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“Hemos seguido la antigua ruta aeropostal en el vuelo a Dakar”

Los pilotos Alberto y Carlos de Marchis recalan en Melilla en su camino desde Senegal a Roma. Creen que si las avionetas pudieran repostar en la ciudad podría desarrollarse el turismo aéreo en pocos años.

Alberto y Carlos de Marchis son dos pilotos italianos que han recalado en Melilla durante un día para descansar, pues están realizando el trayecto Roma-Dakar. Sus nombres puede que no sean muy conocidos aunque lo cierto es que Alberto es el marido de la periodista española Paloma Gómez Borrero, corresponsal en la capital italiana desde hace muchos años.

Ambos accedieron a hablar con  El Faro sobre su aventura aérea, pues en el fondo, viajar desde Europa a África en avioneta sigue siendo un trayecto complicado y peligroso, tal y como afirmaban hace casi un siglo los primeros pilotos que viajaron por el África atlántica al abrir la conocida ruta aeropostal.

Y es que Alberto y Carlos siguieron en cierto modo este mismo camino al ser imposible el viaje por la zona oriental de África, debido a los problemas y conflictos que existen en muchos de esos países, entre otros Somalia. La imposibilidad de repostar les hizo ver que era mejor bajar por Marruecos y Mauritania hasta alcanzar su objetivo, Dakar.

Pese a ello, el viaje comenzó el pasado 7 de agosto en la ciudad de Roma, desde donde salieron en primer lugar hacia las islas Baleares. “Ahí conocimos a un piloto español que tenía el mismo tipo de avioneta que nosostros, una Cesna 177, lo que nos sirvió para aprender algo más sobre esta aeronave”, afirmó Carlos. De hecho, éste comentó que si no hubiera sido por ello no habrían realizado el trayecto, pues gracias a las informaciones del piloto español pudieron economizar mejor el combustible.

Tras respostar en Baleares, partieron para la ciudad de Jeréz, donde hicieron un nuevo repostaje antes de emprender la ruta que les llevaría por toda la costa atlántica hasta Dakar, casi siete mil kilómetros de una línea interminable, con el desierto a un lado y el mar al otro.

Las escalas las hicieron entre otras ciudades en Agadir así como Dakhla, en el antiguo Sahara español, antes de penetrar en Mauritania. “Mauritania exige permisos para entrar y atravesarla por aire”, señaló Carlos y adjuntó que es una situación que no se exige en Marruecos.

De hecho, en el país vecino tan sólo pidieron el plan de vuelo y algún registro en la avioneta. “Tuvimos una etapa mala en Marruecos, al atravesar la cordillera del Atlas”, recordó, pues ahí hay muchas turbulencias debido a los fuertes vientos que soplan desde el desierto así como la altura de estas montañas, por encima de los tres mil metros.

En cualquier caso, no sería el único problema, pues al llegar a Agadir se toparon con la temida niebla del Atlántico, lo que les hizo tener que volar a simple vista, sin poder usar el instrumental de vuelo. Pese a ello pudieron aterrizar finalmente.

Carlos comentó que aunque hicieron la antigua ruta aeropostal, lo cierto es que no pararon en la ciudad de San Luis de Senegal, sino que  fueron directamente hasta Dakar.

Sin embargo, la vuelta decidieron hacerla por el interior del territorio, unos 250 kilómetros tierra adentro. En cuanto a la llegada a Melilla, Alberto recordó que conocía la ciudad porque su mujer había tenido un  bisabuelo militar aquí destinado a finales del siglo XIX. De hecho fue él quien diseñó el fuerte de Rostrogordo.

Para subir a Melilla atravesaron los cielos de Fez y Alhucemas, donde pararon a respostar. “Se sorprendieron en la ciudad porque hacía dos meses que no llegaba un avión  extranjero”, afirmó  Carlos y adjuntó que la avioneta fue registrada al completo.

Finalmente llegaron a Melilla, una ciudad que les ha gustado aunque reprochan que no haya sido posible repostar aquí. “Así no puede desarrollarse el turismo aéreo”, afirmó y adjuntó que quiere volver, pues es una ciudad, Melilla, con un encanto particular.

Junto a ello recordó que en el aeropuerto melillense tampoco hay muchos sitios donde poder aparcar la avioneta, otro inconveniente en la ciudad. “Esto es un límite”, afirmó Carlos quien confía en que este problema se solucione con  el paso de los años. “Creo que Melilla gustaría mucho”, sentenciaron los dos pilotos italianos, quienes confían en volver.

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