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Ruiz-Toledo: "Al final, lo importante son las personas que te rodean"

Ricardo Ruiz-Toledo nació en Melilla, pero ha vivido en Ceuta y en muchas otras ciudades, pero también vivió unos años en Angola. Es militar, hijo de militar, algo que "ayuda mucho a tener la maleta hecha", comenta en esta entrevista con El Faro de Melilla. Este 2021 ha publicado su primera novela, 'Roberto y África', una historia en la que relata el giro vital de un hombre que por circunstancias de la vida se sumerge en el mundo de las oenegés y termina viviendo en Angola. En esta novela, Ruiz-Toledo trata de plasmar y compartir sus propias vivencias como cooperante en el país africano durante siete años y la lección de vida que se llevó consigo.

–'Roberto y África' es tu primera obra. ¿Cómo surgió la idea de crear este libro?

–Me gusta escribir desde hace mucho, prácticamente desde siempre. Tuve una experiencia durante siete años en Angola de cooperante y me marcó mucho, lógicamente. Ahí ya era bien adulto, después de dejar el ejército. Todo el mundo me decía que tenía que contarlo, Pero una autobiografía me venía como muy grande. Entonces, se me ocurrió meterlo todo dentro de una novela. Me puse a estudiar cómo se hace una novela porque tampoco sabía. Era un plato muy grande para mí cuando la estuve preparado y después la organicé dentro de la vida de un tío razonablemente normal.

–¿Cuánto tardó en escribirla? ¿Cómo fluye poder condensar esos siete años en una novela?

–Pues fluye aproximadamente. He tardado unos dos años en escribir la novela y tampoco estaba dedicado tiempo total. Pero digamos que a media jornada en un par de años y luego otros tres meses que dediqué hacer un curso de novela de una editorial online, Sinjania, que me ayudado mucho. Por otro lado, Caligrama es la editorial con la que he autopublicado el libro, también me ha ayudado con el lanzamiento.

Pero antes de escribir, yo necesitaba formación como escritor. Porque al principio uno no puede ponerse a escribir y al quinto folio se ha perdido. Por lo menos, eso me ha pasado a mí. Entonces, cogí unas herramientas, un sistema de trabajo y en un par de añitos termine de escribir la novela.

–Metiéndonos un poco en la historia, el personaje de Roberto está basado en sus propias vivencias, ¿pero quién es África? ¿Es una mujer o te refieres al continente?

–Es un poco de los dos, quiero jugar con la ambigüedad. Pero, fíjese, no sé si ha leído la novela: la primera mujer de Roberto es ceutí y se llama África. Después, la pérdida de África precisamente es la que le hunde y para reencontrarse y organizar su vida de alguna forma medianamente productiva se tiene que ir a África, el continente, con todo lo que conlleva. Aparentemente es un poco una contradicción irse a un país subdesarrollado y recién salido de una guerra. Pues ahí es donde va a encontrar el camino, la otra África también le ayudó.

–Parece como una especie de peregrinaje para encontrarse a uno mismo. ¿Qué es lo que encontró en esa África, o más bien en Angola? Pregunto más por las vivencias que ha volcado en el personaje de Roberto.

–Claro, Melilla es una cosa, pero claro Angola es otra. Lo que hay allí es muy poco y aprendes que 'lo muy poco que hay' sirve para mucho, que la vida, la esperanza, la alegría y la felicidad se encuentra también en medio de la casi nada. Entonces, aprendes a poner en cuestión muchas necesidades que tenemos aquí en el primer mundo. “necesidades” de cosas con las que aparentemente no podemos vivir y que realmente no son tan importantes. Al final, lo importante son las personas que te rodean. Yo creo que esa es la mayor enseñanza de estos viajes.

–¿En la novela nos cuenta también la vida del cooperante?

