abriese la tienda. “Nosotros nos hemos dedicado siempre a esto, para mí ha resultado una cosa normal, nunca he pensado que si antes ganábamos más o que ahora ganamos menos, simplemente para mí es suficiente que se mantenga”, explica Ángeles. Las dos aseguran estar preocupadas por el día en el que se vaya la Policía Local del barrio al edificio recién construido del Tesorillo. También explican que se trata de un barrio familiar en el que hay vecinos de toda la vida, otros que han muerto y están los que han llegado nuevos. Sandra recalca que cuando se independizó, ella quiso comprarse una casa en la zona, pero que no pudo encontrarla y tuvo que irse a otro lado. Aún así, cuando le preguntan de qué zona es ella responde ‘del Hipódromo’. Fieles a su barrio, las dos invitan a todos los melillenses que no las conozcan a pasarse por la tienda. “Llevamos aquí 35 años sirviendo a los melillenses”. Acerca de qué cambiarían, exponen que han pedido en varias ocasiones a la Consejería de Medio Ambiente que mueva los contenedores de basura que tienen justo en frente de la puerta de la tienda porque en primavera y verano entran numerosas moscas por el olor de la basura y tienen que estar usando insecticida continuamente. “Nos tenemos que comer el olor todo el día. Las moscas viven con nosotros”.