La Feria ha cerrado página un año más en el particular calendario de nuestras vidas mientras el olor a septiembre se mete por todos los rincones de Melilla y la ciudad despierta, en un lunes de resaca laborable, dispuesta a iniciar el tránsito hacia el final del verano.
La Feria se ha saldado con más aspectos positivos que negativos. Se ha desarrollado sin sucesos dignos de especial mención, en un clima de seguridad óptimo y con una recta final mucho más bulliciosa que sus primeros días, gracias a varios factores que, no obstante, deberían plantear la conveniencia de ajustar más los festejos a un calendario coincidente con el primero de mes y la celebración del día de nuestra patrona, en cuyo honor -no lo olvidemos- se celebra.
Con la Feria también se fueron anoche las esperanzas de quienes creen encontrar a su término una oportunidad para dar el salto a la Península: Polizones que intentan camuflarse en las atracciones, muchas veces con riesgo para sus vidas y en una situación de ilegalidad que una vez más moviliza a un centenar largo de policías y guardias civiles con el objetivo de evitarlo. Del balance de la ‘Operación Feriante’ ya daremos noticias en nuestra edición de mañana.
Entre tanto, la Feria y su rutina transitoria han dicho adiós y lo hacen con aprobado alto, aunque no por ello con menos necesidad de innovación y ajustes cara al año venidero, para mantener pujante su valor de lugar de encuentro y reunión de todoslos melillenses.
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