¿Felicidad a la melillense?: Estos son los ingredientes

Un 50% de la capacidad de estar alegres lo explica la genética, un 10% el contexto y un 40% la acción voluntaria de las personas

Hoy, 20 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Felicidad  y, ¿por qué no pensar en cómo se vive la felicidad en uno de los rincones más especiales de España? Si alguna vez te has preguntado qué hace feliz a un melillense, la respuesta no es tan sencilla como podría parecer. 

Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizada en julio de 2024, el 80,4% de los españoles se consideran personas felices. Este dato es significativo, aunque cabe destacar que un 11,4% no se identifica como feliz y un 7,7% considera que su felicidad varía según el momento vital. Además, solo un 8,4% de los encuestados indicó que ser feliz no es lo más importante en la vida.

Por otra parte, según el Informe Mundial de la Felicidad 2025, publicado con motivo de la celebración del Día Internacional de la Felicidad, los países nórdicos se mantienen como líderes en el ranking de los países más felices del mundo, dejando a España, en el puesto 38, algo que los melillenses no comparten.

En una ciudad que combina influencias culturales de Europa, África y el mundo árabe, la felicidad en la ciudad autónoma tiene una receta única. ¿Sabes qué ingredientes la componen?

 

El sol y el mar

Primero, no podemos olvidar el sol. En Melilla, la luz parece abrazar cada rincón. Los melillenses han aprendido a vivir con días soleados casi todo el año, lo que no solo mejora el estado de ánimo, sino que también tiene un impacto directo en la salud mental. Imagina poder salir a pasear por la playa en pleno enero, o disfrutar de una tarde de café en una terraza al aire libre mientras el sol acaricia tu rostro.

"El sol tiene un efecto inmediato en mi ánimo, me siento recargada", ha comentado Rosa, una melillense del barrio del Real. "Cuando veo que el día está despejado, es como si todo fuera posible, me entran ganas de vivir".

Estudios científicos respaldan esta sensación. La luz solar estimula la producción de serotonina, conocida como la "hormona de la felicidad". Esto, junto con el contacto constante con el mar, tiene un efecto relajante, no solo en el cuerpo, sino también en la mente.

 

La comunidad

Pero si hay algo que realmente distingue la felicidad de los melillenses, es el profundo sentido de comunidad. No importa si eres nuevo en la ciudad o si llevas toda la vida allí, en Melilla es difícil no sentirse conectado. Las calles, los bares, las plazas... todos parecen diseñados para compartir momentos, para disfrutar de las risas, las conversaciones, y sí, también de las diferencias culturales que hacen a la ciudad tan característica.

“Lo que me hace más feliz de vivir aquí es la gente. La cercanía, la hospitalidad… todos somos como una gran familia”, dice José, un vecino melillense. "El ambiente en Melilla es tan acogedor que siempre tienes a alguien con quien compartir una buena charla o un café.”

Y no es solo una impresión, estudios recientes demuestran que las relaciones interpersonales son uno de los mayores factores que contribuyen a nuestra felicidad. María Gámiz, psicóloga y docente en UIC Barcelona, afirma que “las relaciones interpersonales son un ingrediente fundamental para la auténtica felicidad”. Si hay algo que hace sentir bien a los melillenses, es el hecho de que siempre pueden contar con su gente, ya sea para celebrar o para superar momentos difíciles.

 

Generosidad y gratitud

Lo que parece común para muchos en Melilla es la generosidad y la gratitud, dos elementos fundamentales en el día a día. Ayudar al prójimo y mostrar agradecimiento no solo se da en fechas especiales, sino que se convierte en un estilo de vida. La gente en Melilla celebra lo bueno y valora lo que tiene, ya sea una sonrisa de un vecino o un gesto amable en el supermercado.

“La felicidad no solo está en lo que tienes, sino también en lo que das”, ha asegurado Carmen, una señora jubilada. "Cada vez que hago algo por los demás, me siento feliz. Y la gratitud me da una paz interior que no cambiaría por nada".

Este enfoque positivo ante la vida, donde no se mide solo por lo que se recibe, sino por lo que se aporta a los demás, tiene un impacto directo en la felicidad de los melillenses. De acuerdo con la psicóloga Gámiz, "cultivar fortalezas como la amabilidad, la generosidad y la gratitud son ingredientes fundamentales para acercarse a la felicidad". Y en Melilla, la gratitud no es solo un concepto, sino una práctica diaria.

 

La risa

Si hay algo que une a todos los melillenses, es la risa. Es imposible caminar por la ciudad sin escuchar carcajadas llenas de vida. La risa no solo es sinónimo de felicidad, sino también de salud y los melillenses lo saben. Como explica Alberto Badás, de Stannah España, “la risa libera endorfinas y serotonina, ayudando a reducir el estrés y aumentar el bienestar”.

“Me encanta estar rodeada de amigos y reírme hasta que me duela el estómago", ha contado Marta, una melillense del barrio de la Victoria. "Es un buen ejercicio para evadirte de tus problemas. Después de una buena risa, todo se ve más fácil".

Aunque el placer y la diversión son grandes fuentes de felicidad, en Melilla también existe una comprensión más profunda. Muchos melillenses, especialmente los mayores, creen que la verdadera felicidad está en tener un propósito claro, en contribuir a la sociedad y en sentirse parte de algo más grande que uno mismo.

“Para mí, la felicidad no está solo en lo que disfruto en el momento, sino en saber que estoy dejando algo bueno atrás. Tener propósitos en la vida y no quedarte nunca quieto ", ha afirmado Antonio, vecino del Hipódromo. 

Este enfoque más maduro de la felicidad está en línea con las reflexiones de la psicóloga María Gámiz, quien señala que, mientras los jóvenes tienden a asociar la felicidad al placer y la ausencia de sufrimiento, los mayores la vinculan a la "eudaimonía", es decir, al sentido de la vida y el crecimiento personal. 

 

La fórmula secreta

La subdirectora del Grado en Psicología de UIC Barcelona, lo explica claramente "aunque un 50% de la capacidad de ser felices lo explica la genética y un 10% el contexto, un 40% depende de la acción voluntaria de las personas". Esto significa que, aunque parte de la felicidad depende de factores externos o de la biología de cada uno, la mayor parte está en tus propias manos.

Si algo hay que aprender de los melillenses es que la felicidad no es algo que se encuentra de forma instantánea o superficial. Se construye con el paso de los días a través del sol, el mar, las relaciones sinceras, la gratitud, la generosidad y, por supuesto, las risas compartidas. En Melilla, ser feliz no es una meta lejana, sino un estilo de vida que se disfruta en cada rincón de la ciudad.

Así que, en este Día Internacional de la Felicidad, no hay que olvidar lo que realmente hace felices a las personas. En Melilla, como en cualquier parte del mundo, la receta es simple: vive el presente, cuida de tu gente, ríe sin parar y, sobre todo, valora lo que tienes. Porque la verdadera felicidad está en las pequeñas cosas que, día tras día, te hacen sentir que tu vida tiene sentido.

 

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