Licenciado en Buenos Aires, llegó a Melilla a primeros de este año, tras una estancia de casi diez años en Canarias. Su compromiso le ha llevado a colaborar y pertenecer a distintas organizaciones caso de Cruz Roja o Media Luna Rota.
Eduardo Alberto Triguboff, 53 años, oriundo de la localidad argentina de Haedo, provincia de Buenos Aires, llegó a Melilla el pasado 4 de enero para hacerse cargo del servicio de Oncología del Hospital Comarcal y atender una demanda de la ciudadanía melillense. En la entrevista que mantuvimos para conocerle y para que nos hablara de su especialidad, nos transmitió la sensación de que se ha adaptado rápidamente a su nueva residencia, “me atrapó Melilla” ya que está acostumbrado a vivir en ciudades pequeñas.
Lleva 29 años ejerciendo la medicina desde que se licenciara en Buenos Aires. Cuando terminó la especialidad ejerció como médico militar y compaginó esta actividad con la medicina en el ámbito civil. También estuvo un año becado en Naharya, en el norte de Israel.
Llegó a España al comienzo de la actual década y, en primer lugar, pasó cinco años en Fuerteventura. Después continuaría tres más entre Lanzarote y Tenerife. Durante esta etapa canaria, en 2004, por el tema de las pateras y cayucos, momento que estaban en su máximo auge, entra en Cruz Roja Española y, en concreto, en el Equipo de Respuesta Inmediata de Emergencia (ERIE). Es un tema que le apasiona y que ha tenido que dejar, momentáneamente a un lado, en los meses que lleva en Melilla, “apenas estaba recién llegado al Hospital me llamaron para ir a Chile y Haití”, comenta. También pertenece al equipo de respuesta inmediata ante una emergencia en salud en cualquier parte del mundo (ERU) de la división internacional de Cruz Roja y Media Luna Roja, tras ser el único seleccionado durante su estancia en Canarias. Le gustaría participar en algún proyecto de cooperación internacional en algún país africano aunque, reconoce, es muy difícil porque son muy pocos los países que tienen la especialidad de oncología.
La oncología
Vino a España en 1999 porque sus hijos querían venir a estudiar a este país, no fue, por tanto, una migración económica. Explica que no tenía problemas económicos en su país ya que “necesidades de oncólogos hay en todas partes del mundo” y, precisa que “es una especialidad que te tiene que gustar, la tienes que sentir”. Toma una pausa y justifica la anterior frase, “la vida es una línea y, a nosotros, nos derivan los pacientes de un lado de la línea. Sólo tenemos que cogerlos de un lado de la vida y cruzarlos”. Para quitar dramatismo, añade que cuando empezó en la oncología, allá en Argentina, en el año 86, “se curaban uno de cada cinco pacientes y, ahora, uno de cada dos se cura”. Recuerda también que cuando empezó en la Universidad, de su grupo fue el único que eligió Oncología y que eso extrañó a sus compañeros, a pesar de “que el padre de la oncología en Latinoamérica y, prácticamente, a nivel mundial fue un argentino” y, amplía: “uno de los grandes genios de la oncología española es un argentino, Hernán Cortés Funes, que hace poco se jubiló en el 12 de octubre de Madrid”.
La sensación anímica que deja esta especialidad tiene su repercusión en los profesionales aunque, asegura, “aprendes a autoprotegerte pero no te puedes aislar. Hay sábados o domingos que tengo que ir al hospital porque tengo algún paciente grave. Voy porque quiero, no es una obligación, voy porque humanitariamente y, por dentro, lo necesito” y, sin darse apenas cuenta, continúa hablando sobre los efectos que le ocasionó esa dedicación en el pasado “eso repercutió en la infancia de mis hijos, la profesión….”
El crecimiento de la célula
Afirma que eligió la oncología porque quería ser investigador pero, en aquel entonces, en Argentina, en 1981, significaba irse del país pues no había presupuesto para ello. Lo más parecido que había a la investigación era la oncología. En aquel tiempo era docente en la universidad en Embriología, especialidad que abarca “desde la concepción hasta que se convierte en feto que es cuando se pueden producir malformaciones… es el momento donde se define el ser humano, si va a nacer bien, mal, con un gen al revés o al derecho… Y creo que vi en la oncología lo más semejante a esto”.
Sostiene que siempre le intrigó esa capacidad de la célula oncológica de reproducción, ”de vivir por sí misma, independientemente del cuerpo” y matiza que “la oncología está definida como una reproducción anárquica de la célula que por equis motivos deja de ser una célula normal y comienza su vida independiente del cuerpo. Obviamente hay tumores malignos y benignos. Bueno,… es por la capacidad de la célula de poder producir sus propias venas, arterias, alimentación, su propio ADN, ARN… tiene capacidad de ser una célula normal pero se comporta malignamente” porque puede llegar a destruir al ser donde ha nacido. Asimismo, destaca la incapacidad de este tipo de células “de regular su propia muerte cuando las células humanas normales ya la tienen regulada, todas tienen su tiempo de nacimiento y de muerte. Las cancerígenas no tienen ese tipo de muerte”. Existe un término médico, la apoptosis, que es la capacidad de la célula normal de saber cuando nace y cuando muere. En la célula cancerígena esa apoptosis desaparece, está inhibida. Se reproduce, se reproduce,…
Sin embargo, cada día se avanza en el control de esta reproducción y recuerda que desde que se descubrió el genoma humano, también se empezó a descubrir el genoma de las células cancerígenas. En la actualidad se trabaja en una nueva línea de fármacos que ataca al corazón de la célula cancerosa, o sea, al ADN, al gen de la célula. Eso permite tener más éxito a los oncólogos.
