Así de ufano y de contundente se muestra Javier Mateo, el viceconsejero de Turismo de la Ciudad Autónoma y, además presidente del Patronato de Turismo.
Sí, no es cuestión de plantearse la presencia de Melilla en el Ifema madrileño, es que hay que ir para no descolocarse de los mercados. Estar en Madrid es invertir más que gastar, invertir en una potencial fuente de recursos que se puede convertir en el sector productivo alternativo e incluso complementario del más importante dinamizador de la economía melillense, el comercio, porque comercio y turismo se llevan a las mil maravillas. Uno de los reclamos más importantes del incipiente turismo melillense es la ruta de los templos.
Se le ocurrió a Javi Mateo. En poco más de dos manzanas encontró cuatro templos más que representativos de la variedad estable y serena de toda una ciudad y decidió convertirlos en atractivo turístico tanto para visitantes como para los propios melillenses que no habían advertido que en pocos metros cuadrados había cuatro templos: la Vicaría Episcopal, la sinagoga de Or Zaruah, la mezquita de García Cabrelles y el templo hindú de la Avenida de Castelar. Las cuatro grandes religiones de Melilla que charlan cada día en absoluta armonía, sin complejos, cómplices. Con lo que está cayendo en materia de etnias y culturas, que cuatro religiones se lleven estupendamente en dos manzanas y poco más, la cosa tiene mérito.
Ea, que han convertido en reclamo turístico con mucha fe invertida en el fenómeno sociológico pero es que Javier Mateo -que saca oro de un charco- pensó en el Ejército y concretamente en la Infantería personalizada en Regulares de Melilla nº 52, unidad que cumple este año nada más que un siglo. Bueno, bueno, la que se ha armado en la Casa de Campo con la presencia de Luis Manuel López de la Manzanara y sus dos subordinados con el tarbush a cuestas. La de Dios. Ya hay anunciados grupos de peninsulares que quieren recordar aquellos momentos vividos en carne propia o en la de familiares que les han contado historias inolvidables. Mateo habla de 'turismo de recuerdos', pero es turismo, al fin y al cabo, llegado a Melilla de gentes entrañables.
Y el modernismo de Enrique Nieto sigue llamando a colectivos sensibles que entienden del art decò, que quieren recreare en la creatividad de este arquitecto catalán que puso sus reales en Melilla para hacerse cargo de la máxima responsabilidad en materia arquitectónica y dejó un Triángulo de Oro inolvidable y perduable, si se le cuida en condiciones, claro. Mateo sabe aprovechar cualquier argumento, lo hace divino de la muerte porque mezcla la diversidad cultural con la arquitectura y con la grastronomía de manera que ni siquiera los melillenses nos habíamos dado cuenta de la riqueza que tenemos en nuestra tierra y eso que no hablamos de historia y recintos amurallados. Lo dejaremos para otra entrega porque hay tela que cortar.
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