La Policía Nacional encontró, el lunes por la noche, a un hombre de unos 80 años muerto en su casa, en la calle Alicante, en Ataque Seco.
Los vecinos llevaban meses llamando a la Policía y a los Bomberos cada vez que estaban un tiempo sin verlo, sin problemas hasta entonces. La semana pasada, un amigo suyo habló con él. Se encontraba relativamente bien. El amigo se marchó a pasar el puente a Marruecos y, cuando regresó, lo llamó por teléfono y Miguel -que así se llamaba el fallecido- no se lo cogió. Fue entonces cuando acudió a su casa y, al no contestar al timbre, llamó a la Policía, que efectivamente lo halló muerto.
En el momento de la llegada de la ambulancia, varios vecinos se encontraban junto a la puerta del edificio. Naima informó de que varias veces habían llamado a la Policía y a los Bomberos para atenderlo, y criticó que ni la Ciudad Autónoma ni los asistentes sociales intervinieron en ningún momento. El hombre, del barrio de toda la vida, según dijo, antes vivía con su madre, pero, desde que ésta falleció, sólo tenía a su sobrino.
A Marina se le veía afectada y bastante enfadada. En su opinión, vista la demencia que sufría Miguel, podrían habérselo llevado a algún centro, pero “no le han hecho ni caso”. Según ella, a la casa acudía gente para “chuparle la paga que tuviera” y después lo abandonaron “totalmente”.
Marina recuerda que, cuando Miguel era joven, “se podía mantener una conversación normal con él, porque era muy educado y amable y nunca daba problemas a nadie”. Desde que empezaron a empeorar su condición física y su salud mental, nadie se preocupó por él. “Aquí venía todo el mundo y ahora se han lavado las manos y no quieren saber nada”, lamentó.
Esta chica exculpó a la Policía, que hizo lo que pudo e incluso le llevó comida en ocasiones a Miguel, cosa de la que, a su parecer, debería haberse encargado el Estado, y apuntó que ese es precisamente el motivo por el que se pagan impuestos: “Para que inviertan en las personas mayores y en sanidad”.
Marina criticó también a otras organizaciones sociales que, según ella, no se ocupan de los melillenses que, en ocasiones, parecen ciudadanos “de segunda”.
Visiblemente molesta, Marina continuó que “no tiene sentido que, en el siglo en el que estamos, una persona se muera de hambre y sola” y volvió a reclamar que la Ciudad Autónoma dé más ayudas a las personas mayores, especialmente a aquéllas que no pueden pagarse una residencia.
“Da vergüenza, porque el hombre siempre se comportó muy bien y fue muy respetuoso con nosotros”, afirmó, antes de añadir que “eso no les pasa ni a los animales”. Visiblemente emocionada y con lágrimas en los ojos, Marina repitió que, aunque ellos pueden ayudar, en estos casos debería ser la Ciudad Autónoma la que actuara.
“No me sirven espectáculos, ni propaganda, porque para pagarse las campañas políticas sí hay dinero, pero no para ayudar a las personas mayores como Miguel”, quien, como tenía demencia -y también sufría de Síndrome de Diógenes-, evidentemente no podía pedir que lo ingresaran en un centro.
Tras exculpar a la Policía y a los Bomberos, que poco más podían hacer salvo comprobar si Miguel se encontraba bien cuando eran llamados, Marina declaró que lo que siente ella es “indignación” por ver “que las personas mayores no están respaldadas por el Estado” y reiteró que “todo el mundo tiene derecho a morir dignamente”.
En este sentido, insistió en que no le entra en la cabeza que una persona pueda perecer de inanición en España en el siglo XXI.
Marina sospecha que Miguel podía haber perdido su paga, ya que no se le veía salir a la calle y no sabe de qué otra manera podría haber realizado los trámites correspondientes.
“Antes se le veía pasear con su carrito e iba a tirar la basura, pero después no se le ha visto salvo alguna vez asomarse a la ventana”, explicó esta chica, a quien casos así le dan mucha “pena”.
Para Marina, lo más grave de esto es que hay muchas más personas en la misma situación que Miguel en España, ya que ahora se vive más tiempo y, en muchas ocasiones, las personas con discapacidad no cuentan con un asistente social a su lado.
“Hay que facilitarles la vida a las personas mayores”, continuó Marina, quien no puede entender “que una persona muera sola como un perro”. “¿Dónde están esos familiares y amigos que se veían antes?”, se preguntó.
Finalmente, tras disculpar a los vecinos, quienes han ayudado en lo posible y algunos de ellos se han portado con él “maravillosamente”, Marina incidió en que esta muerte es “muy triste”.
“Hoy es él, pero, tal como va la sociedad, mañana puedo ser yo tranquilamente”, alertó.
Después de la certificación del fallecimiento por parte de los servicios sanitarios, sólo faltaba que el grupo de la Policía comprobara que se había tratado de una muerte natural antes de que llegara la funeraria para llevarse el cadáver. Mientras tanto, dos vecinas hablaban entre sí.
“¡Que no vengan a pedir votos a esta calle! Yo, por lo menos, no pienso votar por ninguno”, dijo una.
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