El reloj marcaba las 23:10 horas cuando María José Fernández cogió a su hija Naira en brazos y empezó a gritar en busca de auxilio. Subió las escaleras de su casa corriendo, con el pecho jadeante, le faltaba el aire. Su tío Farid Bagdad, que vive en la segunda planta de la misma casa, bajó alarmado por los chillidos de su sobrina. “Cuando vi a María José con la niña en brazos, me imaginé lo peor”, cuenta.
La escena se produjo el pasado lunes en la calle Orión número 18 del barrio de La Cañada. El pronóstico de Farid se hizo realidad. La pequeña Naira El Madiouni, de tres años, falleció a las 03:45 de la madrugada del lunes al martes.
Para describir las horas previas a este momento sólo tienen cabida, según la madre, dos palabras: “rabia e impotencia”. Está convencida de que su hija seguiría con vida si no fuese por “la mala atención” que recibió en Urgencias “y las “decisiones erróneas” que tomaron, a su juicio, los profesionales sanitarios. “Mi hija estaría viva si la hubiesen dejado ingresada en el Comarcal y no le hubiesen dado el alta a la ligera”, asegura.
Bronquitis
María José cuenta que la pequeña Naira padecía bronquitis. “Con tan sólo un mes ya se le inflamaron las vías respiratorias y ha enfermado muchas veces”, dice. “De hecho, ha estado más de una vez ingresada en el hospital por esta dolencia”, continúa. Escuchar a su hija toser durante varios días o verla con mocos se había convertido, lamentablemente, en algo común.
No obstante, esta vez, todo era distinto. “El pasado fin de semana estaba muy débil y apenas comía ni bebía”, señala la madre. El domingo por la noche decidió pedir cita para que la atendiese su pediatra. “Me dieron cita para el lunes a las 9:00 horas. Su médico la vio y le recetó un broncodilatador en aerosol, un jarabe y unas gotas”, apunta. María José volvió a casa con la pequeña Naira y el resto de la jornada transcurrió con aparente normalidad. “Quería jugar con su primo pequeño, aunque la notaba cansada”, recuerda.
Primera visita al hospital
Sobre las 21:30 horas, la madre decidió llevar a la cama a su hija. “Le di el jarabe y conseguí dormirla”, asegura. A las 23:10 horas, la niña despertó. Cuando María José encendió la luz de la habitación, se aterró por el aspecto que presentaba Naira: “Estaba blanca como la pared y con los labios morados. Le costaba mantener los ojos abiertos. La cogí en brazos, me dirigí al piso de mis familiares y empecé a chillar para pedir auxilio”, dice.
Su tío Farid y la hija de éste, Sucaina, que viven en la segunda planta del mismo edificio, acudieron rápidamente al piso de María José. “Cuando vi a mi sobrina con la niña en brazos, me imaginé lo peor”, cuenta su tío. Mientras éste iba en busca del coche para llevar a María José y a Naira al hospital, Sucaina le practicó los primeros auxilios a la pequeña. “Estaba en parada, pero conseguí reanimarla”, afirma.
Durante el trayecto al hospital, que sólo duró unos minutos, la madre no dejaba de hablarle a su hija. “Tenía que mantenerla despierta sí o sí”, sostiene.
Una vez en Urgencias, los médicos, ante la gravedad del estado de la niña, la atendieron directamente. “Le quitaron la ropa y la cubrieron con tres mantas”, cuenta María José. El médico de Urgencias logró estabilizar su sistema cardiorespiratorio y pidió que le realizasen una radiografía simple de tórax.
“Tras dos horas en el hospital, el médico me dijo que todo estaba bien y que nos podíamos marchar. Me extrañó que no la viese un pediatra, pero insistió en que padecía una ‘simple bronquitis”. Eso sí, me pidió que cuando la intentase dormir de nuevo, la incorporara en la cama con la ayuda de una almohada”, señala.
Cuando María José volvió a casa, siguió la recomendación del médico. “Le di un vaso de agua y la tumbé en la cama”. La madre quiso permanecer el resto de la noche al lado de su pequeña y decidió dormir junto a ella. “No dejaba de escuchar silbidos. Pasadas las tres de la madrugada escuché uno muy fuerte y después sólo hubo silencio” asegura, con las lágrimas amenazando con salir de sus pupilas. La menor volvió a entrar en parada cardiorrespiratoria.
La familia acudió nuevamente al hospital. Esta vez, un ejército de batas blancas rodeó la camilla de Naira. “Hubo al menos cinco o seis médicos en el área de observación, entre ellos un pediatra. A mí no me dejaron pasar”, relata. Los profesionales sanitarios intentaron reanimar a la pequeña. Sin éxito. Naira había fallecido. “Se acercaron para darme la noticia, pero el médico que la atendió en nuestra primera vista no fue capaz de dar la cara”, lamenta.
Medidas legales
Como ya informó este periódico, los padres de Naira enterraron el pasado miércoles a su hija y se negaron a practicarle la autopsia. “Sé que ha muerto ahogada. No necesito conocer la causa, pero creo firmemente en que la podían haber salvado si la hubiesen dejado en observación”, apunta. Los progenitores aún no han descartado tomar medidas legales para denunciar “negligencia médica”.
En casa de la familia de Naira no hay tan solo luto, sino rabia e impotencia. Cuentan que son incapaces de asimilar “una muerte incomprensible”. “Tienen que responder por los errores cometidos. No quiero que esto vuelva a ocurrir jamás”, manifiesta.
Desde que perdió a su hija en la madrugada del pasado martes, María José no ha podido conciliar el sueño ni probar bocado. “Estoy ausente”, afirma.
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