Si hay algo que caracterice a Melilla son esos maravillosos pinchos morunos recién hechos al carbón en la terraza donde se está disfrutando de un rato con familias o amigos. Que levante la mano aquel que ha tenido invitados peninsulares y no los ha llevado a comer semejante delicia de nuestra gastronomía local.
Por eso no se ha entendido bien el motivo por el que se ha decidido prohibir las barbacoas, los populares anafres, de las terrazas de nuestros locales de hostelería. ¿Qué razón hay para tomar semejante decisión? Por ahora no se ha explicado por qué el nuevo reglamento las proscribe cuando forman parte de nuestros encantos de cara a los visitantes.
Nuestras encuestas a pie de calle no tienen valor científico alguno, apenas si representan a la ciudad pero no deja de ser significativo que el cien por cien de los entrevistados esté en contra de la prohibición. También se han leído muchos comentarios que critican esa medida en las redes sociales y teniendo en cuenta que, por ejemplo, la Consejería de Seguridad Ciudadana abrió el paso a los vehículos del Dique Sur a petición de esas mismas redes, ¿por qué ahora no se las tiene en cuenta?
Hay quien ha comentado, y con razón, que quitar esas barbacoas de nuestras terrazas es como obligar a los hosteleros malagueños de la costa a deshacerse de las barcas donde hacen sus famosos espetos. Es que forman parte de la ciudad, de la esencia malagueña y en Melilla ocurre lo mismo con los anafres y nuestros exquisitos morunos, inigualables y propios de los melillenses.
Quizás la decisión adoptada debería ser repensada, sobre todo ahora que tanto se habla de turismo y de atraer visitantes. Melilla debe ofrecer lo que no se encuentra en ningún otro sitio a todos los niveles, incluida la gastronomía. Es lo que quiere el peninsular que decide viajar al norte de África: novedad, exotismo, aventura, conocer la historia.
Hay que cuidar todos los detalles para que los visitantes disfruten y no solo recomienden a su vuelta viajar a Melilla sino también regresar. Y los detalles incluyen ofrecer lo distinto, lo que no van a encontrar en otro sitio. Ahí entran en juego nuestros pinchos al carbón, una muestra gastronómica que es seña de identidad melillense desgraciadamente llamada a desaparecer con esa prohibición, que no se sabe de dónde surge ni por qué.
Incluso existen establecimientos que son famosos por esos pinchos en el anafre, que la gente busca expresamente porque forman parte de su especialidad. ¿Qué va a ser de ellos ahora? Lo dicho, esa prohibición merece una pensada, una vueltecita para comprobar si es posible echarla atrás y reformar el reglamento para eliminarla de su articulado.
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