Opinión

El Faro ya lo dijo

Mustafa Aberchán y Gloria Rojas han confirmado lo publicado por este periódico y desde esta columna: de momento no habrá ni moción de confianza, ni solicitud de elecciones anticipadas ni cambios en el Gobierno ni dimisión del presidente De Castro. Así que los de la fotocopiadora que empapelaron la ciudad tendrán que esperar. Veremos a ver qué pasa después de las elecciones del 4 de mayo en Madrid. Porque en política un mes es una eternidad.

En la capital vimos ayer las cargas policiales en Vallecas, donde Vox programó un mitin para recordar que ahí tenía su piso Pablo Iglesias cuando aún era parte de la caspa y criticaba a la casta en la que se convirtió al mudarse al chalet de Galapagar.

El ambiente es tenso en nuestro país. La política nos mantiene enfrentados y en alerta permanente. Sólo el hecho de que el PP proponga ir a votar en Madrid eligiendo entre comunismo y libertad pone los pelos de punta.

Pero yo no me lo tomaría a la ligera. A los comunistas, ni agua. Cuando tengan la más mínima duda, miren hacia Cuba. Allí están machacando a artistas, activistas y opositores. En estos momentos tenemos a 26 personas en huelga de hambre desde hace 19 días y en España no sale en los telediarios. Se van a morir en cualquier momento y sus vidas no importan a nadie fuera de la Isla.

Desde la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) protestan para que la dictadura levante el cerco montado en los alrededores de la casa del líder opositor José Daniel Ferrer, en el barrio de Altamira, en Santiago. Están en huelga de hambre reclamando que les dejen repartir comida y medicinas a las familias en riesgo de pobreza extrema. Pero los comunistas no quieren porque si acceden están reconociendo que en Cuba hay pobres. Prefieren que la gente se muera de hambre a admitir que no tienen qué comer.

Aquí en Melilla los ánimos también están caldeados. Hay motivos de sobra para que lo estén. Desde esta columna hemos sido especialmente críticos con la gestión del tripartito, pero entendemos que hoy lo que necesitamos es, sobre todo, estabilidad. Hay que consultar informes jurídicos que nos digan, con la ley en la mano, qué podemos hacer y cómo debemos hacerlo.

Ciudadanos sacudió el tablero político en Murcia, en Castilla y León y en Madrid, pero también le ha dado un revolcón a Melilla. El problema es que nosotros no tenemos las raíces en la península y, por tanto, el golpe, asestado en la boca del estómago, nos deja en la cola de la extrema unción.

A veces tengo la sensación de que vivimos en otro mundo y que ese mundo no se entiende desde la distancia. Ahora mismo nuestras instituciones son débiles y cualquier traspié puede ser mortal.

Cuando pedimos a Madrid ampliar el aeropuerto de Melilla, lo hacemos pensando en que nuestros aviones militares necesitan tener dónde aterrizar en caso de emergencia. Mientras Marruecos refuerza su arsenal bélico, nosotros nos quedamos de brazos cruzados y eso no es sensato. Nos van a pillar viendo la tele. Vivir para ver.

Eso, en mi opinión, nos debería preocupar porque tenemos un puerto muy fácil de bloquear y podrían dejarnos incomunicados en un abrir y cerrar de ojos, sobre todo, porque Marruecos tiene jurisdicción sobre las aguas que nos rodean.

Y mientras el enemigo acecha, aquí estamos haciendo nuestra versión libérrima de Juego de Tronos. Ahora Gloria Rojas se ha convertido en el enemigo a batir y por ahí hay quien se le ha pegado como una lapa después de quemar los puentes con la delegada del Gobierno porque si Rojas cae, alguien tendrá que hacerse con la Secretaría General. Y ya hay gente frotándose las manos. Aquí, el que no corre, vuela.

Evidentemente la expulsión de De Castro de Cs ha caído como agua de mayo sobre quienes estaban acorralados entre titulares con el tema del sobrecoste de 9 millones de euros en las obras del muelle Ribera II del Puerto de Melilla. Tan mal se las vieron que terminaron amenazando a la prensa con una querella si publicamos las declaraciones que haga el equipo de Gobierno.

Es tremendo. Amenazan al eslabón más débil de la cadena porque de eso va esta película. Una cosa es reclamar responsabilidad a los medios locales, que es completamente legítimo, y otra muy distinta ponerlos entre la espada y la pared, en un momento de debilidad financiera brutal.

Eso sólo se ve en Melilla. La judicialización de la política ahora también enfanga a la prensa. Pero en fin, viviremos con ello porque estamos seguros de que este momento de amenazas pasará. Si los jueces hacen su trabajo sabremos más pronto que tarde si ha habido responsabilidades políticas en el puerto.

A sus señorías les recordamos que no es de recibo que las causas más mediáticas de esta ciudad duerman en los cajones de la Justicia. Hay que ponerse a trabajar porque sólo así pondremos orden en la democracia que a duras penas mantenemos en pie en el norte de África.

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