Mohamed apenas pierde la sonrisa. Una sonrisa enorme que resulta increíble sabiendo la tragedia que lo ha traído a Melilla: reconocer el cuerpo de su hermano pequeño, de sólo 25 años, que falleció cuando trataba de llegar a España en patera. Al preguntarle cómo puede mantener ese optimismo, su respuesta es clara. “He tenido suerte al llegar a esta ciudad y encontrar una familia que me ha acogido”, afirma. Y es que la historia de Mohamed demuestra que en mitad del mayor drama, casi siempre surge algo de esperanza.
Este senegalés, afincado en Barcelona, aterrizó el jueves en Melilla después de haber recibido la noticia más dura de su vida: su hermano Ibrahim, de sólo 25 años, había muerto tratando de llegar a la costa en una patera. Junto a él, otras tres personas perdieron la vida. Mohamed llegó solo, triste y con el miedo que provoca tener que enfrentarse a una situación tan trágica en un lugar desconocido.
Lo que no esperaba Mohamed ni en el mejor de sus sueños era tener la fortuna de cruzarse en su difícil camino con una familia que lo ha acogido como un miembro más y le ha ayudado, desde el primer día, sin necesidad de conocerlo de nada.
Explica que al llegar a la ciudad se dio cuenta de que había olvidado el cargador del móvil en Barcelona. No tenía batería y se dirigió a un locutorio para intentar solucionar el problema. Fue en ese momento cuando conoció a la persona que haría, junto a su familia, de colchón para su inmenso dolor. Un hombre que escuchó su historia, se conmovió y le abrió las puertas de su casa. Esa familia melillense le ha dado en estos días toda su ayuda, pero sobre todo mucho cariño. “Habría sido mucho más duro tener que afrontar todo esto solo, en una habitación de hotel, sin saber a dónde dirigirme”, explica Mohamed, con una mirada llena de agradecimiento y de amor hacía esas personas que se han convertido en una familia para él.
Allí, en esa casa donde duerme desde el jueves, celebró el viernes el final de Ramadán. Allí ha sentido el apoyo para superar su duelo. Allí ha visto que incluso en el peor momento ocurren cosas maravillosas.
A Mohamed le faltan palabras para dar unas gracias que esa familia recoge con humildad, y casi con vergüenza, como sin querer reconocer el gran gesto que han tenido con él.
Asegura que sus padres están también inmensamente agradecidos por la ayuda que le están prestando e incluso felices, de saber que su hijo ha tenido tanta suerte.
Aún le queda el paso más duro, reconocer el cadáver de su hermano, cuyo cuerpo aún no ha podido ver. Pero a pesar de todo, saber que irá de la mano de unas personas que le han dado todo a cambio de nada, lo reconforta. Se va sonriendo y dando las gracias. A Mohamed le han regalado una sonrisa para que las lágrimas no sean tan amargas.
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