El presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, ha solicitado a Madrid que Melilla pase a la Fase 2 de la desescalada, lo que en román paladino se traduce en dar un paso más hacia la ‘nueva normalidad’ con la reapertura de espacios culturales y la permisibilidad de contactos sociales y salidas de grupos más amplios. A todos nos ha pedido responsabilidad. Y sería bueno que todos entendiéramos que en nosotros y sólo en nosotros está la posibilidad de evitar rebrotes y no dar ni un paso atrás en el control de la Covid-19 porque eso sería letal para nuestra economía y, por tanto, para nuestra salud mental.
Siempre y cuando mantengamos la distancia de dos metros, la Fase 2 permite celebrar bodas con hasta 100 invitados en espacios abiertos y con 50 comensales dentro de restaurantes. También se permite acudir a velatorios con no más de 25 personas al aire libre y 15 dentro de las funerarias. Simplificándolo mucho, el Ministerio de Sanidad nos da más manga ancha para reír que para llorar. Visto así, es fácil empatizar con quien ha tomado tal decisión si el difunto no es nuestro.
Sabemos que otros presidentes autonómicos pidieron el domingo a Pedro Sánchez que la entrada en la fase 2 fuera acompañada, por ejemplo, de una rebaja del 4% en el IVA del turismo y la hostelería; otros renegaron de la apertura de las guarderías privadas hasta septiembre y solicitaron que en lugar de mantener a los turistas en cuarentena, se les haga una PCR a su llegada a España. Los hay, además, como Galicia, que piden la entrada en la Fase 2 con movilidad entre todas sus provincias y con permiso para reanudar las visitas a las residencias de mayores. La Comunidad Valenciana, por su parte, aunque tiene dudas sobre su pase a la fase 2 el próximo lunes, sí tiene claro que abogará por la apertura de piscinas y playas.
En nuestra ciudad, el presidente De Castro ha cursado la solicitud salvaguardando tres puntos que están fuera de debate en estos momentos: la apertura de colegios; los vuelos de avión y la frontera cerrada.
Sé, porque me afecta, lo mucho que nos incordia a las madres y padres que los centros escolares continúen cerrados pese a la baja incidencia de la Covid-19 en nuestra ciudad; pero también sé que en Nueva York se investiga una grave afección cardíaca provocada por el coronavirus en un centenar de niños. ¿Qué queréis que os diga? Mi peque está en Infantil. No creo que vaya a perder la carrera por dejar de ir al colegio hasta septiembre. En eso los padres coincidimos, creo yo. Pero los que sí podemos perder la carrera somos nosotros ante la imposibilidad de conciliar vida personal y laboral. Esta crisis nos ataca especialmente a nosotras.
Urge tomar medidas porque esto no puede esperar a septiembre. Sin pecar de ingenua, entiendo que ese dinero (para ayudas a la conciliación) tiene que llegar de Madrid o de Europa porque las arcas de nuestra Ciudad no dan más de sí y menos para empezar a despachar subvenciones no a los más vulnerables, que las merecen sin duda, sino al grueso de los trabajadores que lo tienen muy difícil para reincorporarse a su empresa haciendo malabarismos para cumplir con el jefe y con la familia. La responsabilidad, en ningún caso, puede recaer sobre el empresario. Tampoco sobre el trabajador.
En cuanto al tema aviones, lo tenemos claro. Restablecer las conexiones aéreas no es viable hoy por hoy, teniendo en cuenta que nuestra ciudad tiene conexiones con provincias que van por detrás en la desescalada. Me refiero a Madrid, Málaga o Granada. No así, Almería, que nos podría valer de corredor mediterráneo, pero no deja de ser una excepción.
Y en cuanto a la frontera, estoy de acuerdo con la boca pequeña. Si la economía de esta ciudad no dependiera de Marruecos, por mí, bajaba la persiana por tiempo indefinido, pero con ese acto de soberbia sólo conseguiría asfixiar aún más, si es que eso es posible, al pequeño comercio y a nuestros bares y restaurantes. También a las familias que llevan dos meses sin empleados domésticos. Nos necesitamos mutuamente, pero aún no es el momento de hacer el ridículo porque mucho me temo que Rabat estirará el cierre hasta que nos vea con la lengua fuera.
Creo, además, que por el bien de nuestra gente es bastante oportuna la solicitud de desescalada gradual de las conexiones marítimas. Si la Guardia Civil es un cuerpo militarizado y la ministra de Defensa Margarita Robles permite ya a los militares desplazarse para ver a sus familiares en otros municipios sin ser multados, la Benemérita debería hacer lo propio con los agentes que tienen familia en la península. Es de justicia pese al limbo en el que nos coloca nuestra situación geográfica.
Por último, la flexibilización de horarios para los menores de 14 años es fundamental porque con la subida de las temperaturas a ver quién saca a un niño con la solanera. A nuestras leyes les falta siempre eso que se le presupone a cualquier norma: sentido común.
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