La Unión Europea ha hecho un hueco en su agenda para hablar dentro de diez días de inmigración con África.
En realidad, los próximos 2 y 3 de abril los gobiernos europeos hablarán de ‘inmigrantes’ y los africanos de ‘emigrantes’, que son las dos caras de un mismo problema para el que sólo existe una única solución. El encuentro servirá para volver a poner encima de la mesa que el desarrollo económico, político y social del ‘África negra’ y del Magreb es la única posibilidad de frenar estos descontrolados movimientos de población. Ése es el ‘cascabel’; el motivo de debate será cómo colocárselo al gato.
En ese foro y al abordar esta cuestión tendrán un especial protagonismo España e Italia, las dos principales puertas de entrada a Europa para los inmigrantes. En consecuencia, es una reunión que resulta de gran importancia para Melilla y Ceuta, donde la inmigración ilegal es uno de sus principales problemas. Pero además esta cumbre es interesante para el futuro de ambas ciudades porque también se va a hablar de cooperación y todo lo que represente progreso y avance para los países de nuestro entorno, supone mejorar nuestras expectativas.
No obstante, aunque se busquen soluciones conjuntas con los países de donde parten los inmigrantes, los resultados de estas medidas no serán inmediatos. En la cumbre euroafricana es posible plantear propuestas cuya efectividad, en el mejor de los casos, llegará a medio plazo. Sin embargo, en este asunto, el tiempo corre en contra de Melilla. Prueba de ello es la situación que presenta el CETI de nuestra ciudad, cuyo nivel de saturación no ha dejado de crecer en los últimos meses hasta llegar a una sobreocupación que ya es insoportable. A eso hay que sumar que la presión migratoria sigue creciendo y que las medidas para impermeabilizar nuestra frontera no están dando los resultados pretendidos.
Por todo ello, hay que buscar en el ámbito doméstico de la Unión Europea las soluciones a corto plazo, aunque éstas sólo tengan un carácter provisional. En Bruselas es donde hay que decidir qué hacemos con los 1.900 inmigrantes que alberga el CETI, cómo evitamos que esta cifra continúe aumentando y a dónde enviamos a los subsaharianos, argelinos o sirios que continuarán llegando. Los centros de la península tienen cada vez más dificultades para acoger a estos inmigrantes, las ONGs están al límite de sus posibilidades y la opción de devolución a los países de origen es viable menos veces que lo que desearían nuestras autoridades. En consecuencia, si el desarrollo del ‘África negra’ y el Magreb es la única solución a medio y largo plazo para poner freno a los desplazamientos incontrolados de población, la distribución de los inmigrantes ilegales por los diferentes países de la UE es la decisión más justa, solidaria y efectiva a corto plazo. Lo primero volverá a quedar patente en la próxima cumbre euroafricana. Lo segundo es más que evidente para nuestros socios europeos.
Dos ‘cascabeles’ para un solo gato.
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