Mantener el equilibrio entre comunidades tan diversas como las que conviven en Melilla no es una tarea fácil. Llegar al punto en que estamos y que compartimos espacio público distintas religiones, culturas y formas de ver la vida es un trabajo diario, un esfuerzo permanente de tolerancia, de entendimiento, de comprensión y de respetar la igualdad entre todos.
Los melillenses no podemos permitir de ninguna de las maneras que nadie venga a alterar ese equilibrio que cuidamos con tanto celo y empeño. Nadie tiene derecho a destruir en unos minutos lo que llevamos construyendo durante tanto tiempo y por eso, quienes trataron de violar la paz de la principal sinagoga de Melilla, deben pagar por lo que hicieron.
Tiene que quedar muy claro que los melillenses no vamos a consentir que nos arrebaten lo que ha sido siempre nuestra seña de identidad. Nadie tiene derecho a tensionar socialmente esta ciudad. No hay argumento alguno que pueda sostener que los vecinos se miren con desconfianza ni se podrá justificar jamás educar a los pequeños en el odio.
Fue muy triste oír a decenas de menores gritar consignas en contra de Israel y verlos participar en un pequeño incidente que no llegó a más por la presencia de los agentes de la Policía Nacional que custodiaban la sinagoga. ¿Qué clase de ejemplo se les dio a esos niños? ¿Qué pudieron interpretar que no fuera odio por los que no son como ellos? ¿Qué clase de adultos permite semejante exhibición ante sus hijos?
Cierto es que todo el mundo tiene el derecho de concentrarse en demanda de aquello que considera justo, de protestar; faltaría más en un Estado democrático como el nuestro. Pero, ¿es necesario trasladar a nuestra ciudad un conflicto cuyas consecuencias, como hemos visto, pueden ser nefastas para la convivencia melillense?
Otra pregunta que por ahora no tiene respuesta por ahora nos lleva a plantearnos cómo es posible que, a la vista del número de asistentes a la concentración, no se extremaran las medidas de seguridad y se impidiera el acceso a López Moreno donde se encuentra la sinagoga señalada.
Son muy oportunos los llamamientos a la calma que han realizado las primeras autoridades melillenses. Es muy positivo que tanto la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, como el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, pidan sosiego y recuerden a todos los ciudadanos lo que somos: una sociedad en paz, diversa y plural pero unida en lo fundamental, que es el respeto al diferente. Harían bien los propios asistentes a este tipo de concentraciones de amonestar e impedir salidas de tono que dañan nuestra convivencia y, por qué no decirlo, nuestra imagen en el exterior.
Ha sido muy lamentable ver en las televisiones nacionales e internacionales que Melilla vuelve a estar en el ojo del huracán por algo tan triste, tan desafortunado y tan impropio de los melillenses.
No perdamos el norte del equilibrio entre las comunidades, no aceptemos nada que pueda ensombrecerlo y sigamos siendo ejemplo para el mundo de lo que es vivir en paz a pesar de las diferencias.
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