Proyecto de investigación
Ahora, el hospital de Melilla se ha unido a varios hospitales de la Península en un proyecto para el estudio de un determinado gen que se va a realizar entre el hospital de Vall de Hebrón y la Universidad de Navarra a través de la Clínica Universitaria de Pamplona. El Comarcal ha entrado en ese grupo –también están el Carlos Haya de Málaga o 12 de octubre de Madrid, entre otros– que pueden mandar la biopsia de determinados cánceres de pulmón para que se analice si ese gen está alterado y poder usar así un nuevo medicamento específico –“Iressa”, del laboratorio Astrazeneca–, que está aprobado por la EMEA, que haría más efectivo el tratamiento, con menos efectos tóxicos, porque actuaría sobre el diana molecular de la célula cancerosa.
En este proyecto el hospital Comarcal entra a través del laboratorio que ofrece enviar la muestra (la biopsia), el análisis y la devolución de la muestra con el resultado de si el gen está alterado o no. Triguboff señala que tanto la Dirección del Hospital como la Gerencia de Atención Sanitaria están entusiasmados con todos estos proyectos y comenta que “si hay dos cosas que tengo que agradecer a Melilla desde que llegué es, por un lado, el acogimiento de la gente, que habiendo conocido toda España y con todo el respeto, nunca encontré gente tan acogedora como los melillenses” y, segundo, el hospital, en el sentido de que le consta el apoyo de la Dirección Médica y la Gerencia, el entendimiento con los compañeros… “hay muy buena interrelación”.
No obstante, además de incidir en la investigación para la cura del cáncer, Triguboff comenta que el trato humano, a veces, es decisivo en el 90 por ciento de los casos. El trato médico es la consulta pero el resto va en el trato de la enfermería y lo que el paciente quiera vivir, quiera luchar. Sobre este aspecto dice que informa a sus pacientes, “cuando vienen con muchos temores en la cabeza, que el cáncer ya está considerado como una enfermedad crónica. Dentro de éstas es la que más posibilidades de cura tiene. ¿Por qué?. Porque si fracasa un tratamiento, hay otro, luego otro, …”. Añade que “una persona que nace diabética va a vivir toda su vida diabética. Una persona que tiene un infarto de corazón tiene que seguir un ritmo de vida determinado pero, en cambio, el cáncer, entre los 12 y 15 años si el paciente no reprodujo la enfermedad, no ha existido metástasis, ya se puede decir que se curó”.
Ese es el gran problema, la metástasis, la propagación… pero ello no es impedimento para que, “entre comillas, existan varias formas de jugar para ganar al cáncer y no que éste nos gane a nosotros”. No obstante, depende mucho del grado de desarrollo ya que, por ejemplo, está demostrado que un cáncer de mama, desde el momento que aparece la primera célula hasta que mide un centímetro, se calcula que pasan siete años. Periodo de tiempo en el que es muy difícil diagnosticarlo. Cuando hay un bulto y una mujer se lo palpa, “entonces ya hay 10 elevado a la 9 millones de células cancerosas dentro de ese tumor”.
Prevención
Desde que una mujer se palpa el tumor, asume que tiene un nodulito… –porque a veces no va a al médico para que no le diga que lo cree que tiene–, “en ese tiempo hasta la muerte, nos queda un espacio mínimo. Porque dije 10 elevado a la 9 que mide un centímetro y pesa un gramo. De ahí a 10 elevado a la 12, cifra que es incompatible con la vida, hay muy poco tiempo”. Es decir, el cáncer crece geométricamente. Es entonces cuando hay que atacarle con todas las armas posible. Precisa que en Oncología “no se puede jugar con el color gris, es blanco o negro. Blanco, le aportamos la vida y, negro cuando se va a morir y más cuando el paciente es joven”.
Sin embargo, Triguboff pide que “no se le tenga miedo a la palabra cáncer, pues es una enfermedad que tiene muchas posibilidades de tratarse y curarse, así como no es sinónimo de sufrimiento, ni de dolor, ni de muerte. Y, la mejor forma de ganar al cáncer es enfrentándose a él porque apenas uno le da la espalda, es cuando el cáncer mata”.
Para evitar llegar tarde a esa lucha, está la prevención. En Melilla, por ejemplo, se hace el scrinin de mama, que consiste en una radiografía que se hace a las mujeres mayores de 45 años. Pero no todas las mujeres se lo realizan porque el pasado año, de 6.142 cartas que se enviaron informando de esa posibilidad que ofrece el Sistema Nacional de Salud, tan sólo se realizaron 1.173 mamografías. También el hombre, a partir de los 50 años debe hacerse un chequeo de próstata, pero… ¿cuántos se lo hacen?, muy pocos.
Hospital Comarcal
En la actualidad la plantilla de Oncología del Hospital Comarcal, además del facultativo médico, está compuesta por tres enfermeros y dos auxiliares de enfermería, trabajadores que según Triguboff, “son gente que tienen un corazón entregado al paciente y trabajan muy bien”.
En la actualidad, de lunes a viernes, pasa consulta en el Hospital Comarcal cuatro días a la semana, con una media diaria de unos veinte pacientes, entre nuevos y revisión. Al mes la cifra se sitúa en unas 300 personas en consulta. Asimismo, cabe destacar que existe un promedio de seis a ocho pacientes nuevos a la semana, un índice alto para esta ciudad.
Además están los pacientes ingresados como oncológicos y los enfermos de cuidados paliativos –una media de cinco o seis entre los dos casos–.
Apunta, por último, que el departamento de Oncología está funcionando bien, “sincrónicamente, de forma interna y con el resto de servicios del Hospital de Melilla”, un centro que “no tendría que denominarse Comarcal por la cantidad de gente que trata y la cartera de servicios que ofrece”.
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