Javier Gutiérrez, ‘Satu’ en ‘Águila Roja’, protagoniza ‘Los Mácbez, la versión española del clásico de Shakespeare l El actor critica a los políticos por la gestión de la cultura, pero también de la inmigración.
Javier Gutiérrez protagoniza ‘Los Mácbez’, la versión española de la historia que narró Shakespeare con un título similar, ‘Macbeth’. Gutiérrez explica a El Faro que ésta es la historia de un matrimonio que desea llegar a lo más alto sin importar las consecuencias. El señor Mácbez es un político que desea llegar a la Xunta de Galicia y su ambición no tendrá fin. A la hora de hablar sobre la obra de teatro, Gutiérrez también describe su descontento con los políticos españoles. Asegura a El Faro que no le gusta la gestión que están haciendo de la cultura ni de otros temas como la inmigración. El actor afirma que le hace “daño” ver imágenes como la del campo de golf de la ciudad con dos golfistas jugando en el césped mientras que “hay en la valla gente jugándose la vida”.
–¿Qué es ‘Los Mácbez’ para usted? ¿Cómo los describe?
–Es un matrimonio muy español, por eso el autor y el director han prescindido del título original ‘Macbeth’. En realidad esta obra se podría llamar los Gómez o los Gutiérrez. Mi personaje, en lugar de ser un general escocés victorioso que vuelve de la batalla, es un político que es director de movilidad territorial, que ansía llegar a gobernar la Xunta de Galicia y para ello, cuenta con la inestimable ayuda de su mujer. Nosotros decimos que son una sociedad bicéfala perfecta. Mientras ella es la que maquina, él es el brazo ejecutor. En este sentido, se complementan perfectamente. Como todos los seres humanos, ‘Los Mácbez’ tienen una cara oscura, un lado ‘b’, que les lleva a perpetrar una serie de crímenes y de asesinatos. Entran en una espiral de violencia que acabará siendo su perdición. Ese ansia desmedida por llegar al poder y esa ambición por llegar a lo más alto son su perdición. En este sentido, respetamos el ‘Macbeth’ original de Shakespeare. Solo hay una traslación a la España de hoy, a la Galicia actual, pero es muy fiel al original.
–¿No da un poco de reparo o incluso de miedo que lo era vigente en la obra de Shakespeare lo siga siendo en la actualidad?
–Por un lado encaja porque Shakespeare es un autor que trata temas que siempre tienen vigencia y por ello, es el mejor escritor de todos los tiempos. Pero por otro, la realidad vuelve a superar la ficción. Estamos desayunado con noticias en el periódico que nos dejan estupefactos y desarmados. No sé por qué a los políticos les llama tanto la atención que las encuestas que reflejan una subida en el poder de Podemos, porque lo cierto es que los ciudadanos estamos completamente descreídos y estupefactos ante la sinvergonzonería y la falta de sensibilidad de los políticos que nos gobiernan. Pero no sólo hablo del PP, sino del PSOE, porque no lo ha hecho demasiado bien tampoco. Así que no nos dejan mucha alternativa a los ciudadanos. Sí es cierto que este espectáculo, al ponerle el traje del político y al hablar en la trama de la corrupción, de la deslealtad y la traición, casa muy bien con lo que nos acontece hoy en el país. Hemos visto en los últimos meses como el espectador llega a empatizar aún más con lo que contamos. Es un espectáculo que, más allá de escuchar a Shakespeare, que es muy placentero, es muy contemporáneo y que invita como nunca a la reflexión y el debate.
–Habla de Podemos...
–(Interrumpe). He dicho Podemos como alternativa a lo que hay ahora mismo que es la nada y el vacío más absoluto.
–¿También Podemos tendrá este lado oscuro del que se habla en el espectáculo o está libre de esa ambición?
–Todo el mundo tiene este lado oscuro. Y no sabemos hasta donde podemos llegar por alcanzar lo más alto. Lo terrible de todo esto es que estos dos seres se pueden ver reflejados en personas muy corrientes, desde el cajero de un supermercado al subdirector de un banco. No estamos hablando de altas esferas. Hablamos de gente corriente y normal que un buen día, en su cerebro se produce un clic, era algo que estaba escondido, y de repente aflora esa oscuridad. Lo que hace que todo esto surja es el encuentro que tiene nuestro ‘Mácbez’ en un puticlub con tres seres extraños, que pueden ser meigas o prostitutas, que vaticinan que será el próximo presidente de la Xunta de Galicia. Es ahí donde se desata todo en la cabeza de este hombre. En el original de Shakespeare, ‘Macbeth’ encuentra a tres brujas en un páramo. Ellas le dicen que será el rey de Escocia. Nosotros colocamos esta historia en Galicia. Además no es baladí que hayamos elegido esta provincia. Si hay algo que se parezca a las brumas de Escocia son las gallegas. Si hay meigas, que yo creo que haberlas haylas, están en Galicia. Ese encuentro es lo que genera la trama. Son esas ganas de que a uno le cuenten lo que planea en su mente. Hay algo oscuro que está dormido y surge en ese momento. Y nadie está exento de eso.
