Verónica González perdió en las riadas de 1997 a su hermana de 22 años, embarazada, y a dos sobrinos de uno y cinco años.
El tiempo, que todo lo puede, no ha podido echar abajo el depósito de agua de Averroes. Quince años después de que estallara durante la riada de 1997 y se llevara por delante la vida de 17 melillenses, la mole de cemento sigue allí, desafiante, como si sobre sus muros no recayera el peso de la tragedia.
Verónica González Alba perdió en la catástrofe que conmocionó a Melilla hace hoy 15 años a su hermana Sonia, embarazada de ocho meses. El bebé ya tenía nombre, se iba a llamar Víctor Manuel.
A Verónica la riada también le arrebató a dos sobrinos, Francisco Antonio, de cinco años, y la pequeña Sonia, que aún no había cumplido un añito (ambos hijos de su hermana Sonia).
La familia quedó destrozada. De un golpe así uno no acaba de levantarse nunca. Y más difícil lo tiene, si cada mañana cuando sale el sol por el barrio del Tiro Nacional, Verónica sólo tiene que mirar hacia la derecha y se encuentra con el depósito de agua, ahora inutilizado, pero en pie, olvidado por los que prometieron borrarlo del mapa.
Ocho horas de angustia
Ocurrió hace hoy exactamente quince años. A las doce del mediodía del 17 de noviembre de 1997, el depósito de Averroes reventó. Nadie podía imaginar la magnitud del desastre porque el día estaba soleado. Verónica estaba en la Comisaría y escuchó a la gente gritar que venía el río. Le pareció increíble. Luego escuchó en la radio que había estallado una tubería por la zona que está detrás del polígono.
A las 12:40 horas sonó el teléfono. Era su cuñada avisándole de que la avalancha de agua había arramblado con 36 casas de Averroes. Allí vivía su madre con su hermana, pero en principio, Verónica no se preocupó en exceso porque a esa hora su madre debía estar en el Rastro, vendiendo Lotería y su hermana Sonia tenía cita en el médico con sus hijos, Sonia y Francisco Antonio, que por eso no habían ido al colegio.
Pero quiso la fatalidad que ese día Sonia se quedara dormida y que los niños no hubieran ido al ‘cole’. Los tres estaban en su casa cuando estalló el depósito y el agua con toda su fuerza llegó justo hasta donde ellos vivían. La familia no lo supo hasta ocho horas más tarde.
“Cuando llegamos vimos un agujero grande en Averroes”
A Verónica le duele rememorar todo lo ocurrido tras la riada del 17 de noviembre de 1997. Ella, que perdió a su hermana embarazada y a dos sobrinos en la catástrofe, llegó con el resto de su familia a Averroes sobre las tres de la tarde. De aquel momento recuerda “un agujero grande: El agua se había llevado por delante las casas”. Un chico de Cruz Roja no le dejaba pasar. Aún no sabían qué había sido de su hermana. No lo supieron hasta las ocho de la noche. “Estaba angustiada porque pensaba que mi hermana podía estar ahí”, comenta a El Faro. Ahora, quince años después, ni Verónica ni su hermana Eva, tiran la toalla. Quieren conseguir que los restos del depósito desaparezcan de Averroes. “Ya es difícil vivir sin una hermana que era la alegría de la casa, pero más seguir viviendo con los depósitos enfrente, recordándonos a toda hora la tragedia”, explica a este periódico junto a la mole de cemento. Es de noche y mientras relata los hechos y menciona a su hermana se apaga una farola.
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