Tengo que reconocer que me ha gustado su comunicado-carta en respuesta a mi artículo “Un cero a la izquierda”. Está hecho con las vísceras, en caliente, y no sabe qué gusto me da saber que está usted vivo. Y no lo digo porque le crea muerto, ni siquiera políticamente hablando, sino porque entiendo la vida como manifestación emocional y usted ha pegado un respingo de tres folios que me ha llenado el estómago de maripositas. Dicho esto, aquí va mi respuesta.
En primer lugar, le agradezco que haga usted un comunicado para responder a un artículo de opinión. Aunque a usted y a mí nos parezca normal reaccionar públicamente a un ataque, lo habitual entre los políticos de esta ciudad es llamar por teléfono al director del periódico o al propietario de El Faro para quejarse de La Jabalina. Políticos de todos los partidos, a excepción de CpM, lo han hecho y, de momento, aquí estoy.
En fin, a lo que iba, es usted la excepción y voy a agradecérselo porque creo que una de las cosas que ha perdido la prensa es la controversia a la luz pública. Ahora los problemas se resuelven en el lado oscuro. Con tanta intriga hurtamos a los lectores la posibilidad de ser partícipes de las diferencias respetuosas, pero picantes y al final se pierde el hábito de comprar periódicos. ¿Para qué vamos a pagar por un papel que trae noticias que ya escuchamos ayer en la radio y hemos visto en la tele? Hoy usted y yo damos un buen motivo a la audiencia: para leer opinión.
Reconozco que fui severa con usted en mi artículo, especialmente en el último párrafo, pero tengo una mala noticia, mi comandante general: sigo pensando igual que antes. Insisto: no digo que usted no trabaja. Dios me libre de tamaña infamia. Escribí, y lo mantengo, que yo no noto los frutos de su trabajo. Como comprenderá eso es algo subjetivo. Si para notar su efectividad, eficacia y eficiencia tengo que meterme en la página del Congreso, apaga y vámonos. Eso en ningún caso significa que lo que yo no note, no ha pasado. Como ve, peco de hablar en primera persona. Yo no lo noto excluye a terceros. No hablamos de una verdad absoluta. Hablamos de una sensación: la mía.
¿Sabe? En tiempos del diputado Antonio Gutiérrez, los fines de semana que estábamos más secos que la mojama en el periódico porque no había de dónde rascar una noticia, le hacíamos una llamadita y nuestro “Guti”, como le conocíamos ‘sotto voce’, nos daba chicha para dos páginas. Jamás tuvimos que meternos a controlar su actividad en la página del Parlamento. No hacía falta. Era completamente accesible.
Mire, diputado, estoy convencida de que usted podría ser un excelente ministro de Defensa. No me cabe la menor duda. Es usted un hombre poco dado a las alharacas (por eso me sorprendió su exótica respuesta), mesurado, con temple y con un currículo casi impecable.
Lo dicho, es usted un buen candidato al Ministerio de Defensa si el PP consigue volver a gobernar este país. Pero mientras eso llega, que llegará, los melillenses aspiramos a que nuestro diputado sea influyente en Madrid y no uno más dentro del bloque de los 89. Soy ambiciosa y quiero que cuando se hable de los parlamentarios del PP se diga que tienen 88+1 y quiero que ese uno sea usted.
Aspiro a que pelee por conseguir que se investigue el asesinato de Emin y Pisly; por un buen contrato marítimo para esta ciudad; por una mayor oferta de vuelos aéreos y por inversiones que nos ayuden a acabar con la pobreza estructural en la que vive muchísima gente en Melilla. Y, por supuesto, no queremos que le quiten nada a otra comunidad para dárnoslo a nosotros. Queremos que usted pelee por conseguirlo sin quitárselo a Aragón, a Extremadura o a Cantabria.
No pido nada imposible ni considero que estos sean temas recientes que ha dejado usted aparcados por la parálisis parlamentaria debido a la crisis de la Covid 19.
Como veo que le ha molestado, retiro la pulla de la secretaria. Es una ‘bordería’ inane que aunque no lleva una pegatina con su nombre ni se le menciona en el ese párrafo, puede entenderse que va dirigido a usted. Si me dice que se patea el Congreso pese a no tener ayudantes, yo le creo. Estoy convencida de que no está donde está porque se ha pasado toda su vida sin dar un palo al agua o haciendo lo que le recomendaban sus asesores.
Y le creo más que nada porque el hecho de que me haya respondido con un comunicado lanzado desde el PP de Melilla es la prueba más fehaciente de que no tiene usted asesores. Ningún asesor que se precie y que le aprecie le recomienda contestar a un periodista con una nota de prensa de tres folios. Si alguien lo hizo, póngalo en cuarentena. No le quiere bien.
A los periodistas no se les rectifica en público. Se les llama por teléfono (a ellos, no al director ni al dueño del periódico), se habla con ellos o se les envía una carta personal y con eso, le aseguro, se habría ahorrado usted esta respuesta pública. Un artículo que podía haber caído en el olvido, ahora circula por Internet a toda pastilla. Le aseguro que hoy no tenía pensado escribir sobre usted, pero a la fuerza ahorcan.
Tenía preparado un artículo para reflexionar sobre el impacto que ha tenido en la prensa marroquí la decisión de la Delegación del Gobierno de incluir en el listado de 200 personas repatriadas a Nador a marroquíes vulnerables que también tenían nacionalidad española. O al menos, eso dicen los periódicos del otro lado de la frontera. ¿Cómo es posible que un país (Marruecos) que no reconoce la doble nacionalidad se escandalice porque le devolvemos a sus nacionales con y sin doble nacionalidad? Por mí, Sabrina Moh ha dado en el clavo y ha hecho lo que tenía que hacer. Chapó. Pero como ve, usted, diputado, le ha restado protagonismo. Y eso está bien. Para eso está la oposición, para oponerse.
Creo, sinceramente, que dar el paso de la carrera militar a la política, ha sido un acto de valentía. Usted viene del Ejército, donde se respetan las jerarquías y donde todo el mundo tiene claro cuál es su sitio. Usted ha entrado (por la puerta grande) en otro mundo, lleno de envidias, rivalidades, puñaladas traperas y zancadillas.
Vuelvo y repito, creo que usted es un gran fichaje del PP, pero su entrada triunfal ha dejado a más de uno con la miel en los labios. Todos quieren ser el número uno; todos se ven con posibilidades de serlo y con capacidad para ejercer, en pago, especialmente a los años de lealtad. Usted rompió, queriéndolo o no, todas esas ilusiones. Los del lado oscuro no se lo perdonan, se lo aseguro.
En todo caso, creo que con mi artículo y su respuesta ganamos los dos. Usted consigue colocar en la prensa un balance de su frenética actividad en el Congreso y yo logro que mucha más gente lea El Faro. Como ve, ganamos todos.
Me despido, diputado, no sin antes agradecerle el tiempo que dedicó a contestarme. Hoy es usted un político y yo una humilde columnista. Puede lanzar algún otro dardo, si eso le da gustico, pero tenga en cuenta que se arriesga a que le conteste y no siempre estoy de tan buen humor.
Atentamente,
Tania Costa.
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