–¿El personaje de Carmen Machi es el auténtico cerebro de esto?
–Lady Macbeth es uno de los grandes personajes del teatro. Yo creo que el mundo está gobernado por mujeres. Las mujeres son más inteligentes que los hombres. Hacen con nosotros, en muchas ocasiones, lo que les da la gana. En este caso, la señora Mácbez no va a dejar pasar nada de lado. De alguna manera ella manipula a su marido, aunque éste también se deja manipular. Por eso son la sociedad perfecta para llevar a cabo una serie de crímenes.
–¿Interviene el amor o el sexo en esta manipulación o su personaje se deja convencer por que el premio es el poder?
–Bueno, de alguna forma están muy enamorados. No hay sexo explícito, pero sí hay una parte importante de sexo en la obra que también es importante para ellos. Esto también los une. El sexo no es vital, pero si crucial en este viaje que emprenden hacia la locura y la muerte. Es una pareja que se complementa muy bien. Se necesitan. No sé en qué grado, ni quién necesita más a quién. Es una pareja muy particular.
–En ‘La isla mínima’ interpreta a un policía, Juan, que es agresivo. En ‘Los Mácbez’ a un asesino corrupto. No le están tocando papeles fáciles de interpretar.
–(Risas). No. Pero son muy golosos. ‘Macbeth’ es uno de los grandes papeles del teatro y Juan es un regalo. Y es un placer estar a las órdenes de Alberto Rodríguez, que es mejor director actual de este país que ha hecho esta película, que no me atrevo a decir que es una obra maestra, pero con el tiempo nos daremos cuenta de su valor. Un actor siempre está dispuesto a ponerse otros trajes. Sí es cierto que llama mucho la atención estos papeles cuando la gente me conoce por el personaje de ‘Satu’ de ‘Águila Roja’ donde llevo el peso de la comedia. Pero quizás no sorprende tanto a quien me haya visto en el teatro antes.
–Tras interpretar a estos personajes oscuros, ¿ha descubierto su lado malo?
–Bueno, he flirteado un poco con ese lado oscuro. Pero todos los tenemos, como le decía antes. Lo interesante también cuando interpretas a personajes de este calado, que son tan siniestros y que en una primera lectura parecen tan turbios, es encontrar recovecos y dotarlos de cierta fragilidad y humanidad. Esto hace que el concepto del personaje sea mayor tanto para el actor que interpreta como para el público que ve la obra.
–Creo que tiene enchufe con Andrés Lima (director de la obra).
–(Risas) No. Es que nos conocemos desde hace mucho tiempo. Hay mucha sintonía y tenemos un lenguaje común. Es un director que me gusta mucho y con el que me siento a gusto y él también trabaja con actores con los que se encuentra bien. Más allá de eso, tanto Lima, como Carmen Machi y yo junto a otros productores somos los que emprendemos el proyecto de ‘Los Mácbez’. Somos los que subimos a las tablas un espectáculo como éste en un momento tan complicado para la cultura en el que, para no variar, los gobernantes miran para otro lado y dan, de nuevo, la espalda a la cultura. Esto lo sufrimos a diario. Hacer teatro en este país, por desgracia, se está convirtiendo en una heroicidad.
–Pero imagino que no se quejará mucho porque no para de trabajar en cine, teatro y televisión.
–No, ni me quejo. Soy un auténtico privilegiado. Hay un 70% de paro en mi profesión y del 30% restante trabaja de forma habitual un 5%. Eso sí es un drama y una tragedia. Yo veo esto desde un punto privilegiado. Sabemos que esta profesión es muy dura y es un oficio muy cruel, a la misma vez que muy hermoso. El hecho de que hoy esté aquí no quiere decir que mañana estés abajo o que el teléfono deje de sonar durante una larga temporada. Nadie está libre de engrosar la lista del paro en esta profesión.
–¿Cómo es trabajar con Carmen Machi, a la que conocimos en ‘Aída’?
–Carmen va más allá de Aída y de esos papeles como el que interpretó en ‘Ocho apellidos vascos’. Carmen trasciende a todo esto porque además de ser una estupenda actriz cómica es muy buena actriz dramática. Quizás es la mejor actriz de su generación. Es un auténtico lujo estar con ella dentro y fuera del escenario. Tiene ese algo particular que tienen los grandes, que no sólo es buena en el escenario, sino que es tremenda fuera de él. Es una gran compañera, generosa y vital. Es muy positiva y trabajadora. No tiene ningún aspecto negativo (risas). Trabajar con ella es un aprendizaje enriquecedor a todos los niveles.
–¿Qué comentarios recibe sobre este espectáculo?
