No habían pasado ni 24 horas del comunicado lanzado por Marruecos para “deplorar” que España diera acogida humanitaria en un hospital de Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y ya empezamos a sentir la presión migratoria en las ciudades autónomas.
Lo primero ha sido la entrada a nado en Ceuta, este mismo domingo, de 80 migrantes. La Guardia Civil no percibió control alguno del lado marroquí de la frontera. Si esto no es chantaje, que baje Dios y lo vea.
En Melilla, por su parte, hubo alerta en torno a las ocho de la noche del domingo por el intento de salto a la valla por la zona de Barrio Chino. Señores, en política no hay casualidades. Marruecos no conoce la palabra ‘subliminal’.
El líder del Frente Polisario ha sido acogido en una ciudad y autonomía gobernadas por el PSOE, Podemos e IU, en total sintonía con el Gobierno central. Es evidente que su entrada en España no parece ser una torpeza. Tampoco parece casual. Puede que Pedro Sánchez haya movido ficha, pero mucho me temo que Moncloa intenta darle una patada a Marruecos en el culo de Melilla y Ceuta.
Las relaciones con Marruecos nunca han sido ni tan buenas como decía del Gobierno de Mariano Rajoy ni tan malas como las veíamos desde la prensa. Pero es evidente que desde 2018 Rabat tiene un plan y nosotros seguimos dando palos de ciego. Si Marruecos opta por la guerra abierta, deberíamos al menos defendernos. Esa sería una buena respuesta. Al menos la más sensata.
No hay que inventar nada raro. Sólo basta con hacer cumplir la ley a rajatabla. Si lo hacemos, estoy segura de que ninguno de los camiones marroquíes que cruzan toda España a diario para llevar tomates a Europa pasa los controles de Tráfico o fitosanitarios que tenemos en este país. Al que velan, no escapa.
Ellos nos han cerrado la Aduana de Beni Enzar so pretexto de desarrollar el puerto de Nador. Pues nosotros cortamos el flujo de tomates a Holanda o Bélgica, para defender nuestros productos de Almería y Murcia.
No es que nos pongamos caprichosos y no les dejemos pasar, es que sólo deberíamos permitir el paso a los camiones que cumplan con la legislación vigente al pie de la letra, sin saltarse ni una coma. No les podemos permitir ni una gota de más de combustible en el tanque y más les vale que sus lechugas y pepinos tengan todos los papeles en regla.
Es más, ningún transportista marroquí debería atravesar España sin una PCR negativa cada 72 horas. Y los visados, paralizados hasta que Marruecos restablezca los vuelos con España. Donde las dan, las toman. ¿Qué se han pensado? ¿Qué somos una república bananera? Ya es hora de tener un plan propio.
En el año 2023 tenemos que volver negociar el Acuerdo de Pesca de la UE con Marruecos y de las 138 licencias que se concedieron hace dos años, 92 correspondían a España. Esa ratificación benefició sobre todo a las flotas andaluzas, de Canarias y Galicia que faenan en aguas marroquíes.
No olvidemos que si bien ahora no reconocemos la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, como hizo Donald Trump antes de dejar la Casa Blanca, para poder pescar en aguas marroquíes toda la UE tragó en 2019 con la inclusión de las aguas saharauis como marroquíes en el Tratado de Pesca.
De alguna manera respaldamos en ese momento su marroquinidad pensando en el empleo de nuestros pescadores. A eso me refiero cuando digo que necesitamos un plan y si es coherente, mucho mejor.
En estos momentos sería un resbalón imperdonable darle alas a Marruecos porque su primer ministro ya habló claramente. En cuanto Rabat tenga el reconocimiento internacional del Sáhara irá a por Melilla y Ceuta. Digamos que la causa de los saharauis es también la nuestra porque mientras más tiempo tarden en resolver el conflicto con el Frente Polisario más tiempo tardarán en meterse con nosotros. En este caso no es ni siquiera necesario apelar a convicciones que evidentemente se nos cayeron por el camino. Basta con un poco de egoísmo.
En nuestro caso no sólo necesitamos ese plan que no tenemos. También necesitamos creer que ese plan es posible, viable y sostenible. Ya está demostrado que el diálogo entre funcionarios de ambos países es una tomadura de pelo. Para conseguir resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes.
Hay que escenificar nuestra pertenencia a la UE y qué mejor que traernos a fuerzas de Frontex a Melilla. ¿Por qué no las pedimos en su momento? ¿Por miedo a que se mosqueara Marruecos? Bueno, pues ya los tenemos mosqueados. Si somos Europa, que se note. Vamos a llenar la valla de banderas europeas, de manera que se den cuenta de que el pulso no es con la España que no respetan. Esto va con todos porque si ellos amenazan nuestra frontera tienen que saber que están amenazando las fronteras de Bélgica, Austria o Italia. Si atacas a uno, nos atacas a todos.
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