El Alzhéimer es una enfermedad terrible, degenerativa, que acaba con el ser de las personas y las convierte en simples carcasas que necesitan atención constante las 24 horas del día. No tiene cura y tampoco hay modo humano de luchar contra su evolución más allá del poco margen que deja actualmente la ciencia para retrasar sus efectos. Y lo peor es que avanza inexorablemente, que son millones de personas las que la padecen en el mundo y se calcula que serán muchas más en 2050. En España, se alcanzará para entonces la cifra de 3,6 millones de enfermos.
Esta dolencia no solo implica al enfermo en cuestión, que empieza olvidando tareas cotidianas y acaba incluso con trastornos de la conducta, aparte de perder la memoria, perder la capacidad de pensar y no poder siquiera hacer las cosas más básicas. Las familias son las grandes implicadas en el cuidado de estas personas que, conforme avanza la patología, van siendo más y más dependientes hasta llegar a necesitar un cuidado permanente durante toda su vida.
Por eso es tan importante contar con organizaciones que se ocupen de esos familiares, sobre todo de los cuidadores directos, muchos de los cuales desarrollan grandes problemas emocionales y físicos conocidos genéricamente como “síndrome del cuidador quemado”. Pierden su propia vida personal y soportan una sobrecarga y un estrés que resulta imprescindible establecer algún sistema que les ayude a llevar ese duro día a día al lado del enfermo.
Y ahí entra en juego la entidad que preside María Dolores Arjonilla: la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer. Y ella conoce bien esta dolencia porque la ha sufrido en primer persona en un familiar muy directo. Por eso Arjonilla ha desarrollado una sensibilidad especial y lucha incansablemente para conseguir que la organización que lidera tenga cada vez mayor espacio en la sociedad, más ayudas públicas y la visibilidad imprescindible para hacerse oír.
Esta asociación ha cumplido estos días sus primeros 25 años de existencia en Melilla y se ha convertido en algo esencial para un buen número de familias, cuyo único respiro es que el enfermo pase unas horas en los locales de que dispone la entidad en el Tiro Nacional para poder hacer una vida mínimamente normal.
Atender a los enfermos y sus familiares debería convertirse en una de las prioridades de las administraciones públicas en Melilla. Nadie sabe lo que es convivir con el Alzhéimer hasta que no le llega la hora y sería más que bueno que los poderes públicos se mostraran solidarios e intentaran de alguna forma estar al lado de esas personas, muchas de las cuales llegan incluso a morir en España estando en la lista de espera de la concesión de la dependencia.
Hace falta sensibilidad a raudales en los servicios públicos de cara al Alzhéimer, sin contar con las inversiones en investigación, que ya quisieran disponer de los 15.000 millones del dinero de todos los españoles que el Gobierno perdonará a Cataluña solo para que Pedro Sánchez pudiera ser investido presidente.
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