La derrota encajada ante el Granada B no empaña la magnífica reacción del equipo tras una paupérrima primera vuelta en la que llegó a tocar fondo en muchas de las jornadas.
La posibilidad de jugar la próxima edición de la Copa del Rey era prácticamente una quimera. Carlos Granero lo sabía y por eso planteó un partido en la línea de los anteriores, aunque dando entrada a algunos jugadores que por el trabajo que venían realizando merecían disfrutar de más minutos de los que habían acumulado hasta el momento. El primer tiempo la cosa estuvo ahí, igualada, pero en la segunda mitad el filial nazarí sacó a relucir todo su potencial y el por qué ha acabado la fase regular ocupando la quinta plaza en la general. No cabe duda de que el esfuerzo ha sido brutal a lo largo de una segunda vuelta en la que los azulinos se han convertido en el mejor equipo del campeonato por méritos propios. Buena culpa de la reacción que tuvo el conjunto azulino la tiene sin duda Carlos Granero. Al César lo que es del César.
El técnico valenciano puso orden donde reinaba la anarquía. Supo dar un vuelco a las relaciones entre club, staff técnico y vestuario, que a la postre ha resultado primordial para llevar a buen puerto a una nave que hacía aguas por todas partes. Tanto en la gestión y administración del club como en la parcela deportiva.
Granero, con su actitud y profesionalidad, ha sido una influencia positiva para que la UD Melilla recuperase parte de esa imagen que siempre ha tenido de entidad seria y de solera, y no de equipo de barrio (y de los malos) que transmitió en los albores y durante buena parte de la temporada que está a punto de finalizar.
La consecución del objetivo de la permanencia trajo consigo la renovación automática de la relación del entrenador levantino con la entidad que acaba de estrenar presidente tras un proceso electoral que no pudo completarse por falta de alternativas a la única candidatura que se presentaba y que encabezaba el empresario melillense Luisma Rincón, quien en sus primeras comparecencias públicas está sabiendo transmitir ilusión a una afición que parece despertar del letargo en el que se encontraba.
Sería injusto no reconocer también lo realizado por Cristóbal Sánchez y su equipo de trabajo, quienes con sus aciertos y errores han mantenido al club cinco años más en la División de Bronce del fútbol español.
Igual de injusto sería culpar única y exclusivamente al anterior entrenador de la marcha del equipo. Un hombre de club que quizá no supo marcar distancias con los diferentes estamentos de la entidad, y que tampoco supo mantener su criterio a la hora de mostrar su desacuerdo con algunas decisiones que tomó el club y que a la postre resultaron nefastas para el desenlace del equipo en la competición.
Hay un dicho que reza que de los errores se aprende. Esperemos que sea así, y que el club no vuelva a tropezar de nuevo con la misma piedra.
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