En el verano del 2022, el escritor, director de orquesta y compositor italiano anunció que padecía una dura enfermedad: un mieloma múltiple. Se trata de una enfermedad incurable y su supervivencia se sitúa entre 3 y 4 años, y apenas un 3 por ciento de pacientes siguen vivos al cabo de 10 años. Tiene un cáncer que le lleva a estar ingresado en el Instituto de Tumores de Milán para recibir la terapia adecuada.
El músico reconoce que está “heroicamente saliendo del infierno”, una forma muy expresiva de comunicar por lo está pasando. Todos sabemos que la enfermedad que padece Allevi presenta un pronóstico grave. Las células de mieloma múltiple son células plasmáticas anormales que se acumulan en la médula ósea y forma tumores en muchos huesos del cuerpo. Debe sentir grandes dolores.
Tiene Giovanni Allevi, 54 años, está casado con una pianista que es, a su vez, su mánager, Nada Bernardo, y tienen dos hijos: Giorgio y Leonardo. De su vida privada no se sabe mucho más que esto. A pesar de su fama, siempre se mantuvo bien de vender su vida. Él solo ofrece su don, la música. Creo que será de los que piensan que, como compositor, es su música lo que nos puede ofrecer. Esta actitud tan sensata ahora es rara avis, y nos refleja su personalidad.
Cuando, por motivos profesionales, se alejaba de su familia, sentía unos ligeros sentimientos de culpa, como todo padre. Lo compensaba viviendo intensamente los momentos que pasaba con sus hijos y dedicando a ellos alguna de sus composiciones.
Ahora, atormentado, con heridas y pesadillas, le tiemblan las manos… y tiene que renunciar también a lo más grande que lleva dentro: la música.
Coincidí casualmente con él en un vuelo de avión. Lo tenía delante de mi asiento y lo reconocí porque su rizada melena negra de león sobresalía por la parte de detrás de su asiento (es un tipo muy alto). No pude resistir la curiosidad y no sé cómo hice pero me encontré conversando con él, le comenté que admiraba su talento y que escuchaba su música. Era un chico que, en ese momento, tendría unos 50 años, pero que parecía mucho más joven por su vestimenta.
La sensación que me dio fue la de ser un tipo normal y corriente. Giovanni Allevi volvía de Madrid (ciudad que me confesó le fascinaba), de grabar un programa de televisión. No me pasó inadvertido que llevaba un móvil de esos que ya no se usan y que solamente sirven para llamar y recibir llamadas. No me resistí a preguntarle el porqué de esa elección y la respuesta fue preciosa: “Soy músico y compongo, necesito silencio interior y el sonido electrónico y la imagen me distraen de mi objetivo: la música”. Me quedé impresionada, pero lo entendí perfectamente. Recuerdo que se comunicaba con las palabras, pero también con su alma, se entendía muy bien lo que quería decir aunque no hablaba mucho.
Al llegar a Milán, nuestro destino, cada uno se fue por su camino a recoger las maletas. Yo iba con mis tres hijos pequeños y estaba pendiente de que ninguno se me perdiera entre el barullo de gente. A cierto punto vi que se me acercaba un hombre alto con una rizada cabellera negra de león que quería despedirse de mí. Me dijo lo más bonito que yo en ese momento podía oír y era que tenía unos hijos preciosos. Me quedé de piedra, porque yo creía que los famosos tiene muchas cosas que hacer y van con prisas por los aeropuertos. Los famosos, creía yo, no estaban para despedirse de personas conocidas casualmente hacía una hora. Noté en él una gran sensibilidad que creo debe ser consustancial al ser de compositor. Entendí que él escucha el silencio y llena el espacio de melodía.
Tiene una cuenta de instagram (se ve que le han aconsejado que debe tenerla) y escribió hace poco a sus seguidores: “Mi condición me confirma que existe un mundo hecho de humanidad, gentileza, autenticidad y coraje”.
Allevi es un músico que, cuando termina agotado un concierto de piano, después de haberlo darlo todo y mientras está escuchando los aplausos del público, da unas palmaditas de agradecimiento al piano de cola, como no atribuyéndose el mérito de lo que en el escenario ha ocurrido.
Un ser muy especial, al que la vida le tenía preparada una dura prueba que está llevando con coraje.
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