Marruecos sigue haciendo de las suyas. Ahora la aduana de Beni Enzar no acepta el formulario EUR-1, con el que se certifica que una mercancía procede de la Unión Europea, a empresas con sede social en Melilla. Eso significa, según explica el periodista Ignacio Cembrero en El Confidencial, que los empresarios melillenses no se pueden beneficiar de la rebaja o exención de aranceles que se aplican en el país vecino a los productos importados de Europa.
No hay comunicación oficial de Rabat y difícilmente la habrá. Todos sabemos que el reino alauí para estas cosas es una anguila. Lo han hecho a su estilo: el de los hechos consumados. Ahora los exportadores melillenses tendrán que jugar al despiste para seguir exportando a Marruecos a través de Almería, porque la aduana de Beni Enzar la cerraron hace dos años sin contar con España. ¿Por qué? Por que no pintamos nada.
Ahora, de momento, las autoridades marroquíes no se saldrán con la suya. El que inventa la ley, inventa la trampa, y nuestros empresarios buscarán la manera de entrar su mercancía en Nador sin dejar rastro de su residencia en Melilla.
Pero no podemos hacer la vista gorda ante tamaño desafío. Nuestro estrangulador busca deslocalizar y espantar empresas de nuestra ciudad ante la mirada impertérrita del Gobierno de Pedro Sánchez, cuyo ministro del Interior ha llegado a decir que las relaciones entre España y Marruecos son “absolutamente perfectas”.
Sabrina Moh lleva poco más de dos años en el cargo y pasará a la historia como la delegada del Gobierno que más zarandeos y desplantes ha recibido del país vecino. Ella podrá decir que hizo tal o cual gestiones, pero la realidad es que, suponiendo que sea cierto, ninguna ha surtido efecto alguno. A los hechos me remito. Hay espantapájaros, que sin hablar, resultan más útiles en el campo.
No sabemos exactamente hasta dónde pretender llegar Marruecos con esta nueva vuelta de tuerca al bloqueo de Melilla. Las intenciones no son buenas, así que deberíamos apostar por pegarles una coz donde más les duele: en el tema del Sahara. A ver si la gente de Podemos de nuestra ciudad se anima y se pone en contacto con Pablo Iglesias y le recuerda que él y su partido son prosaharauis. Al final hasta podríamos llevarnos la sorpresa de que UP pueda resultar decisivo para el futuro de esta tierra.
Fantasías aparte, la realidad es que Marruecos se está riendo en nuestras caras. Abre un pasillo humanitario para sacar a parte de su gente de nuestra ciudad y no permite que los melillenses atrapados en Nador puedan utilizar esa misma vía para regresar a casa. Les han hecho ir hasta Tánger, de ahí hasta la península y de ahí, a coger el barco. Y a nuestra delegada del Gobierno no se le cae la cara de vergüenza.
Imagino que para quitarse el marrón de encima dirá que es un tema entre países. Me pregunto ¿para qué sirve una Delegación del Gobierno que no puede hablar en nombre del Gobierno de España? Pues eso: para nada.
Vamos a perder el comercio atípico y vamos a cerrar todas las empresas que vivían del trasiego de fardos en Melilla. Peligra, incluso, la importación de pescado, el género estrella en los bares de la ciudad. ¿Para qué puede servir entonces la frontera? ¿Para que entren marroquíes y ambulancias? ¿Para que salgan melillenses y euros en desbandada?
Juro que me esfuerzo por entender la relación tóxica que mantenemos con Marruecos y no lo consigo. Ya hemos pasado de la insinuación a la puñalada trapera; a la zancadilla política; al te reviento ahora que estás débil.
¿Qué más tiene que hacer Rabat para que entendamos que van a por nosotros? La sostenibilidad económica de Melilla está en juego y seguimos jugando al despiste. Nuestro Gobierno local no se pronuncia con la contundencia con que lo ha hecho Imbroda cuando ha pedido pararle los pies a Marruecos. A este ritmo, más que los pies, tendremos que pararle la cintura porque nos están pegando un meneo de agáchate que allá voy.
Los melillenses sólo pedimos un gesto que nos permita confiar en quienes nos dirigen. Un solo gesto de firmeza que invite a pensar en que merece la pena invertir y trabajar en esta ciudad. ¿Quién en su sano juicio trasladaría una empresa a Melilla a sabiendas de que no podrá exportar a Marruecos con las ventajas fiscales que tienen el resto de compañías españolas y europeas?
No puede ser que no lo vean. Pero si lo ven y no hacen nada, podemos decir, sin temor a equivocarnos que estamos rodeados de traidores. Lo explicó de una manera sublime, en el siglo XIX, un poeta periodista cubano, hijo de españoles, llamado José Martí: “El amor, madre, a la patria, no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime. Es el rencor eterno a quien la ataca”.
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