–Hay espectadores que nos esperan a la salida, otros se notan activos durante la obra y otros se sienten agredidos. El espectáculo está creado para contar cosas, pero también para incomodar, remover y poner delante del espectador, como suele hacer el teatro, un espejo de la sociedad para que nos veamos reflejados. Habrá personas que no les guste lo que ven y otros estarán de acuerdo y eso les invitará a reflexionar. Los espectáculos de Andrés Lima nunca son fáciles. No son de culo cómodo. Son obras que desconcierta, agreden o impactan. Hay una serie de ingredientes en sus obras que hace que el público no se sienta cómodo y éste no iba a ser menos.
–También de Lima es 'Argelino, servidor de dos amos’, una obra con la que consiguió un Max. Tras recoger el galardón dijo que esta función era poner en el escenario una realidad que viven muchos inmigrantes que llegan en patera a las costas, donde son recogidos.
–En el mejor caso los recogemos. En el peor de los casos los espantamos a pelotazos o dejamos que se ahoguen en el mar. Mire los inmigrantes son seres humanos y no se les pueden tratar peor que a animales. Hay imágenes que hablan por sí solas y comentarios y reacciones de gobernantes de nuestro país que a mí me agreden y me llenan de ira. Me parece que estamos en manos de gente con una insensibilidad humana que raya la crueldad. Yo soy hijo de inmigrantes. Mis padres tuvieron que emigrar como lo están haciendo ahora muchos jóvenes. No nos gustaría, estoy seguro, por el hecho de vivir en un país, que nos maltratasen. No podemos mirar para otro lado ni los podemos tratar como lo estamos haciendo por el hecho de que vengan del tercer mundo. Me siento responsable de esta situación también porque es mi gobierno y es mi país. A mí me hace daño ver imágenes como la del campo de golf con dos golfistas mientras que hay en la valla gente jugándose la vida. Esa imagen me ha impactado y la tengo guardada en la peor de las habitaciones de mi memoria. Me da igual de donde vengan, su color, son humanos y tenemos una responsabilidad. ¿Qué hay que arreglar el tema de las fronteras? Eso es evidente. Pero de entrada no se puede dejar morir o apalear ni maltratar ni saltarse las leyes a la torera como lo está haciendo nuestro gobierno.
–¿Entonces?
–Dicho esto también reconozco que no sé cómo se soluciona el problema. Es evidente que hay que legislar y buscar soluciones, pero la solución no está en las devoluciones en caliente. La solución no está en rociar con una sustancia a los inmigrantes para que caigan de la valla y se destrocen. La solución no está en mentirnos y decir que vienen con el ébola o son terroristas. La solución no pasa por ésto. No pasa por la mentira y el engaño hacia esos seres humanos y a los ciudadanos españoles que nos engañan con determinadas informaciones. Yo no soy gobernante. No sé una solución sencilla, no la debe haber. Pero de ahí a lo que están padeciendo los inmigrantes hay un mundo.
–¿Apuesta entonces por un tipo de teatro donde se recoja esta realidad social y no sólo entretenga al espectador?
–Apuesto por todo tipo de teatro, si este gobierno nos deja hacerlo y si los ciudadanos tienen algo de dinero después del expolio al que estamos siendo sometidos. Si les queda dinero en la cartera, se debe disfrutar de la cultura. La cultura es un bien necesario y útil en cualquier sociedad. Aunque nos lo pongan muy difícil, la gente tiene ganas de salir. Nosotros lo estamos comprobando en esta gira porque estamos llenado teatros. La gente está ávida de historias. Me da igual el tipo de teatro porque lo que queremos es que los espectadores vayan a ver las obras. Yo prefiero un teatro más social, si quiere denominarlo así, pero también disfruto de una comedia alocada.
–¿Cree que la televisión le ha permitido optar a mas papeles?
–Por su puesto. Es un contenedor en el que mucha gente te conoce. Hacemos picos de audiencia con siete millones de espectadores. Con eso los programadores de los teatros lo tienen sencillo para publicitar las obras y los productores también si contratan a actores populares. Es más fácil que se interesen por ti si sales en televisión, pero no quiere decir que trabajes más. En mi caso y en el de Carmen Machi trabajamos más porque nos producimos los espectáculos de teatro. A lo mejor estaríamos más tranquilos en casa haciendo cine y televisión, pero como nos va la marcha, pues nos apetece jugarnos el dinero y ver por donde sale nuestra obra.
–¿Son productores por la crisis o es una inquietud personal?
–No, es inquietud profesional. Lo llevamos haciendo durante años. El teatro lo necesito como si fuera mi gasolina. Es mi motor. Me pone los pies en la tierra. El contacto que tienes con el público no te lo da el cine ni la televisión. En el esos medios no sabes el resultado de tu trabajo. Tú eres una pieza más del puzzle. Pero en el caso del teatro, el actor es el dueño y señor del proceso creativo y compruebas de primera mano la reacción del público.
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