Si es que el tío no para, si es que es un gastrónomo como la copa de un pino y presume de ello. Aguilera, lo sabe todo el mundo, es informador, de los buenos, de los pacientes y de los seguros antes de tirarse al monte y dar pábulo a comentarios contradictorios. Pues de la misma forma se comporta ante sus privilegiados y deseados platos, garantiza el resultado para que su mesa sea frecuente sembradero de parabienes y felicitaciones. Hay lista de espera para echar un rato con Francis, más después de que tenga la feliz ocurrencia de hacerles fotografías y colgarlas en el ‘Facebook’. Qué tío, encima dando envidia. A sus memorables doradas con papas fritas, se unen, ahora, procedentes del mismo sitio, el mar, las puntillitas fritas o el ‘festival del mar’, un resumen de las mejores y más deseadas especialidades del fondo marino.
Y se muda de ambiente para presentar una cazuela de rabo de toro propia de los mejores fogones de la sierra onubense. Qué arte y qué presentación. Miren, no nos engañemos: Para firmar un plato como los de Francis, hay que aprender hostelería o llevar la ciencia asumida, infusa, desde muy pequeñito. Menudas manos, menudas presentaciones. En esta su segunda entrega gastronómica, el periodista presume de mago de sartenes y cacerolas. Y sigue investigando para encontrar fórmulas magistrales, como en las farmacias pero con muy distinto objetivo porque una cosa es sanar dolencias y otra, bien contraria, es sembrar alegría en torno a una buenas viandas y buenos caldos.
Por éso y por muchas cosas más que nada tienen que ver con su buena mesa, Francis es querido por sus amigos, casi todos muy cercanos al mundo del deporte y más concretamente al baloncesto. El muchacho es carnaza de cestas, Liga LEB, sabio entendido y cumplidor a rajatabla de sus promesas. Sus crónicas, como sus creaciones gastronómicas, son templadas y certeras, objetivas y documentadas y el resultado de las mismas en los diferentes medios de comunicación, constituye un lujo para el redactor de deportes. El pollo no descuida ninguno de esos frentes: se perfecciona como creador gastrónomo y como especialista en la comunicación deportiva.
Ricardo, Fausto, Diego, Juan Ignacio, Ángel de Jesús... toda la pandilla, vaya, no pierde de vista al Aguilera: Su vida está perfectamente compartimentada. El tiempo que le queda libre tras prestar su servicio de seguridad por aquel mercado de Colón, línea de separación entre las barriadas de Cabrerizas y Batería Jota, lo dedica al deporte y a la cocina. Y todas las dedicaciones de Francis son atemperadas, reflexivas y eficaces, qué suerte tiene su mujer porque cuenta con un querubín en su propia casa, dispuesto a todo en cualquier momento del día.
Las personas que disfrutan cocinando tienen que ser, a la fuerza, buenas personas. Aquí quedamos, enganchados a la red social de moda esperando que Francis Aguilera vuelva a abrir su escaparate de buena mesa, expectantes, a ver qué se le ocurre ahora al querido periodista. Qu se emplee a fondo porque nuestros paladares son exigentes. Ánimo, cocinero.
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