Son cuatro gatos y se están matando entre ellos. Desde el Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa) de Melilla tuvieron ayer a bien defenderse de la sacudida que les pegamos en El Faro tras anunciar, sin mediar explicación, que no iban a facilitar los datos de evolución del coronavirus durante el fin de semana.
En cualquier circunstancia la falta de transparencia está mal vista, pero justo cuando hemos registrado este mes de agosto más contagios que durante todo el confinamiento este tipo de secretismos es impresentable. No os quepan dudas, con el primer fallecido no quedará más remedio que encerrarnos. Ya pasamos por eso. Sabemos lo que es y no entiendo por qué no nos lo tomamos en serio.
Desde esta Jabalina, dijimos ayer al Ingesa de todo menos guapos y tardaron nada y menos en lavarse las manos y echarle el muerto a Mohamed Mohand (PSOE). Para el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria, que dirige el nefrólogo Omar Haouari (designado por el PSOE), en nuestra ciudad el registro de los datos del incremento diario de contagios de coronavirus corresponde a la Consejería de Salud Pública.
Sin embargo, durante la crisis de la COVID-19 esas cifras las ha venido haciendo públicas el Ingesa, sólo a modo de intermediario, porque desde el 2 de abril el consejero socialista pidió al departamento de comunicación de este organismo que se ocupara de hacerlo.
Y así lo han hecho diligentemente hasta que el sábado Salud Pública les avisó de que no iban a informar hasta ayer lunes sobre las cifras de la gestión desastrosa que está haciendo el consejero socialista que, según Podemos, estuvo por ahí de vacaciones.
Pues bien, ya sabemos que esto es cosa de Mohand. Cuando las cosas iban bien, chupaba cámara hasta hartarse y ahora que van mal, muy mal, quiere correr un tupido velo. Mientras menos se sepa, mejor. Como si los periodistas estuviéramos de adorno.
Pues no, señor consejero, esto canta por bulerías y no tragamos.
Entendemos que la dimisión en la Dirección de Salud Pública es un obstáculo añadido. Quienes conocen a su titular por su vinculación al extinto PPL, han comentado a El Faro que, en efecto, tiene sobrados motivos personales para dejarlo. Pero no descartan que podrían ser políticos ya que ese puesto era heredado del Gobierno de Imbroda. Aunque no es la primera vez que un cargo de libre designación repite en un Ejecutivo formado por partidos diferentes al que le nombró, el ego del consejero nos invita a pensar que no todo el monte es orégano. En cualquier caso todo esto son elucubraciones. Lo incontestable es que una dimisión en un puesto clave de Salud Pública, en plena pandemia, afecta el funcionamiento de la Consejería.
Mohand está en todo su derecho de nombrar un sustituto/a de su entorno, pero se le exige que esta persona, como mínimo, esté a la altura del grandísimo trabajo que hizo su antecesora en la primera ola de la pandemia. Aquí no vale meter con calzador al número 29 de la lista electoral del PSOE.
Ahora mismo, en ese puesto clave, hace falta alguien preparado, con capacidad para tomar decisiones y que refuerce las debilidades del consejero. Así es como se completa un equipo fuerte. Pero claro, esto sólo ocurre en el mundo empresarial. En política, ya se aseguran los de arriba de tener como segundo a alguien con un perfil gris, que no haga sombra. Nada molesta más a los inseguros que la gente talentosa.
Justo ayer leía un comentario muy interesante de José María Martín-Moreno, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de Valencia, que defiende que detrás de esta segunda ola del coronavirus no hay una sola causa sino varias. Pero su conclusión más interesante es que en ningún caso los ciudadanos son los responsables.
El profesor Martín-Moreno dice que a los políticos les resulta muy fácil culpar a la sociedad de los rebrotes incontrolados, pero obviamos que la mayor parte de las cosas que han ido mal dependen de las autoridades: “¿De quién depende el estado de alarma? ¿De quién depende tener rastreadores o tests?”, se pregunta.
Este catedrático cree además que detrás de esta segunda ola hay una reacción tardía de las autoridades. Y yo me pregunto: ¿Dónde estaba el consejero de Salud Pública cuando empezaron a aumentar los casos de coronavirus? ¿Por qué no tenemos suficientes rastreadores en Melilla si nos sobran parados? ¿Por qué se tardó tanto en tomar medidas para frenar los contagios?
Volviendo a los dimes y diretes entre el Ingesa y Salud Pública, me pregunto por qué la Consejería no utiliza los servicios del Gabinete de Comunicación de la Ciudad Autónoma. Si no vale para informar en tiempos de pandemia, me pregunto para qué sirve entonces.
Podríamos prescindir de su personal porque el dinero seguro que nos hace falta.
Ahora se podrán pelear Ingesa y Salud Pública todo lo quieran. Los periodistas queremos los datos; queremos transparencia; queremos que hagan su trabajo y que se dejen de flojera. Ya está bien de tomarnos el pelo.
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