El Congreso de los Diputados aprobó el pasado 15 de octubre el decreto-ley que permitirá a los alumnos de Secundaria y Bachillerato pasar de curso e incluso titularse sin límite de suspensos, siempre que sus profesores certifiquen que han adquirido los conocimientos o competencias que se exigen para ese nivel.
La nueva normativa, que también permitirá contratar a profesores que no hayan hecho el máster de Profesorado (antiguo CAP), contó con los votos de socialistas, comunistas, independentistas y nacionalistas y tuvo enfrente al bloque conservador de Vox, PP y Cs.
Entiendo que los partidos situados hacia la derecha del tablero político se opongan, porque, en efecto, es un retroceso en la calidad de la enseñanza en nuestro país, pero de la misma manera comprendo que el bloque de izquierda moderada y ultra, apoyado en chovinistas e independentistas, busque soluciones para afrontar el impacto de la COVID-19 en las aulas, por una razón muy sencilla: están gobernando y se les exige a ellos, no a la oposición, que tome decisiones. Y en estos tiempos, todas las decisiones que se toman pueden estar acertadas o no, pero son todas valientes.
Si los alumnos, en lugar de ir a clases presenciales los cinco días de la semana, en este momento están recortando horas en el centro y sustituyéndolas por trabajo en casa y sesiones online, es evidente que eso implica, ya de por sí, una bajada en la calidad de la enseñanza.
Esta situación se podría solucionar desdoblando clases, pero chocamos con una realidad: faltan docentes porque durante la crisis económica de 2008 a 2014 bajó muchísimo la contratación de profesorado en nuestro país porque no había dinero para contratarlos. Nos gastamos mucho rescatando a la banca. Así que el coronavirus nos ha cogido con las plantillas más bien flojitas de neumáticos.
Estoy convencida de que la enseñanza online irá a más en los próximos años y probablemente en un futuro sustituya el presencialismo vicioso que tenemos en este país. Para entonces, probablemente, tendremos 5G en todas partes. Pero ahora mismo, la calidad de conexión, es regulera tirando a mala-malísima. Por tanto, no podemos examinar a los alumnos con el mismo rigor con que se medían las competencias adquiridas con anterioridad a la expansión del virus Sars CoV 2.
Creo, sinceramente, que quienes le pongan un poco de empeño, conseguirán salir adelante. Ya no se trata de aprobar asignaturas con contenidos que se olvidan una semana después. Lo que importa es adquirir competencias y, por tanto, aprender.
En mi opinión tenemos una oportunidad por delante para mejorar la Educación y el sistema de enseñanza. Y creo, de verdad, que los alumnos deben aprovechar la oportunidad que tienen por delante. Si muestran interés; si van a clase y si aprenden, pueden pasar de curso, e incluso de nivel, aunque no consigan aprobar todas las materias.
Pero no dejo de reconocer que las oportunidades no son 100% positivas. Siempre estará la anguila que se cuela y al final termina siendo un lastre para el resto de la clase o la lamprea que se pega al lomo del compañero a la hora de hacer los trabajos, chupando la nota que no se merece y que injustamente termina obteniendo. Pero eso existe hoy también, así que no habrá nada nuevo bajo el sol.
El gran reto será, sin dudas, conseguir que los alumnos no abandonen los estudios y que aprovechen esta etapa de coronavirus y las oportunidades que les están brindando las autoridades educativas para sacarse una carrera o un oficio.
Eso es lo que de verdad nos debe preocupar. No es fácil soportar una clase online con el eco de los micrófonos abiertos de toda una clase; con las idas y venidas de la cobertura; con un wifi endeble o con ordenadores que necesitan ser renovados, pero el bolsillo no puede permitirse algo así en estos momentos.
Los alumnos de hoy están atravesando una situación difícil. Todos, en general. Los de Infantil y Primaria, pero también los que estudiamos idiomas y lo tenemos aún más difícil porque imagínense, con la de cursos online que hay en Internet y uno se paga uno presencial, que termina convertido en clases virtuales. No es lo mismo y cuesta mantener la constancia, pero en nosotros está superar esta prueba.
El coronavirus ha llegado para cambiar nuestros hábitos. Tenemos que acostumbrarnos a las quedadas virtuales, especialmente ahora que la pandemia está desatada en Melilla y se hace necesario aparcar los aperitivos, las cenas, las comidas y el tardeo con amigos. Pero también hay que acostumbrarse al estudio individual, a hincar los codos y a aprovechar el tiempo que nos regala el autoconfinamiento voluntario al que nos deberíamos someter para evitar el contagio.
En estas condiciones veo bien que los alumnos pasen de curso o de nivel sin tener todos los exámenes aprobados. Pero también entiendo que los profesores teman al desmadre que puede producirse en las aulas toda vez que los estudiantes saben que pasarán de año aunque suspendan. No debe ser fácil afrontar así un curso, especialmente, cuando se imparte en colegios donde a todos los problemas, se suman las dificultades endémicas de esta ciudad.
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