El consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, explicó este martes públicamente lo que ya las consejeras de Hacienda, Dunia Almansouri, y la vicepresidenta socialista, Gloria Rojas, habían avanzado en una conversación con Madrid: la factura del agua es inasumible para el Gobierno de Melilla.
Con el precio de la energía disparado, se ha disparado también la factura de la producción de agua desalada. Debemos a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir 8 millones de euros y eso no se paga con lo que se recauda de los ciudadanos (2 millones de euros) ni con la ayuda que hasta ahora nos viene dando el Estado. Nos falta dinero, pese a que este año tenemos el mayor presupuesto de la historia de la ciudad. Da miedo de sólo pensarlo: ¿nos van a subir también la factura de agua?
Ante la incertidumbre, cabe preguntarse qué medidas se adoptarán para que el agua de Melilla, la más barata y la más mala de España, no nos la cobren a precio de agua de embotellada.
Hoy coincidiendo con la visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la ciudad, está previsto un corte de agua generalizado en Melilla de 18:00 horas a 5:00 horas, por segundo día consecutivo. No es una excepción para todos. Aquí hay muchos ciudadanos que sufren continuos cortes del suministro de agua, sobre todo, en la zona centro y en la periferia.
El agua es un problema siempre aplazado en Melilla, que preocupa a todos, pero que no se acaba de resolver. Los ciudadanos no sólo pagamos la factura del servicios público sino que, además, dedicamos una parte del presupuesto de la canasta básica a la compra de agua embotellada. Decir que tenemos el agua más barata de España es una broma macabra. Depende de a qué agua nos referimos y para qué la utilizamos.
Ese es uno más de los muchos problemas que tenemos en Melilla, aparte del transporte aéreo y marítimo; de las limitaciones de especialistas en el Comarcal (no tenemos cirujano vascular ni hospital de referencia); aparte del precio de la luz, de la verdura, del combustible o del aceite de girasol; aparte del paro; aparte de la presión migratoria, el yihadismo y el narcotráfico. Aparte de ver cómo la Marina Real marroquí mató a los melillenses Emin y Pisly y nuestro país no ha sido capaz de exigir responsabilidades. No es que estos problemas no existan en la península, es que no existen en la misma proporción en una ciudad de 12 kilómetros cuadrados como la nuestra. Nosotros somos la magnitud de la tragedia.
Lo confesamos: nos quita el sueño padecer desabastecimiento porque esto no es Alicante que si te falta aceite coges la autovía o la autopista y te vas a comprarlo a Murcia o a Valencia. Si aquí se quedan los supermercados vacíos, no nos queda otra que hacer la fotosíntesis como las plantas, a menos que en lugar de drogas, nos lancen desde Marruecos, por encima de la valla, embutidos halal, de contrabando y en drones.
Esos son nuestros miedos en vísperas de un día histórico. El presidente Pedro Sánchez viene a nuestra ciudad en una visita institucional después de haber tomado una decisión que esperamos que le haya llevado, como mínimo, dos años de reflexión.
Marruecos cerró la aduana comercial en agosto de 2018, dos meses después de que Sánchez ganara la moción de censura a Rajoy. Pudo pasar con el PP, pero pasó con el PSOE.
Rabat también cerró la frontera con el PSOE y ha conseguido, con el PSOE, el reconocimiento a su plan de autonomía para el Sáhara. Esas son fechas y decisiones para la historia.
Sólo quienes vivimos en las ciudades autónomas y vivimos de nuestro trabajo valoramos la decisión de Sánchez. Sólo el tiempo dirá si con este paso dado por España ganamos tiempo, como dicen algunos analistas, o hemos perdido cualquier posibilidad de seguir siendo una Melilla española por los siglos de los siglos. El caso es que hoy y ahora, el paso dado por el presidente era de vida o muerte para los negocios de esta ciudad. Es la primera vez que sentimos que una decisión se toma pensando en nosotros. Confiamos que para bien, pero en esto, como en la vida misma, el tiempo tiene la última palabra.
Desgraciadamente aunque aquí ha entrado dinero a mansalva, no hemos sido capaces de darle un vuelco a la economía. No somos unos incapaces compulsivos. Es que en Valencia, por ejemplo, tampoco han podido dar el vuelco a la dependencia del ladrillo; ni en Almería del campo, a pesar de la escasez de agua.
Es muy difícil dar el giro porque la crisis provocada por la subida de los precios de la energía nos afecta a todos. Una subvención es un respiro, pero no soluciona el problema. Las familias estamos agotadas con el encarecimiento de la vida. En España se nos está quedando cintura de avispa de apretarnos tanto el cinturón. Llega el momento en que ya no se puede recortar más porque básicamente en este país y especialmente en Melilla hay muchas familias que funcionan con presupuestos que no admiten recortes por ninguna parte. Entramos en una etapa de economía de guerra.
Por eso para la gran mayoría de nosotros, los que vivimos en Melilla, consumimos en Melilla y apenas salimos de Melilla, la decisión de Sánchez llega tarde. Nos dicen que abandonamos el Sáhara y es cierto. Lo hicimos en 1975. No podemos pagar ese peaje de por vida. En Melilla queremos seguir siendo España sin necesidad de seguir respondiendo a decisiones que se tomaron hace casi 47 años.
Hay que mirar hacia el futuro. Alguien tenía que tomar esta decisión. ¿Es dura? No lo discutimos. Lo es. ¿Es triste? También. Pero es necesaria. Es como cuando amputas una pierna para salvar una vida. Es una decisión dolorosa, que a Melilla le da oxígeno. No nos fiamos de Marruecos, pero sí nos fiamos del Gobierno de España. Lo hemos hecho siempre.
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