–Sí, también la situación del cooperante en un sitio de estos, sobre todo en pueblos como Caconda, por ejemplo,  un pueblo medianamente alejado de las corrientes más, digamos, occidentales de la capital y esas cosas. Pues uno se encuentra al principio como muy despistado por eso. No encuentras las cosas habituales cuando vas a dormir habituales, e incluso cuando llega la hora de dormir por la noche todo es muy elemental, muy primitivo, y duermes como un lirón. Luego te levantas y ves que has dormido más que bien. Y luego, por ejemplo, las gastritis que tenía con chorradas pues ves que ahí se te han curado. Cosas así, que bueno, luego lo tienes que pensar, a ver el cómo y el porqué. Uno aprende a no sentirse superior pero también aprende a sentirse muy afortunado con la vida que ha tenido y que tiene. Eso es importante y creo que ese caminito lo teníamos que hacer todos alguna vez en la vida.

–Y en un lugar con una cultura y una visión de la vida completamente distinta.

–Sí, pero es una visión que al final empiezas a rebuscar y muchas veces acabas mirándote a ti mismo. Ves también que al final no somos tan diferentes porque las necesidades de verdad básicas son las mismas: son el sobrevivir y la gente que te rodea. El resto son accesorios o adornos, como uno lo quiera llamar. Pero no somos tan diferentes, a todos nos importa lo mismo. Nos importa vivir hoy, tener esperanza para mañana y ver a nuestros hijos, nuestros nietos y a nuestros padres, en una situación que yo considero, y cualquiera de ellos, razonablemente buena. No es tan difícil ni tan diferente.

–¿Cómo pasó de ser militar a cooperante?

–Yo era militar, pero eso no se termina de pasar nunca y allá por el año 2000 quitaron la mili obligatoria, entonces, sobraban muchos oficiales y se dio una situación casi como los EREs de ahora o de una prejubilación que era un paso hacia la reserva. Al pasar a la reserva se daba una paga razonable para sobrevivir y uno se iba a casada. Por situaciones personales familiares, decidí aprovechar la situación y marcharme.

Me marché y como siempre he tenido 'gurrigurri' social, mi hija me hizo voluntario de la Cruz Roja, cerca de Málaga, donde vivíamos, y anduve mentido en estas cositas hasta que aterricé en Haití. La situación de Haití y de República Dominicana también es razonablemente verídica en el libro, por lo menos el contexto luego las personas me las invento yo. Allí ya me quedé enganchado y empecé a buscar oenegés, encontré esta otra de Angola y allí me fui.

–¿Y tiene pensado seguir escribiendo?

-Sí, estoy ya con la segunda novela. No es una secuela. Algo tendrá que ver porque al final uno escribe de lo que vive pero no es una secuela. Son las aventuras de otro tío, ya les avisaré. Me he puesto el mismo que esta, un par de añitos. Espero que nos dure menos que la pandemia, pero para publicarla espero que pueda estar a finales del año que viene posiblemente.

–Ha mencionado la pandemia, ¿hay ya pendientes presentaciones?

–Ya me gustaría, yo vivo en Chiclana, un pueblo de Cádiz, y ahora dicen que la publicidad se tiene que hacer en Internet. Como a mí me cuesta mucho, yo soy un poco antiguo. Me encantaría hacer presentaciones. Ahora estoy viendo, si nos sueltan un poquito, ya que hay un club de lectores que pertenece a la asociación el Ateneo de Chiclana. Estoy buscando contactos, a ver si nos dejan juntarnos y presento el libro. No sé si hacerlo incluso en algún club de lectura. Mi idea es prestar unos ejemplares que tengo, para que no tengan que comprarlos todos, para que lo puedan leer y luego lo comentamos.

No quiero ser presuntuoso, ya estoy jubilado tengo una buena pensión y no necesito ganar mucho dinero ni con ese libro ni con ninguno, precisamente por lo que he aprendido en Angola y andando por el mundo. Tampoco mi objetivo es hacerme rico pero me encantaría que lo leyera mucha gente por lo que puede enseñar esta novela. Creo que esa forma de ver la vida puede hacer pensar a más de uno y a mí eso me satisfaría grandemente.

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