La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, está que trina con el inicio de la devolución de entre 700 y 800 menores extranjeros no acompañados que Marruecos metió en Ceuta durante el conato de marcha verde de este mes de mayo.
A Belarra le parece que la repatriación de los menores de 15 en 15 a Marruecos, en virtud según unos del Tratado Hispano-marroquí ratificado en 2012 y otros, atendiendo al de 2007, no se ajusta a derecho. En su opinión, es preferible que los niños no regresen a sus casas, con sus familias, y permanezcan malviviendo en albergues de emergencia sin que el ministerio de la sustituta de Pablo Iglesias haya hecho algo en cuatro meses por redistribuirlos entre todas las autonomías o haya reforzado el presupuesto destinado a su atención.
Ahora se envuelve en la bandera de los derechos humanos porque no es su cartera la que está asumiendo el gasto que representa la manutención de tantos menores en Ceuta. Esto es otro capítulo del culebrón “Yo invito, pero tú pagas”.
No sabemos si lo hace por salvar los empleos de las ONG que se forran con la Inmigración o si, por el contrario, es una estrategia de partido para desmarcarse del PSOE que, como todos sabemos, ha agotado todo el crédito y credibilidad que tenía respecto a los temas migratorios.
Me parece una hipocresía mayúscula que Ione Belarra, secretaria general de Podemos, proteste ahora por los menores extranjeros que se están repatriando en Ceuta cuando ella forma parte de un Gobierno que consiguió que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo legalizara las devoluciones en caliente con el argumento de que el derecho a la seguridad nacional prima sobre el derecho al asilo, a la identificación del migrante, a la asistencia letrada y a la reclamación de una sanción administrativa (el rechazo en frontera).
Ahora la ministra escenifica un enfrentamiento con Marlaska, ministro del Interior, que ha conseguido que Marruecos ponga en valor un Tratado Hispano-marroquí que Rabat firmó en los años 90 con Felipe González y que no ratificó hasta veinte años después.
Marlaska ha conseguido que Marruecos reconozca tratados que obligan a identificar al migrante antes de devolverlo. Esta situación podría representar un antes y un después en las devoluciones en caliente porque si a partir de ahora Rabat exige identificar a los migrantes devueltos y además obliga a España a pagar su repatriación, al final a nuestro país no le saldrá rentable la devolución en caliente y se ahorrará dinero identificando a los migrantes en la Policía Nacional, trasladándolos a un CIE y finalmente repatriándolos en un avión en caso de que exista convenio con sus países de origen.
Las autonomías más afectadas por la llegada de menores extranjeros no acompañados llevamos años reclamando que Marruecos haga lo que está haciendo ahora en Ceuta: que admita de vuelta a casa, con sus padres, a todos los niños que llegan solos a las ciudades autónomas y arriesgan sus vidas para conseguir cruzar a la península.
Belarra no ha pisado estos días Melilla ni Ceuta y, por tanto, no conoce la situación de los niños de la calle. Del riski probablemente sólo ha leído lo que publica algún periódico de izquierda radical; nunca ha visto menores esnifando pegamento o pidiendo comida en el lateral de un supermercado. Por eso cree, desde su infinita ignorancia, que los niños están mejor en los enclaves españoles de África, que con sus madres o abuelas en Marruecos.
Si estos niños le hubieran importado un poquito a Belarra, ella habría conseguido repartirlos entre las comunidades menos saturadas, donde les prestan una atención increíble, muy distinta de lo que podemos ofrecer por estos lares. Donde hay pobreza, se reparte lo que se tiene. Ni más ni menos: pobreza.
Pero la ministra no ha tenido tiempo de ocuparse de ello y ahora salta en plan lince ibérico a arañarle la cara a Marlaska. Se le olvida que el ministro del Interior fue, antes de entrar en política, uno de los mejores jueces que tuvo este país. Así, que aunque sólo sea por respeto, Belarra debería estudiar el criterio del ministro. Sentarse a hablar con él o tomarse la molestia de viajar a Ceuta a comprobar que las devoluciones se están ejecutando con todas las garantías.
Porque eso es lo que exigimos siempre. No se trata de defender que los migrantes se queden en España si no son solicitantes de asilo o si no han llegado con un contrato firmado en origen. Se trata de defender que quienes emigran por motivos económicos o porque aspiran a una vida mejor, sean devueltos con todas las garantías que ofrece nuestro estado de derecho.
Antes de montar el show mediático, Ione Belarra debería responder dónde estaba ella y por qué se quedó callada cuando el Gobierno al que pertenece legitimó las devoluciones en caliente. Hipocresías, las mínimas.
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