Es un centro con unos 1.300 alumnos y cinco edificios. Es un colegio especial por ser una cooperativa de maestros y tener ciertas etapas educativas concertadas, pero también tiene un ‘alma’ diferente al resto de espacios educativos de la ciudad por estar volcado desde hace años con el cuidado del medio ambiente. El Faro se ‘ha colado’ en un día normal del Enrique Soler para conocer cómo es este colegio y sus alumnos.
El profesor Antonio Aguilar explica que “el gran logro” del centro no es introducir el cuidado del medio ambiente en las clases, sino que los alumnos asuman que hay que proteger a la naturaleza. “Los niños del colegio saben que nada más que entran por la puerta tienen que empaparse de esta filosofía y empezar a actuar para beneficiar al planeta, no solo conociendo la biodiversidad, sino aprendiendo a reciclar y separar todo tipo de residuos. Las familias saben que éste es nuestro espíritu”, asevera.
Fruto de esta pasión por el cuidado del medio ambiente nació el Museo de Fósiles que se encuentra en la área central del edificio principal. Aguilar afirma que surgió por casualidad. Era un espacio grande en el que confluyen centenares de personas al día y se pretendió que fuera el “corazón del centro”. Indica que es una forma de mostrar los problemas medioambientales que hay en Melilla.
“La mayoría de los animales que hay expuestos son de nuestro litoral y muchos de ellos han muerto por el impacto de las actividades del ser humano en su medio”, subraya Aguilar.
El objetivo de este museo es que las nuevas generaciones tomen conciencia de que hay que cambiar la forma de vivir del ser humano en el planeta porque hay que respetar al resto de seres que lo ocupan”, añade este docente, que reitera que es una forma de ver lo que “no tenemos que hacer a la naturaleza”.
De hecho, los alumnos del primer ciclo de Infantil son los que más pueden disfrutar del medioambiente. Tienen el privilegio de contar con unos bancos en los que desayunar junto a las viviendas de las tortugas y la pajarera.
La coordinadora de esta etapa educativa, Teresa Marín, señala que a los niños les encanta esta actividad porque aprenden a dar de comer a las tortugas y conocen los colores a través del plumaje de los pájaros. El objetivo es que conozcan cómo tratar a los animales y siempre lo tienen que hacer desde el cariño y el respeto.
Pero éstas no son las únicas actividades del centro. Interrumpimos unos minutos la clase de Matemáticas, aunque ésta no se imparte en un aula normal, sino en la de informática. La profesora Carolina Espigares comentó que cada semana una de las clases de esta asignatura se da entre ordenadores para enseñarles a manejar dicho aparato y para que vean que las Matemáticas no son tan duras.
Y el Coro de Voces Blancas es otras de las iniciativas del centro. Todas las clases reciben lecciones de canto y ahí se va viendo qué niños tienen una buena voz para este coro que surgió para dar respuesta a la necesidad de los alumnos de expresarse con este arte.
El presidente de la Cooperativa de Maestros de Melilla (Comamel), Álvaro González, destaca que se fundó en 1992. En aquella época había tres colegios muy pequeños en la ciudad y el Ministerio de Educación les dijo que no iba a haber concierto con ellos si no cumplían con todas las características que se exigía ya a los centros educativos.
Finalmente dos de ellos, San Isidoro y San Francisco de Asís fundaron el colegio Enrique Soler, la principal actividad de esta cooperativa. El colegio se puso en marcha en el curso 1996-1997.
Una de las viejas aspiraciones del Enrique Soler es poder dar a sus alumnos toda la formación obligatoria y para ello necesitaría contar con más terrenos en el que construir el edificio de Secundaria.
El presidente de Comamel, Álvaro González, asegura que el colegio está “incompleto” porque les falta poder impartir las clases de Secundaria. Argumenta que llevan muchos años solicitando un terreno que hay detrás del centro en el que está ubicada la antena de RNE y espera que se puedan resolver los problemas que hay para poder ampliar por ahí el centro.
Al margen de esta cuestión, en lo que ya están trabajando desde la cooperativa es en la construcción de un edificio que contará con un gran salón de actos y una pista deportiva en la parte superior de ese inmueble.
González explica que este nuevo espacio educativo se realizará en unos terrenos que ya tiene adquirida la cooperativa.
La idea es contar con un salón de actos que dé servicio real al centro educativo en el que se emprenden un gran número de actividades que se pueden realizar en este lugar, ya que cuentan con la programación de ponencias y charlas, talleres, así como con las actuaciones del Coro de Voces Blancas o con un grupo de teatro de los docentes de este centro.
Además, con la pista en la parte del techo, se aprovecharía este espacio que se dejaría inutilizado y se contaría con un lugar más en el que practicar los deportes, que es otra de las cuestiones que promueve el centro, por ejemplo con los equipos de baloncesto.
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