Medio ambiente

Fringílidos

Aves y humanos

Las aves de la familia Fringillidae son conocidas principalmente por su canto, una habilidad que en principio desarrollan los machos de esta familia para atraer a las hembras, pero que ha terminado convirtiéndolos, como en el caso del canario y el jilguero, en mascotas habituales de los humanos.

De las especies de fringílidos que viven en Melilla, pinzones y piquituertos son los más vinculados a las zonas arboladas, pues el resto de especies presentes en la ciudad prefieren los prados, las zonas de huertas y los llanos abiertos. Son los pajarillos más conocidos por los aficionados al canto, y suelen tener un pico fuerte y grueso, que les ayuda a extraer las semillas y librarlas de su envoltura por muy dura que sea. Estas especies son el pardillo, el serín verdecillo, el verderón y el jilguero.

Pinzones y piquituertos, aves forestales

El pinzón vulgar africano (Fringilla coelebs subsp. africana) es una especie que en España sólo vive en las ciudades de Ceuta y Melilla, donde además son aún abundantes. Es fácil observarlos en los pinares de Rostrogordo, donde también tendremos la oportunidad de escuchar su peculiar canto.

Otro fringílido curioso que podemos observar en Rostrogordo es el piquituerto (Loxia curvirostra), que en el caso de Melilla pertenece a la subespecie poliogyna, circunscrita también al norte de África, como en el caso del pinzón. El nombre del piquituerto se debe a que tiene las puntas del pico torcidas cada una para un lado; es una curiosa adaptación evolutiva que lo vincula a las coníferas, pues esta forma del pico le ayuda a abrir las piñas para extraer los piñones. En el caso de Rostrogordo su comida habitual son los piñones del pino carrasco (Pinus halepensis).

Verderones, jilgueros, camachos y chamarices

Las cuatro especies de fringílidos que viven en las zonas abiertas de Melilla son el jilguero (Carduelis carduelis), el verderón (Chloris chloris), el pardillo (Linaria cannabina), llamado localmente “camacho”, y por último el serín verdecillo (Serinus serinus), conocido aquí como 'chamariz'. Todas estas especies eran muy abundantes hace algunas décadas en el entorno rural de la ciudad. A pesar de que la legislación estatal las protege, se les ha cazado con red hasta disminuir sus efectivos de modo alarmante, y aún es común ver los apostaderos de caza en los pocos espacios naturales que quedan en la ciudad.

Cepos y pegamento

La caza con cepos o 'liga' (pegamento), además de cruel e ilegal, es un anacronismo que contrasta con la opinión de la mayoría de los ciudadanos, ya plenamente conscientes de la necesidad de cuidar nuestro maltratado patrimonio natural. Resulta realmente triste ver cómo algunos espacios degradados que nuestra asociación ha reforestado, como el del arroyo Sidi Guariach, ahora, en cuanto vuelven a ser visitados por los pajarillos, se han convertido en apostaderos habituales para colocar cepos y ligas.

Cardos y matorral, vitales para estas aves

Otro grave problema al que se enfrentan los fringílidos en nuestra ciudad, además de la caza y la degradación de su entorno natural, lo constituyen las limpiezas de choque que se desarrollan en el extrarradio de la ciudad, motivadas por los vertidos ilegales de escombros y basura en descampados y pistas. Estas 'limpiezas' terminan en muchas ocasiones, y por falta de orientación, destruyendo las poblaciones de cardos que alimentan a los fringílidos sin que haya ninguna razón que lo justifique. A pesar de reiteradas denuncias a las autoridades ambientales que deberían vigilar estos hechos, y de todo el esfuerzo que se ha hecho para explicar la importancia de esos cardos en el ecosistema, año tras año se vuelve a considerar al matorral como basura, poniéndose más énfasis en muchas ocasiones en arrancar los cardos que en retirar la gran cantidad de escombros y residuos que hay en los alrededores del casco urbano.

Cantos en libertad

La Unión Europea protege a los fringílidos de forma expresa prohibiendo totalmente su caza, pero tuvo que dictar una moratoria para que España pudiera adaptar esta prohibición a la legislación estatal. Transcurridos varios años, y después de múltiples incumplimientos, las autoridades europeas amenazaron con una fuerte sanción económica a nuestro país por no haber conseguido detener las irregularidades que se cometían en muchas comunidades autónomas, incluida la nuestra, con respecto a la caza de fringílidos. Esta amenaza tuvo resultado y España dictó definitivamente la prohibición total de la caza de fringílidos en todo el territorio nacional y sin ninguna moratoria que pueda sortear la ley.

Los cantos de los fringílidos se deben seguir oyendo en su sitio, en la naturaleza, no dentro de una jaula.

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